Pintoresco, pesquero, romántico. Son tres calificativos frecuentes de quienes han visitado este rincón de Italia. Sabor mediterráneo dentro del mar de la Liguria, no muy lejos de Génova, tierra que fue origen de oleadas migratorias que hoy pueblan zonas enteras de Sudamérica como el Río de la Plata. Los viajeros que han tenido la oportunidad de visitar Manarola dejan para siempre en la memoria de sus vivencias y estampas preferidas a esta auténtica joya, la segunda población más pequeña, después de Corniglia, de las cinco localidades del litoral conocidas en italiano como Le Cinque Terre (las cinco tierras), declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997, todas ellas con el denominador común de evocar un mosaico de casas incrustadas en la costa. Manarola aventaja a sus vecinas para quienes recorren el mundo a bordo de sus autocaravanas, pues es la de mejor acceso.
Lienzo favorito de pintores, encuadre abierto a la imaginación de fotógrafos, ruta de los caminantes amantes del Mediterráneo, Manarola divisa el horizonte marino desde su colina, juntando sus casas del mismo modo que se hacinan las frutas en un cesto que van conformando una pirámide polícroma en torno a la Vía di Mezzo, su calle principal, donde cada piedra desprende el aroma de un origen que se remonta a los tiempos de los romanos, de hecho su propia etimología alude en lengua latina al templete dedicado a las Manos, dioses romanos de la casa.
Si entre sus planes está Europa, este destino debe tenerlo muy en cuenta, máxime en los meses que se aproximan, desde el mes de abril, primavera boreal, hasta el tardío septiembre que pone fin al verano y a sus cálidos atardeces, que tiñen de colores únicos las casas torres y la iglesia parroquial del 1338, de estilo gótico, junto al oratorio y la torre campanario. Momentos en los que respirar vida pura en una de las tradicionales trattorías, saboreando la exquisita cocina de la zona, donde la pesca y el vino, frutos de la economía local desde tiempos ancestrales, se mezclan con pastas caseras y sabores únicos. La vid y el mar llevan un milenio presentes en este lugar. El vino local, Sciacchetrà, dicen los lugareños, corría por las gargantas de los romanos en pleno imperio.
Desde Manarola parte también un camino en el que hay que alistar la cámara y las sensaciones. Se le conoce como Camino del Amor, es una senda que une Manarola con Riomaggiore en medio de colinas y viñedos, siempre con el mar como escolta azul de aspecto calmo.
