En este país somos muy apátridas, nos duele más la muerte de unos franceses (sin demeritar la tristeza de los parisinos) que la de nuestros compatriotas que mueren a diario —injustamente— a manos de terroristas, la delincuencia común, las Bacrim y el mismo Gobierno. Claro, es que todavía somos del 'tercer mundo'. Como diría Jaime Garzón: “Nosotros mismos no creemos en nosotros”. Si no creemos, menos vamos a llorar las pérdidas humanas. Permítanme hago una metáfora: acá no peleamos con orangutanes, ni con micos, pero sí por la banana. O sea: las grandes decisiones importan un pito y las nimiedades valen mucho. ¿Acaso le dimos importancia a las decenas de coterráneos que fueron descuartizados en las casas de pique en Buenaventura?
No es que sea un indolente, ni mucho menos, pero eso de sentir remordimiento por extranjeros más que por nuestros mismos conciudadanos, por quienes, se supone, son nuestros hermanos, nos acondiciona a un status de subvalorarnos. Debo dejar explícito que, no justifico ningún tipo de violencia, asesinato o terrorismo en cualquier parte del mundo, pero qué dolor y qué caos se generó en Colombia por el vil abatimiento de estos sarcásticos caricaturistas y la de sus colegas del ahora mundialmente conocido semanario francés Charlie Hebdo. Por supuesto, repudio este ataque fundamentalista, no así soy capaz de usar un hashtag y decir #JeSuisCharlie (Yo soy Charlie), porque no lo siento, no por ser insolidario, solo que, usando el fanatismo religioso islamita y sus repercusiones, creo que se les da más importancia a los caídos por ser originarios de Francia. ¿Hubiera pasado lo mismo si fanáticos extremistas asesinan a periodistas en Haití? ¿O a nacidos en Costa de Marfil, Mozambique o Irán?
No más para que nos fijemos: la invasión de Israel a Palestina ha dejado (y sigue causando) más de 1.500 niños asesinados, quizás son muchísimos más, pero ellos no salieron en periódicos ni en medios internacionales, ni en Facebook, ni en Twitter, seguramente porque no eran del ‘primer mundo’. Aquí el informe completo.
Ahora, recordemos que antes, en México —el Gobierno— masacra a 43 estudiantes normalistas y poco o escasamente la población mundial se menciona al respecto. Es que por los manitos ni América Latina entera lloró, solo una parte se ha manifestado, los otros, vaya uno a saber por qué les importó nada. ¿No es una gran diferencia de clases?
El día anterior mientras escribía esta columna (09-01-2015) “Cinco fosas comunes con los restos de 320 personas supuestamente asesinadas por el Estado Islámico han sido encontradas en las afueras de la ciudad de Mosul, en el norte de Irak”. Vea la noticia aquí. ¿Dónde están los apoyos mundiales, las pancartas, las vallas, las vigilias, las velas encendidas por estos seres humanos? Aquí había niños y mujeres, muchos de ellos decapitados. Pero qué importa, no eran europeos.
Así pues, tenemos que admitirlo: estamos en vía de desarrollo o de involución, mejor. La mayoría de colombianos somos unos incivilizados. ¿En qué momento de la humanidad volvimos clasista hasta a la misma muerte?
Bertrand Russell decía algo muy valioso y lo traigo a colación: «Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar». A nosotros los cafeteros nos resulta fácil, porque siempre queremos cruzar puentes extranjeros y quemar los propios.