Un tuit de la cuenta oficial de la cuenta oficial de la Gobernación del Chocó el pasado 11 de mayo, reabrió un debate que ya es habitual entre habitantes de este departamento: El Puerto de Tribugá; debate, que revivió después de la aprobación artículo número 78, del Plan de Desarrollo de la vigencia 2018-2022. El gobernador encargado Jefferson Mena, ha mostrado el interés de cumplir uno de los compromisos de campaña del presidente Iván Duque con los empresarios del Eje Cafetero y antioqueños, de construir un puerto de aguas profundas para que esto no dependa exclusivamente del Puerto de Buenaventura, el cual está bajo el control de las elites bogotanas y vallecaucanas, una situación que evidentemente es compleja y disputada con los poderosos emprendedores paisas. Lo particular del asunto, es que para el burgomaestre ad hoc, con quien no tengo problema alguno y que pienso que está haciendo bien su deber, considera que es el sueño de los chocoanos, sueño que se ve truncados por personas como yo, que piensan que el Puerto de Tribugá no va traer el tan “anhelado progreso”. Lo que me hace pensar en mi primer interrogante: ¿Sueño de quienes y progreso para quienes”.
Me he declarado un escéptico de este proyecto, por motivaciones que van más allá de mi simple experiencia en relación a los fracasos históricos del departamento del Chocó, como el caso de Minera Chocó Pacífico, la minería mecanizada depredadora en el chocó desde finales del siglo XX y principios del XXI o la presencia de Maderas del Darién en la el bajo Atrato, que, disfrazado de desarrollo y riqueza para los nuestros, está solo quedo en unas pocas manos, pero la miseria y las crisis sociales y ambientales le quedaron a los habitantes de las localidades donde intervinieron, sin resolver derechos tan simples como la educación y salud de calidad o servicios públicos.
Refuerzo mi planteo, desde los descalabros a nivel ambiental, económico y social en puertos como Buenaventura, Turbo, Tumaco y el mismísimo Cartagena de Indias, donde los pueblos negros han sido subalternizados, pisoteados, y, definitivamente, empobrecidos por las burguesías instaladas en los cargos más altos de estos millonarios enclaves portuarios, que desprecian a los afrocolombianos, sus territorios y lo que representan. Ese desprecio lo refleja una frase que nos generó indignación a todos los hijos del litoral cuando el expresidente de la Sociedad Portuaria de Buenaventura, Carlos Mira, quien se refirió de en la asamblea de accionistas peyorativamente de ese lugar al decir: “Cuando llego a Cali mi esposa me dice que me bañe, porque huelo a Buenaventura”.
Desde ahí empiezan mi evidente sentido de insatisfacción sobre el puerto. Pero algunos incautos se preguntarán: ¿Pero si ya aprendimos la lección, por qué no corregirlo con el Puerto de Tribugá? Y sin duda es una respuesta que va ligada con la aseveración del “sueño de los chocoanos”, pues la cuestión está encaminada a ¿Cuáles son las verdaderos desafíos del pueblo chocoano? ¿Desde dónde se dibuja el escenario de nuestros sueños? Pierre Bourdieu, establecía una relación entre los derechos a los pueblos subalternos y su cumplimiento, que si bien se otorgaban jamás se cumplían, y eso pasa con nosotros, pues considero que el sueño de los chocoanos está reflejado en varios necesidades básicas que nos han sido esquivas, como la seguridad humana, plasmada desde la seguridad materia, traducida a bienes, servicios o empleo; física, desde las amenazas a la vida; y jurídica, desde las acciones afirmativas jurídicas como la aplicación de la ley 70 de 1993; cuestión que hasta la fecha sigue siendo desprovista por los gobiernos nacionales de turno, que solo culpabiliza a nuestros políticos, sin asumir sus propias culpas. Así, creo que el puerto es un necesidad inducida y un chantaje de los gobierno en nombre de nuestro pueblo, pues si no hay puerto, no hay progreso.
Entonces dejando esto claro, me quiero referir a dos cuestiones claves desde la sociología contemporánea, por un lado a la colonialidad del poder propuesta por el peruano Aníbal Quijano, por otro, la visión de los territorios como territorios vaciados, categoría analítica propuesta por la chocoana Aurora Vergara. Respecto a la colonialidad del poder, se pretende realizar un proyecto sin o con el consentimiento de las comunidades del municipio de Nuquí, quienes con el apoyo de la autoridad ambiental del Chocó, Codechocó, y otros actores sociales, políticos, al igual que organizaciones internacionales, decidieron apostarle a un Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI), denominado “Golfo de Tribugá – Cabo Corrientes”, que es una categoría de área protegida cuyo propósito es usar sostenible de los recursos naturales desde su mirada ancestral y ontológica, donde primen sus prácticas de bienestar y modelo propio de desarrollo, contempladas en su Plan de Étnodesarrollo y el Plan de Manejo Ambiental del DRMI, en el cual no aparece por ningún lado la construcción de un puerto de aguas profundas en la zona de Tribugá. Sin embargo, en nombre del desarrollo, la Junta Directiva del Proyecto Arquímedes, que son los promotores del proyecto, al igual que el Gobierno Nacional, de forma arbitraria y sin tener en cuenta las contemplaciones comunitarias de los habitantes de Nuquí, siguen adelante, sin importar las consecuencias y sin importar lo que piensan los habitantes de este remanso de paz ubicado en el Océano Pacífico.
