"El pueblo colombiano no cree en el proceso de paz", José Obdulio Gaviria

"El pueblo colombiano no cree en el proceso de paz", José Obdulio Gaviria

Después de militar en la izquierda, el senador del CD se convirtió en el más férreo anatagonista de las Farc que quiso ver militarmente por su jefe Álvaro Uribe

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junio 29, 2017

Considerado en tiempos como el “Rasputín de Casa Nariño”,  el senador del Centro Democrático José Obdulio Gaviria siempre se ha caracterizado por no tener pelos en la lengua y decir lo que piensa, en un país no tan habituado a contar las verdades. En esta entrevistaJosé Obdulio denuncia el actual estado de cosas que padece el país y la "farsa" de un proceso de paz que según el sólo busca la impunidad de los terroristas.

Ricardo Angoso:¿Cómo examinas la marcha del proceso de paz, hacia dónde vamos?

José Obdulio Gaviria:Para mí, el problema radica en que Colombia no ha tenido un proceso de paz, aquí lo que tenemos es una problema muy antiguo que radica en la existencia de organizaciones de carácter terrorista de extrema izquierda creadas en un principio por el Partido Comunista y que después generaron algunas disidencias, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el M-19, el EPL y otras menores. Pero las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) eran propiamente el brazo armado del Partido Comunista. Prácticamente, durante cuarenta años, décadas se puede decir, no hubo una política de combate o enfrentamiento con las FARC, sino que se empleo el apaciguamiento o la búsqueda de una solución negociada con este grupo y no de enfrentamiento directo con los terroristas.

En el 2002, sin embargo, con el presidente Uribe al frente, hubo una rectificación de esta política, un cambio de rumbo, que dio unos grandes resultados, como fue el repudio nacional masivo a este grupo, su rechazo internacional y su aislamiento, a pesar que las FARC seguían dedicadas al tráfico de cosa y eso les daba enormes recursos. No fueron desmanteladas totalmente, pero fue muy debilitada su estructura criminal y casi el grupo es aniquilado. Se luchó decididamente contra las FARC y se consiguieron rápidos y exitosos resultados.

R.A.:¿Y qué ocurrió después?

Después, en el 2010, el presidente Juan Manuel Santos es elegido para continuar con esa política desarrollada durante ocho años con grandes esfuerzos y buenos resultados sobre el terreno. Santos gana de una forma democrática, portando esa herencia del presidente Uribe, pero después hace todo lo contrario a la política anterior, dando aliento político a las FARC y legitimándolas, incluso las institucionaliza y las convierte en parte del debate político. Y luego, para colmo de males, firma con las FARC un pacto de absoluta impunidad y acepta unos parámetros de juego con las mismas que acaban aceptando crímenes como el secuestro, la extorsión, el asesinato, los actos terroristas, la destrucción de infraestructuras y de la economía nacional y tantos actos más. Mas tarde, de un plumazo, por obra de Santos, todos esos actos enumerados aparecen borrados en el expediente criminal de las FARC. Para Santos, de repente, todos esos actos criminales se convirtieron en movimientos políticos relacionados con la insurgencia. Ese acuerdo político al que se llegó es ilegítimo y nosotros lo venimos denunciando en todos los foros.  Pero, además, cuando Santos intentó autoexaltarse por haber apoyado ese acuerdo político con las FARC se encontró con el rechazo del país al acuerdo en el plebiscito y con la victoria del "no" en el mismo.

Por todos estos motivos que le estoy explicando, es por lo que el pueblo colombiano no cree en el denominado proceso de paz y muestra muchas dudas con respecto al mismo, ya que la mayor parte de los colombianos consideran que fue un acuerdo solamente firmado para legitimar la impunidad de los terroristas. A ese aspecto de la impunidad hay que añadir la claudicación ante los terroristas, ante una fuerza de extrema izquierda, vista la perspectiva de lo que está pasando en Venezuela y en otros países, donde ese tipo de organizaciones llegaron al gobierno y fueron un desastre absoluto. Los colombianos no quieren ir por ese camino y así se lo han hecho saber al presidente Santos en las urnas.

R.A.:¿Y qué ha pasado con el tráfico de drogas ligado a las FARC?

J.O.G.: Se firmó un acuerdo sobre ese asunto en el 2013 y parece que los resultados no han sido los mejores. Colombia había conseguido, según las Naciones Unidas y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, reducir el cultivo de coca de unas 180.000 hectáreas a unas 48.000 pero con la firma de la paz, que afianza la política de la no fumigación aérea y el abandono de la destrucción de cultivos incluso por la vía mecánica, hizo que se expandieran los cultivos. Y según informaciones muy recientes se ha llegado a que el país tenga unas 188.000 hectáreas, teniendo el deshonroso rércord de ser el país del mundo que más cultivos tiene. Somos el primer exportador y productor de coca del mundo por obra y gracia de esta política errónea con respecto al problema que representa el cutivo y el tráfico de coca. Con un problema añadido: que esa organización que hoy tiene un estatuto político, -las FARC-, que incluso se sienta en el legislativo de la República por la dádiva que le entregó el presidente Santos, es la que coordina la siembra, recogida, producción y distribución de la cocaína en todo el mundo. Es algo inaudito, inaceptable e insólito no sólo desde el punto de vista de las Leyes internacionales sino de la misma ética, algo que a algunos no parece importales mucho.

R.A.:Tampoco la gestión del gobierno, en lo que se refiere a la situación económica y social, parece la más adecuada, ¿qué impresión tiene de cómo van las cosas en Colombia?

