Mi nombre es Sergio y soy un rolo de 26 años que después de haber terminado la carrera de Ciencia Política en la Universidad Nacional, tuve la oportunidad de continuar con mi preparación en Viena, ciudad en la que estudié y trabajé por 5 años, hasta hace algunos meses cuando decidí regresar a Bogotá.
El pasado 23 de febrero la firma consultora Mercer de Nueva York, eligió por séptima vez a Viena como la ciudad con mejor calidad de vida del mundo. En este mismo ranking Bogotá ocupó el puesto número 130 de un total de 230 ciudades evaluadas. La capital colombiana está por debajo de sus pares latinoamericanas como Quito, Ciudad de México o Lima, y muy por debajo de Brasilia, San José de Costa Rica, o Montevideo, esta última, la mejor puntuada de las ciudades de América Latina ocupando el puesto 78 en el Ranking.
Desde que regresé a mi ciudad, muchos amigos me han preguntado qué hace de Viena la ciudad con la mejor calidad de vida en el mundo o qué se siente pasar de vivir en la capital austriaca a la capital colombiana, preguntas que darían lugar extensas disertaciones, pero que yo abordaré de forma simple, resumiendo lo mismo que les he respondido a mis amigos en los últimos días.
Para muchos la respuesta tiene que ver sobre todo con que esas son ciudades ricas, pero la calidad de vida no es solo cuestión de dinero y muestra de ello es que Dubái no es la número uno, e incluso esta ciudad y otros centros mundiales como Londres, París o Nueva York ni siquiera entraron en las 30 mejores; peor aún es el caso de Beijing que este año despojó por primera vez a Nueva York de ser la ciudad con más multimillonarios en el mundo, pero que sin embargo ocupa el puesto 118 en este ranking.
Para realizar este ranking la firma Mercer seguramente se basó en estudios muy técnicos que le permitieron llegar a ese resultado. Sin embargo, yo explicaré las características que desde mi experiencia han puesto siete veces a Viena en el primer lugar, y de las cuales tanto ciudadanos del común, como la clase dirigente de Bogotá, podríamos aprender.
Desde las últimas décadas el paradigma de progreso de gran parte de los vieneses ya no se basa en el consumo de bienes materiales, es decir que su principal objetivo de vida no es tener una casa gigante con tres autos en el garaje, sino que prefieren invertir su dinero en recreación, viajes, causas sociales o educación, y prueba de ello es que la mayoría de vieneses viven en arriendo, no tienen automóvil o lo usan primordialmente para salir de la ciudad.
Otra razón por la cual la mayoría de vieneses no tienen carro es porque el sistema de transporte público funciona muy bien, y con eso no me refiero a que cada pasajero viaje sentado cómodamente, porque incluso en las horas pico se puede ver al metro de Viena tan lleno como un Transmilenio. Sin embargo es rápido, seguro y económico, ya que cuenta con un sistema de precios diferenciados, dónde niños, estudiantes y adultos mayores se benefician de subsidios, y los visitantes ocasionales, tales como los turistas pagan las tarifas más altas.
Sumado a esto, en Viena se ha dado un proceso que también ha tenido lugar en otras ciudades como Ámsterdam, y es la transformación del espacio público en ciudades para las personas y no para los autos, lo cual se traduce en ampliación de zonas verdes, y más espacio para los peatones y las bicicletas, lo que en un principio aumentó los trancones, pero que finalmente resultó en que buena parte de las personas con auto propio prefirieran movilizarse en el transporte público. Al igual que la peatonalización de la carrera 7 en Bogotá, en Viena casi que simultáneamente se dio la peatonalización de una de sus calles más importantes (la Mariahilfer Straße), lo que también causó fuertes debates políticos con una gran oposición, pero en los que finalmente se sobrepuso el interés de una mayoría que se moviliza a pie o en transporte público a una minoría que se moviliza en carro o moto, y finalmente todos ganaron al tener un aire más puro para respirar.
Tener un auto en Viena se ha convertido en un verdadero lujo, ya que una de las formas de desincentivar su uso ha sido a través del aumento de los impuestos de rodamiento y de patrimonio, lo que sumado a los altos precios de los parqueaderos públicos, los repuestos y los servicios de mantenimiento, han hecho que menos personas quieran tener uno.
Al ser la ciudad con mejor calidad de vida en el mundo, cualquiera puede pensar que Viena es una ciudad carísima para vivir. Sin embargo, las administraciones se han preocupado por frenar la especulación en los precios de la vivienda, regulando el valor de los arriendos privados; además la ciudad cuenta con un programa de viviendas públicas que le son alquiladas con precios preferenciales a las familias con menos recursos, lo cual también sirve para regular el costo de vida promedio. Ya sea como turista o como residente, puedo asegurar que Viena es mucho más económica que otras importantes ciudades europeas como Bruselas, Múnich, Roma o Barcelona, y eso por no hablar de Londres, París o Zúrich que estarían fuera de concurso.
A diferencia de muchos bogotanos, los vieneses aman su ciudad y a pesar de ser famosos dentro de Austria por siempre estar quejándose de todo, lo cierto es que se sienten muy orgullosos de ella, y la cuidan de tal forma que no dudarán siquiera un segundo en corregir o inclusive “regañar” (literalmente) a alguien que haga algo indebido como por ejemplo botar basura en la calle, subir los pies en los asientos del metro o parquear en un lugar prohibido.
Estos son solo algunos de los factores que hacen de Viena la ciudad con mejor calidad de vida en el mundo. Sin embargo, todo eso no habría sido posible si Viena no hubiese estado gobernada desde 1946 por el Partido Social Demócrata de Austria (SPÖ), un partido de centro-izquierda que a pesar de los escándalos propios de cualquier partido político en el mundo, siempre ha sabido capitalizar las necesidades de las clases medias y bajas como sus banderas políticas, privilegiando el interés público sobre el privado, y ocupándose directamente de temas importantes como la salud, la educación y la vivienda, en vez de dejarlos a merced de la mano invisible mercado. Por eso considero que la calidad de vida es más una cuestión de buena administración que de dinero, en donde las decisiones se deben tomar pensando en el beneficio de la mayoría y no de un selecto grupo de personas.
El hecho de que Bogotá pueda aprender muchas cosas de Viena, no significa que esta sea una ciudad perfecta, es más, es una ciudad con muchas dificultades, entre ellas la llegada de grandes oleadas de inmigrantes cada año durante las últimas seis décadas, primero de los países de la Cortina de Hierro, posteriormente de Turquía y más recientemente de África y del Medio Oriente, lo que últimamente le ha dado gran fuerza al discurso xenófobo del partido austriaco de derecha, el FPÖ, sin embargo es una ciudad que ha sabido enfrentar sus problemas a través de políticas públicas basadas en el bienestar de las personas, y en la que los ciudadanos ven reflejados sus impuestos en un completo sistema público de transporte, guarderías, colegios, universidades, hospitales, parques y otras instituciones que tienen como único fin hacer más fácil y placentera la vida.