En los años recientes, el departamento del Quindío se convirtió en un punto de encuentro de los colombianos, merced a sus lindos paisajes y a sus agradables ambientes rurales construidos con la herencia de la colonización antioqueña y la arquitectura de la emblemática finca cafetera.
Miles de personas de todo el país aprovechan los días de vacaciones para disfrutar del esparcimiento y de las bondades ambientales y culturales de la región viajando hasta las fincas y los hoteles dispuestos para tales efectos.
Sin embargo, los habitantes de esta región, casi 800 mil personas, todavía no logran identificar un punto de coincidencia que les permita hacer prevalecer el interés común y favorecer las redes colectivas que posibiliten cohesión para asumir las dificultades cotidianas de todo orden, especialmente, las políticas, que es de donde se desprenden las principales soluciones a las problemáticas que agobian a las personas en su diario discurrir.
Pues un grupo de ciudadanos, de líderes y de gestores sociales, de esas almas quijotescas que aún quedan por estas tierras cafeteras y turísticas, han tomado la decisión de armar un punto de encuentro para aunar inteligencias y voluntades con el único fin de impulsar las causas comunitarias y colectivas.
No se trata de otro artefacto politiquero con fines de oportunismo electoral, para pescar incautos y engañar ciudadanos de buena fe. No.
El propósito es encausar, en términos éticos, de nobleza, transparentes, respetuosos de la diversidad y el pluralismo, muchas convicciones y fuerzas, individuales y colectivas, para que asumamos los retos de la lucha por la vida y el decoro.
Punto de Encuentro, donde estamos educadores, campesinos, indígenas, mujeres, afros, empresarios, trabajadores, discapacitados, amigos de la paz, funcionarios y otros líderes, pretende ser un actor, una subjetividad social y política que quiere ser representación y acción colectiva.
Por supuesto, no renunciamos a buscar la representación en los términos de la organización del campo político democrático, pues el mismo no es un bien privado de castas excluyentes. Queremos tener representantes, senadores, diputados, concejales, alcaldes y ediles. Pero deben ser delegados comprometidos con sus electores, que acepten la revocatoria de sus mandatos cuando fallen en sus responsabilidades, que asuman los mecanismos de la democracia participativa mediante las rendiciones periódicas de cuentas y la promoción de espacios de deliberación colectiva, como las audiencias, los cabildos, las veedurías y los sistemas de control social para impedir la desviación perversa de la representación.
Pero como la política no se agota en la representación, Punto de Encuentro será un agente de acción permanente en todos los ámbitos de la sociedad civil y el Estado. Seremos, como lo sugiere el análisis de marcos (Gamson y Chihu), conciencia expresada en un mínimo de demandas; seremos identidad definida en los contrastes de la vida pública; y seremos acción con todos los repertorios democráticos a disposición de los ciudadanos.
En el mundo posmoderno, de las comunicaciones permanentes y los estados líquidos, el reto consiste en superar las viejas formas centralizadas, autoritarias y dogmáticas de los caudillismos aberrantes, para dar curso a modelos de organización horizontales, pluralistas, abiertas, éticas, inteligentes, resilientes para hacer de las dificultades virtud.
Queremos que Punto de Encuentro sea una pedagogía permanente con escuelas de liderazgo donde los sujetos individuales interactúen con su entorno y su contexto de manera inteligente.
Punto de Encuentro es una convocatoria al debate (con revista incluida) práctico, ilustrado, sabio pero pertinente.
Estamos en marcha y convocamos sin vetos de ninguna naturaleza.
Queremos ser un hecho político y cultural que aporte al departamento, a su sociedad civil y a sus instituciones públicas.