Pero por debajo con una pistola apuntando a las partes nobles; esa parece ser su estrategia en medio de la destrucción y miles de muertos, civiles y militares. Su contrincante sabía lo que estaba gestando desde hace al menos una década y se preparó en secreto, debajo de la mesa, blindando lo que podía y respondiendo con una modesta escalera.
Igual al ver que sus cartas no fueron lo eficientes que creía, el “cañero” disparó varias veces debajo de la mesa. Su oponente, objeto del bullying del matón, le soltó un caucheraso en la parte baja y la piedrita hizo un daño impensado. Ahora con rabia, sabiéndose más fuerte, destruye la mesa, tira las cartas al suelo y su oponente sale corriendo y se refugia en donde puede.
Viene entonces la segunda mano, pero esta vez los espectadores que veían la partida desde afuera se indignaron y le ofrecen refugio a la víctima, le proveen armas y encierran al matón en su cueva; aun así, desde ella envía más armas y lleno de rabia aumenta la intensidad del matoneo. Causa mucho daño, pero su víctima se defiende heroicamente y le causa muchas bajas con su resistencia, que incluye amigos lejanos que regresan a su lado y se unen al juego.
Viene entonces una tercera mano y el matón, con más rabia saca, otras armas e intensifica la destrucción del agredido. En este punto se encuentra con una sorpresa: amigos vinculados con los espectadores, que le permitían al matón y su sufrido pueblo vivir normalmente le retiran su amistad y se unen ayudando al agredido. Ahora el matón y sus secuaces quedan encerrados en la cueva, pensando en que más hacer con su arsenal de destrucción e incluso amenaza con utilizarlo contra los espectadores y sus amigos.
Esta, que podría ser una crónica para niños de lo que está ocurriendo en Ucrania, describe de fondo lo que esta infamia está causando. Putin en su soberbia pensó que arrasaría el país en dos o tres días; llevamos a estas alturas más de un mes y Ucrania sigue resistiendo y ha convertido a su país, a él mismo y sus acólitos en parias y sintiendo en carne propia las consecuencias de un mundo indignado.
La época de los matones hoy enfrenta oponentes formidables: el coraje del ofendido, las redes sociales y cientos de empresas multinacionales productoras de bienes y servicios esenciales y, en especial, las tecnológicas. La mayoría de ellas tienen un valor de mercado o ventas superiores a los del PIB ruso y sus secuaces y no son reemplazables eficazmente.
El matón sigue vociferando, pero ahora que su pueblo sufre en carne propia las consecuencias y que crece la indignación, se enfrenta a un escenario impensado: el rechazo interno, la posibilidad de una derrota e incluso que lo derroquen. Tendrá que ocurrir entonces una salida negociada, que al igual que los países nórdicos haga de Ucrania un territorio neutral, pero unido a Europa; sin duda será admitida en la Unión.
Los antecedentes históricos y el origen del conflicto ya poco importan, solo la infame destrucción y masacre que está provocando y el estímulo a la inflación de oferta que el mundo está padeciendo: a la crisis de contenedores, de chips para todo lo moderno se suma ahora el encarecimiento de fertilizantes y, en consecuencia, de nuestros alimentos.
Putin es responsable del fracaso de la adaptación de Rusia al sistema de libre empresa; como el matón que es, retrasó el reloj de su historia al feudalismo o como mínimo a nuestras repúblicas bananeras en las que una élite extrae privilegios y deja migajas para el resto, la típica oligarquía.
El mundo cambió la mano, anticipó su infamia y respondió paralizando su economía y poniendo a tambalear su imperio mafioso. Dios nos proteja de este disociado de la realidad, paranoico, lleno de ira y armas, que además no tiene límites en su prepotencia y amenaza además con una catástrofe nuclear.