La humanidad lleva 12.600 años viviendo y construyendo la Amazonia, como lo demuestran los estudios de Morcote (2017) en La Lindosa, Guaviare. Pueden ser 20.000 años, si se confirman las hipótesis sobre Chiribiquete (Castaño). En los últimos 70 años, esa misma humanidad alteró, de forma casi irreversible, la vida en el 17 % de esa cuenca privilegiada (7,3 millones de kilómetros cuadrados). Si Lula y Petro no consiguen que la humanidad cambie su actual ritmo de destrucción, en el año 2035 habremos alterado el 25% del bioma, con lo cual se hará irreversible su reconversión de selva húmeda tropical en sabanas. La vida en el planeta tierra entrará en franco riesgo de ser o no ser. Sí, porque ese fenómeno elevará en 2 grados Centígrados de forma permanente la temperatura del planeta (Nobre, 2021).00
La Amazonia no es el pulmón del planeta, aunque a la gente le gusta decir eso, para simplificar. No recicla CO2. Apenas lo retiene. Pero si se tala el bosque, ese gas se libera en la atmósfera causando el efecto invernadero. En adición, con la tala, los árboles ya no atraerán hacia la tierra el océano volador que se desplaza por el Atlántico y, entonces, cambiará completamente el ciclo hídrico continental, ese que permite que llegue el océano volador a repartir agua a Bogotá y hasta Arizona, donde se agota y comienza el desierto.
La vida es agua y energía: biomasa. En ningún lugar del planeta hay tanta agua dulce como en la Amazonia (18 % del total planetario) y tanta energía lumínica (zona ecuatorial) como aquí. Por eso hay más biodiversidad por hectárea que en cualquier otro lugar. La Amazonia es vida, mucha aún sin clasificar y sin conocerse su uso potencial o su funcionalidad sistémica. Y la estamos quemando.
Lula ya demostró que con políticas públicas y movilización social puede detenerse la tala del bosque en la Amazonia. Entre 2003 y 2008 redujo en 83 % la tala en la Amazonia brasilera (mientras con Bolsonaro, entre 2019 y 2021, el arrasamiento de la selva creció 73 %). Y ahora, en la COP27 en Egipto, Lula se comprometió con tala cero, pra valer. Más importante aún, se comprometió a crear el Ministerio de los Pueblos Originarios, al reconocer que estos son los más genuinos cuidadores del bosque; y a crear una Autoridad Nacional sobre Cambios Climáticos, un órgano técnico que supervisaría que todos los ministerios trabajen a favor del cumplimiento de los compromisos de Brasil contra el calentamiento global. Exigió además que los países desarrollados cumplan el compromiso adquirido en la COP15 de 2009, de aportar, partir de 2020, un total de 100.000 millones de dólares al año para ayuda climática a los países en desarrollo. Finalmente, Lula ofreció que una ciudad de la Amazonia brasilera será la sede de la COP30 en 2025.
El presidente Petro ha hecho de la defensa de la vida en la Amazonia su bandera clave de política internacional. Lo planteó desde el discurso de posesión, en Naciones Unidas en Nueva York y en la COP27 en Egipto. El tema ambiental está en el centro del relacionamiento con Estados Unidos y Europa. Involucra convocar a la comunidad internacional a una política distinta contra el narcotráfico y a construir alternativas negociadas con los campesinos cocaleros, también en la Amazonia. En la COP27 Petro comprometió un aporte de 200 millones de dólares anuales, durante 20 años, para cambiar el modelo extractivista de la Amazonia colombiana por uno de desarrollo humano sostenible e invitó a los países desarrollados a financiar ese Fondo, así como a cambiar deuda externa por protección ambiental. Y en las funciones del futuro Ministerio de la Igualdad se incluyen compromisos sobre equidad regional y empoderamiento de los pueblos originarios. Finalmente, Petro ha convocado para el 2023 una cumbre de presidentes y jefes de Estado de los 8 países amazónicos para coordinar la acción regional e internacional.
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Petro y Lula deben repotenciar la Organización del el Tratado de Cooperación Amazónica
despreciada por Duque y Bolsonaro para excluir torpemente a Venezuela
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Para sacar adelante las agendas de protección de la Amazonia continental, de seguro Petro y Lula deben repotenciar la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica, OTCA, el mismo que fue despreciado por Duque y Bolsonaro, para excluir torpemente a Venezuela.
Pero la tarea no es fácil. Poderosos intereses empresariales internacionales, incluyendo ahora a China, promueven el extrativismo en la Panamazonia. De este bioma se extrae ganado vacuno, soja, palma aceitera, maderas finas, oro, coltan, tierras raras, hidroelectricidad… pero también se extrae conocimiento ancestral y el inmenso banco de germoplasma, para las empresas de vanguardia en biotecnología. Y ni hablar de la extracción de cocaína, minería ilegal o el robo de flora y fauna.
Mario Moro fue un amigo italiano, historiador, que se enamoró de la Amazonia y decidió morir de amor en 1981. Un día de 1980 se robó todas las botellas de vino y todas las flores de Florencia, Caquetá, invitó a los pobres y marginados del pueblo al Parque Santander, y proclamó la creación de la República Libertaria de la Amazonia. En el libro que acabo de publicar, La Panamazonia en 200 notas. Riesgos de crisis sistémica para la humanidad y alternativas de acción” (UNAD, 2022), sigo la línea de amor de Mario e insisto en que la Panamazonia debe tener sentido de identidad y pertenencia, frente a tanto oprobio y destrucción. Es con los pueblos indígenas, afros, campesinos, ribereños, caboclos, pobladores urbanos (no olvidar que la Amazonia es mayoritariamente urbana), con la inmensa diversidad cultural, e institucional, local y regional existente, que los gobiernos nacionales deben construir alternativas para que la humanidad salve la vida en la Panamazonia. Y de paso, salve la vida en el planeta.
Publicada originalmente el 23 de noviembre 2022