Parecía que el ‘nuevo orden’ mundial estaba ya facturado; que la geopolítica ya era cosa de relato; que con la elección del señor Trump la suerte, se afirma, estaba echada; el mundo expectante, perplejo, preocupado, aún más, cuando se presentó el fenómeno político que revierte la unión de los británicos a la Europa, con el brexit. Qué pena, pero NO.
Entre paréntesis, por lo menos en el instante, la sentencia lapidaria atribuida al general Porfirio Díaz, que gobernó a México por muchos años: ‘México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos’.
En Francia fue fuerte la contienda por la Presidencia: se vieron posturas desde las más duras, excluyentes, hasta las que, sin tener en cuenta los partidos políticos, enrutaron el debate público.
¿En qué quedó el resultado? Pues en la derrota de los extremos y, en la claudicación de los partidos tradicionales; que el ejemplo cunda. Ojalá.
Se habló de encerramiento en las fronteras, con un esbozo de nacionalismo propio de la teoría más clásica de soberanía; del apaciguamiento frente al terrorismo que, por supuesto, como se recordará ingratamente, sacudió, deshizo a la Francia hace muy, pero muy pocos días; el descenso del supuesto Estado proteccionista, en la salud, la educación y la maternidad; la limitación a la migración como forma de recrear las fronteras, como marca de acción estatal y forma de actuación que niega la historia de las grandes migraciones por las guerras y, del desplazamiento que, sin duda, también vivió Francia en las guerras mundiales, de las cuales nadie quiere acordarse, ni siquiera por las enseñanzas que dejó; y, por último, el posible retiro de la Unión Europea que, según el dicho es o era la causa venenosa de todos los males; el enemigo oculto que está terminando los días del continente.
Todos esos males, obviamente, son costosos; costosa la migración que hace competencia en trabajo e ingreso del propio; costoso la protección estatal de salud, educación y maternidad (quien lo creyera, los símbolos del desarrollo y futuro social); costoso en los acuerdos económicos, de aranceles y producción entre la Unión Europea pero que, casualmente, son la ruta de exploración y mejoramiento económico de sus países y que, además, han sacado de la crisis y la postración a muchos de sus miembros. Todo es costoso y bajo este argumento los extremos hacen fiesta, sin respecto al destinatario que otra vez, curiosamente, cree que retirando el costo viene el beneficio y la situación mejora. Qué paradoja.
El punto es que Macron ganó, por fortuna para Francia
y, con mayoría suficiente,
por lo que se impuso la derrota de la forma de estado que pone a la República, en marcha
El punto es que Macron ganó, por fortuna para aquel país y, con mayoría suficiente, por lo que se impuso, no solo la derrota de los partidos, de los nacionalismos, sino la forma de estado que pone a la República, como él mismo llamó, en marcha; una esperanza que vende, que vende hoy con dificultad. Así: ‘En el terreno social, (…) reforma global del sistema nacional de cotizaciones y protección social. (…) flexibilizar el mercado del trabajo, así como la jubilación, (…). En el terreno político, (…) moralizar la vida política, (…). (…) una reforma parcial del modelo electoral, (…) por un modelo con una cierta dosis de proporcionalidad, para facilitar la situación de los partidos más jóvenes y emergentes.
En el terreno de la seguridad, (…) reforzar la Policía y las fuerzas de seguridad, sugiriendo nuevas formas de cooperación europea. (…) iniciar las reformas realizadas por otros países, como España, para poder ganar peso en Europa.
En el terreno social y cultural, (…) el modelo laico francés, avanzando ideas más o menos generales y poco comprometedoras sobre la nueva Francia multicultural. (…)’. Sin duda, una fórmula en evolución.
Ahora, el impulso en punto de evolución, será para la integración del gobierno, en propuestas que están escritas e inventadas como en cohabitación o coalición, así se lo debe permitir para lograr un nuevo modelo de posibilidad política.
Aquí, la cosa es a otro precio, como comúnmente se dice:
sin partidos, con desorden institucional
y con grandes costos aumentados por las nuevas y versátiles instituciones
Así, vemos cómo el ‘orden mundial’ está en posibilidad de reescribirse. Por fortuna. Aquí, la cosa es a otro precio, como comúnmente se dice: sin partidos, con desorden institucional y con grandes costos aumentados por las nuevas y versátiles instituciones y, obvio, por el peor costo, el de la corrupción.
La evolución política de los últimos meses indica la otra posibilidad; esa también la merecemos.