Con respecto al concepto territorios vaciados, este se refiere a que los territorios del pacifico se representa solamente espacios colonizables, donde no hay un entorno natural, no hay poblaciones, donde no existe un entramado social, solo un espacio vació donde se puede hacer una proyecto de esta envergadura, que, supuestamente, será para el beneficios de los chocoanos, disfrazado de un supuesto puerto verde que será generoso con la naturaleza y los habitantes de la región, utopía del desarrollo sostenible. Por ello, ni las posturas del Consejo Comunitario Mayor del Municipio de Nuquí – Los Riscales ha sido tenido en cuenta y, mucho menos, las amenazas al patrimonio natural, donde se destaca la migración de 2000 ballenas jorobadas al año quienes utilizan estos territorios como sala cunas para sus ballenatos o las 916 hectáreas de manglar que tendrán que ser destruidas para la construcción del puerto en cada una de sus fases, siendo el lugar de desove de varias especies y el habita de otras, de acuerdo con las referencias expuestas por fundación MarViva, entre otros daños ecosistémicos y disturbios que podría causar un ecocidio sin precedentes.
Desde estas reflexiones, planteo que el puerto de Tribugá será otro “puerto sin comunidad”, como lo retreta el informe de 400 páginas del Centro de Memoria Histórica al referirse de Buenaventura. Las relaciones de poder, los contubernios empresarios-funcionarios sin escrúpulos, el deseo de algunos líderes chocoanos de obtener migajas de éste, sumado a la amenaza más grande de los pueblos negros y su riesgos, que es el narcotráfico y los grupos ilegales, es evidente que la animosidad del puerto de algunos chocoanos, condenará a un territorio rico en una biodiversidad que no es cuantificable, ni monetizable, de un territorio con un patrimonio cultural y ancestral especial. El Chocó hoy por hoy no necesita un puerto, necesita dignidad, requiere solucionar problemas de fondo que son los causante de la pobreza, fruto del racismo estructural, las desventajas históricas y la falta de inversión pública y privada.
Un puerto, a mi modo de ver las cosas, puede ser el causante de más problemas y nefasto para el tejido social chocoano, que si ya está degradado por la violencia y la miseria, esta utopía del desarrollo portuario del Chocó, lo convertirá en un nuevo Tumaco, que está plagado de coca; un Buenaventura, con altos índices de violencia y pobreza, o un Turbo, funcional a las estructuras delincuenciales del Urabá; situación que no solo cambiará la dinámica de Nuquí, sino de todo el departamento del chocó. Conozco los territorios mencionados, tienen gente buena, fuerte y aguerrida, pero que infortunadamente quienes se oponen a estas prácticas, son amenazados o expulsados porque están en contra de estas situaciones, silenciarlos es una manera de mantener el estatus quo en estos territorios.
No quiero pasar por alto, que celebro la postura del director de Codechocó, Arnold Rincón López, quien expuso en un comunicado de prensa el pasado 24 de mayo, en el que ratifica su deseo de continuar con los lineamientos del DRMI, reconociendo que el plan de manejo de éste no contempla un puerto como el de Tribugá, y que asume las consecuencias que esto acarrea. Igualmente, quiero ponderar la labor del Consejo Comunitario los Riscales, en cabeza de Harry Samir Mosquera, por seguir creyendo que es más importante su visión comunitaria por encima del capital, y que es más importante “vivir sabroso” que estar en un territorio cooptado por los grandes intereses de empresarios y del mismo narcotráfico, que al final, le da la espalda a la misma comunidad.
Por último, quiero parafrasear a Jame Baldwin, el cual dice: “La historia no es el pasado, es el presente”, quiere decir que las relaciones de poder y el Gobierno y los empresarios foráneos siguen presentes desde el periodo colonial hasta nuestros días. Finalmente, si el puerto es una realidad, los chocoanos, en especial los nuquiseños, como ha pasado a lo largo de estos 60 años de creación del departamento, recibirán migajas y mucho más asistencialismo, pues mantenernos sumidos en la pobreza y la ignorancia es un dispositivos del control, precio que estarán dispuestos a pagar los dueños del puerto y que, algunos chocoanos ya acostumbrados, tendrán que doblegarse al poder de quienes serán los verdaderos dueños del proyecto. Por ello digo que es puerto de Tribugá es el sueño las elites antioqueñas y del eje cafetero, no puede ser nuestro sueño porque realmente no haremos parte de él. Pensemos que nuestro destino debemos definirlo nosotros desde adentro, no con el apoyo de falsos entusiastas que quieren ayudar al Chocó.