En las curvas de la vida nada es imposible. Cayó a mis manos por donde menos pensaba un libro estrictamente familiar, modesta pero perfectamente editado, sin siquiera pie de imprenta pero que logra recoger de manera estupenda y cronológicamente los recuerdos y vivencias de Trujillo, el poblado de la montaña occidental vallecaucana donde han ocurrido tantas y tan espantosas masacres, objeto varias de ellas de libros sesudos, estudios antropológicos y estadísticos del horror que allá han vivido.
El libro, titulado Huyendo del olvido narra los primeros 70 años de Trujillo y cierra con el comienzo de la más sonora de las masacres, la que terminó hace 30 años, en 1994, y que la ONU y las entidades de salvaguarda de los derechos humanos han pretendido eternizar con libros y monumentos. Cada capítulo, aunque sea construido sobre los apuntes poéticos muy bien joteados que dejó escritos don Jesús Ramírez Arias, alcalde y personero que fue del poblado, eslabona la historia que les faltó relatar o recoger a las decenas de investigadores que han trabajado y estudiado sus masacres. El método del hijo de don Jesús, que arma el libro, está en unir las versiones verbales sobre la media docena de gamonales que tuvieron pues allá afloraban uno tras del otro.
“Huyendo del olvido”, subtitulado como “crónica familiar” me ha conmovido. Leyéndolo he entendido porque allí se dieron esos fenómenos de cacicazgo
Quizás porque cuando publiqué El último Gamonal la novela que cuenta las idas y venidas del más famoso de esos gamonales, Don Leonardo Espinoza, me empapé de la capacidad de mitificación que se respira en Trujillo, este libro, subtitulado como “crónica familiar” me ha conmovido. Leyéndolo he entendido porque allí se dieron esos fenómenos de cacicazgo y por qué les ha causado vergüenza a sus alcaldes posteriores y a los líderes de medio pelo que reemplazaron los gamonales, de volver orgullo y, por que no turístico, el recuerdo mitológico de esos gigantes. Quizás Trujillo llegare a ser el laboratorio de la parroquialidad cruel de una nación que en todas sus regiones ha hecho marchar cada pueblo al ritmo de sus gamonales.