Lo sucedido en Tumaco el pasado 11 de marzo con la compra descarada de votos en favor de un aspirante al Congreso de la República es el auténtico producto de la cultura mafiosa no solo de la perla del pacífico, sino del país entero. Estas actitudes delincuenciales se han vuelto costumbre en cada elección, engendrando una sociedad degenerada que sobrepone la costumbre del dinero fácil a su propio bienestar.
Otro caso fue el de la candidata del Partido Conservador, Aida Merlano, quien en un operativo adelantado por las autoridades le encontraron más de 260 millones de pesos, mercados, cuatro armas de fuego sin documentación y máquinas para contar billetes. Según la prensa, la congresista electa fue acusada de comprar votos, por lo que se le abrirá investigación formal para determinar culpabilidad.
Estos dos ejemplos son sinónimo del cinismo de la mayoría de legisladores electos; casi todos hacen uso de este mecanismo, solo que a los dos anteriores se les olvidó que tenían las cámaras de frente y no fueron discretos al momento de comprar conciencias. Desde los municipios más pequeños hasta los distritos especiales es un secreto a voces el ejercicio mafioso, que finalmente logra sus propósitos, dejando al descubierto la vulnerabilidad de los sufragantes y la ambición de los posibles elegidos.
Allí están pintados los muertos de hambre, se venden por un mercado o 50 mil pesos. El nuevo Congreso se mantiene con las mismas mafias, ahora con el alto riesgo de que lleguen los patrones de la mermelada, Vargas Lleras o Duque. Estos no tienen la culpa, sino el pueblo masoquista y desmemoriado que le gusta comérsela sin arriesgarse por una vida digna. Al diablo la quejadera reiterada de cuatros años, en un instante se olvidaron de sus verdugos y los volvieron a elegir.
Lo irónico de este asunto es que los aspirantes decentes que buscaban un voto de opinión han sido satanizados y por poco no aparecen en el tarjetón. El 75% del Congreso sigue igual, con la aclaración que la mayoría de primíparos son mandaderos de personajes que están presos o investigados. En otras palabras, las próximas leyes seguirán siendo un martirio para un pueblo ignorante en política-electoral, cada vez con menos posibilidad de avanzar.
Desde ya se alistan las maquinarias para afrontar a Gustavo Petro Urrego, único candidato con propuestas favorables al pueblo, por siglos condenado a una disimulada esclavitud. La candidatura presidencial del hijo de Ciénaga de Oro le ha calentado los callos a los caciques, quienes sorprendidos por el gran respaldo popular de la Colombia Humana no les queda de otra sino juntarse para darle la estocada mortal al dirigente progresista.
Las famosas alianzas se veían llegar, y sin temor a equivocarse, al final, los lagartos a la misma laguna retornarán. Con sus feroces fauces se morderán, pero no será motivo para abortar el pantano. Las miradas de los clientelistas congresistas están enfocadas contra Petro Urrego, ahora con la frase de que el país no puede caer en la izquierda radical, siendo obligación del constituyente primario rechazar la propuesta popular y apoyar el dictamen derechista de sus patrones, quienes no quieren perder por ninguna razón su comodidad burocrática y clientelista.
Ahora se espera a las multitudes que coreaban "yo vine porque quise a mí no me pagaron" no desfallezcan y no terminen llegando como el hijo pródigo a besar los pies de los amos, esos que sin contemplación seguirán maltratando a las masas. Como hienas y leones, después de elegir al próximo presidente, se despedazaran entre ellos, pero será más fuerte la ambición por recuperar la inversión de las campañas y consagrar ganancias que abrirse del parche.
Hoy, muchos electores del nuevo Congreso de la República saborean las limosnas recibidas como compromiso ciudadano; otros, aún no se han retirado la camiseta que los identificó como trabajadores de determinada empresa partidista. Después de una semana, todos iniciarán su ciclo de críticas en contra de la corrupción. Sin embargo, este sinsabor no será por mucho tiempo, porque en unos días se agitarán las banderas partidistas anunciando que llega otro negocio, la elección del ejecutivo nacional.
Pueblo desmemoriado pronto terminará el festín y la lloradera sin tapujos embargará. Se arrepentirán de haber traicionado su propio futuro, sin tener otra opción que voltear la maldita página. Cada vez las mafias con mayor rigor azotan la vulnerabilidad popular. ¿Hasta cuándo? La respuesta es incierta.