Para los seres que deseen sumergirse en esta historia, tendrán que abrir las alas de su imaginación. Sí, de esa capacidad de crear y creer que para muchos quedó perdida en el baúl de los recuerdos de una escuela. Al lanzarse a leer estas próximas líneas tendrá que pensar que el tiempo no existe y que si existe, solo serán artimañas del paisaje y del universo. Quizás en uno de los episodios, lugares, momentos o sensaciones, aquí narrados se encuentre, se pierda o se desvíe. No interesa cuál camino elige, lo importante es imaginar, soñar, fantasear. ¿Cuántas veces al día se permite pensar en lo imposible? Hoy es ese día, ese momento y esa oportunidad.
Imagine pues que está en medio de la selva y que esa selva es atravesada por un caudaloso río y que, ese río es el lugar perfecto para que delfines, manatíes, caimanes, pirarucús, rayas, tortugas y centenares de especies vivan allí porque no existe otro lugar mejor para habitar. Sienta como el calor penetra los poros de su ropa hasta llegar a acariciar la piel, aquiete su pensamiento y concéntrese en la respiración; inhale aire puro, aire de selva, aire que solo podrá entrar a su cuerpo aquí y no en ningún otro lugar. Cierre los ojos y en el preciso momento en el que su cuerpo y mente le pertenezcan a los espíritus del bosque, sabrá que este fue el mejor viaje que vivirá en toda su vida.
En 1979 a un alemán se le ocurrió la maravillosa idea de escribir una historia que no tiene fin. ¿La imagina? Dentro de su narración le apostó a un mundo donde la realidad y la fantasía estuvieran en un constante diálogo. Y este lugar dónde lo estoy invocando, le permitirá saltar de un estado a otro cuando quiera, brincar de lo alucinante a lo real, de lo cómico a lo triste, de lo verdadero a lo falso; este lugar le permitirá retornar a los momentos dulces de la infancia donde lo más importante era jugar, divertirse y ser el capitán del mundo, el pirata valiente de todos los mares, el rey de la selva, el astronauta que descubrió 147 planetas.... En fin todo ese universo de posibilidades para soñar que permite ser niños y niñas. ¿Imagino de adulto un lugar donde la magia de la selva, del río y de la vida se complementan para formar una misma historia? un lugar en donde no existen límites físicos ni mentales, porque aquí el único límite es que no existen...
Esta historia inicia con 30 mil pesos, dinero equivalente a un libro, a una bicicleta, a un drone, a muchos helados o quizás, a una Duster o mejor aún, al transporte por el gran río de la vida. Sí, ese río que permite descubrir un pequeño pueblo rodeado de matices verdes, marcados por una gran diversidad de plantas y animales. Mientras recrea en su mente esa imagen, esperamos que sonría y sienta el anhelo profundo de estar allí. En este terruño en medio de la selva existe un lugar que muchos llaman “Puerto Nariño” pero algunos pocos lo denominan como “La ciudad de las sonrisas” porque aquí los caminantes, viajeros y excursionistas cuando se topan por casualidad con estas tierras verdes, su cuerpo, su mente y su espíritu se irradian de fascinación y alegría. Aquí en la ciudad de las sonrisas no hay espacio para la ira, la depresión, la tristeza; en el pesebre del Amazonas solo hay espacio para disfrutar de la vida y del retorno a la infancia. ¿Desea emprender este viaje?
Aquellos viajeros que caminan por estas tierras lejanas, suelen perder esa capacidad de discernir entre lo real y lo imaginario, algunos cuentan que al nadar en el río Loretoyacú suelen escuchar los murmullos del viento, otros cuentan que, al navegar por el lago Tarapoto suelen ver las doncellas del río que saltan, juegan y hablan con los navegantes silenciosos, mientras que, aquellos navegantes extravagantes y perturbadores, lo único que provocan son instantes llenos de tristezas y soledad en este mundo acuático y natural.
En la ciudad de las sonrisas no hay espacio para las frustraciones, ni para las preocupaciones, ni para las deudas; allí solo se permite caminar descalzo por las estrechas calles, andar sin prevención de carros o motos, dar un paso y encontrarse con frutas de colores, formas y sabores diferentes, dar otro paso y ver ante uno “el paraíso Ayahuasca”, en el portón de ese paraíso que es una casa andante de música, alucinaciones y serpientes, se encuentra “El Guardián de los Colores” él puede convertir una canción en imagen, un sueño en pintura, un mito en lienzo pero sobre todo El Guardian de los Colores tiene el don de hacernos sentir en casa por más lejos que estemos. Para dirigirte a él debes tener la valentía de llamarlo “profe” porque en este lugar solo a los grandes maestros se les llama así. ¿Qué niño o niña no desearía un lugar así para jugar?
Si se dio la oportunidad de imaginar un lugar donde la fantasía se mezcla con la realidad, es porque es hora de emprender un viaje hacia el único municipio de Colombia donde no hay carreteras, donde el río y la selva no entienden de barreras políticas ni sociales, donde es posible dormir en un lugar protegido por plantas sagradas; es hora de emprender un viaje al pulmón del mundo y dejarse llevar por el calor y la humedad hacia caminos llenos de diversidad y plenitud. Es hora de volver a la infancia y sentirse de nuevo navegante, astronauta, marinero, pirata, rescatista de tortugas, en sí, todo eso que alguna vez soñó y que ser adulto le mutiló.