J.O.G.:Santos se plegó al populismo en la economía y copió formas que han sido desastrosas en toda América Latina. Santos ha tenido claros errores, como un discurso antiempresarial y una política impositiva a las empresas que ha generado desestímulo y desconfianza. Sectores, como el agropecuario, no ven el futuro claro, no saben hacia dónde irán las cosas, y se ha provocado una caída en el precio de las propiedades ligadas a la tierra. En el sector petrolero, que con el presidente Uribe tuvo grandes avances, hoy está abandonado y no ha vuelto a explorar, ha perdido un enorme potencial y sólo tenemos reservas para cinco años, en un claro ciclo descendiente sin que vislumbren cambios en esas políticas. Y algo parecido pasa con la minería, otra política fracasada de este gobierno que no supo enfocarla. Tampoco crecieron las exportaciones, la confianza inversionista extranjera se ido menguando hasta el punto que se han retirado muchísimas empresas extranjeras que han llegado a desmontar sus plantas industriales de Colombia. A eso le debemos añadir la inflación galopante y otros elementos negativos que dibujan un cuadro económico realmente complejo y adverso.

R.A.:¿Crees que la confusión política que vive el país, con esa profusión de candidatos para las próximas elecciones presidenciales, se clarificará en los próximos meses?

J.O.G.:Nosotros, en Colombia, no tenemos un sistema bipartidista  ni siquiera de tres partidos, y, por lo tanto, la confusión es mayor. Yo creo que todavía las corrientes reales no se han expresado en sus dimensiones reales, valga la redundancia. Pienso que existen dos grandes corrientes en el país y que se manifestaron en el plebiscito en el que ganó el "no": la primera de esas corrientes está liderada por el presidente Uribe y afines, como los conservadores independientes no ligados al Partido Conservador, que está entregado a las políticas del presidente Santos; y, en la otra parte, están los grupos que están con el oficialismo y que defendían el "sí" en el plebiscito organizado para legitimar los acuerdos con las FARC.

En el uribismo, en el Centro Democrático, no hay confusión porque se han establecido unos mecanismos y una metodología para organizar las primarias en las que se definirá el candidato. Dentro de esa metodología se han organizado y se están organizando una serie de foros en las provincias y regiones para que los candidatos se conozcan. Nosotros, el Centro Democrático, tendremos definido nuestro candidato en los próximos meses entre los cinco que están en liza, con posibilidades incluso de que sean más pues hay dos que están con procesos pendientes que pueden resueltos en los próximos meses. Incluso creo que a nuestra alianza se podrían sumar otros dos candidatos del centro y la derecha, como Alejandro Ordoñez y Marta Lucía Ramírez, que también están entre los precandidatos y que quizá podrían unirse a nosotros en una segunda vuelta.

Luego, con respecto al oficialismo, pienso que el Partido Liberal, el de la U, que es el del presidente Santos, y Cambio Radical incluido, pienso que irán unidos bajo un mismo candidato. La lógica diría que el candidato que aglutinaría a ese bando sería el vicepresidente de la República con Santos, Germán Vargas Lleras. Y la izquierda, que en Colombia ha sido históricamente muy marginal, muy pequeña, pero que ahora se encuentra que con la revitalización que le ha dado Santos, sobre todo a través de la incorporación de las FARC a la vida política, podría llegar a tener una cierta fuerza e incluso llegar a una segunda vuelta compitiendo con el Centro Democrático y con un candidato propio.

R.A.:Sin embargo, ¿no cree que la batalla en  la escena internacional con respecto al proceso de paz la ganó Santos en lugar de Uribe?

J.O.G.:El tiempo es el mejor juez para juzgar estas cosas en su justa dimensión. En lo que respecta al Premio Nobel de la Paz otorgado a Santos, solo tengo que decir que Santos es un gran comprador de méritos más que un hombre meritorio. Yo creo que más pronto que tarde se va a saber que el asunto fue planeado con mucho tiempo de antelación y con elementos sobre la mesa que señalan que hay una relación entre la participación de Noruega en los negocios del petróleo en Colombia y el otorgamiento de ese Premio Nobel a Santos. Evidentemente, la idea de que la paz es mejor que la guerra caló en la escena internacional y jugó en favor de Santos, pero creo que el mundo, a la larga, reflexionará sobre lo que realmente ocurrió en Colombia y comprenderá que aquí lo que hubo fue una claudicación ante las FARC. Creo que esta política nunca hubiera sido aceptada en Europa o en los Estados Unidos, es un hecho realmente inaceptable que no tiene justificación de ningún tipo. Por ejemplo, la coyuntura norteamericana ya no le es tan favorable a Santos y hay cierto escepticismo hacia las medidas tomadas por esta administración. Creo que la percepción con respecto al proceso cambiará en los próximos años.

R.A.:¿Cómo valora la evolución de la seguridad pública en el país?

J.O.G.:Es toda una filosofía de este gobierno, en la cual la seguridad no es un elemento constituitivo de las funciones del Estado, sino que tratan de convencer a los ciudadanos, contra toda lógica, que sólo deben portarse adecuadamente. Se ha aplicado una teoría liberal en la que el Estado solo tiene que garantizar el bienestar de los ciudadanos y no su seguridad, generando, así, el desestímulo de las fuerzas y cuerpos de seguridad. La justicia es un desastre, siendo Colombia uno de los países del mundo donde reina una mayor impunidad. Las cárceles prácticamente se abandonaron y el hacinamiento en algunas de ellas llega al 400% y al 500%, pero ninguno de esos elementos, que tienen desde luego su incidencia en la seguridad pública, parecen preocuparle al presidente Santos. Y, sin embargo, están aumentados los hechos delictivos, como la extorsión, un fenómeno en alza en el país.

R.A.:¿Cómo percibes los cambios que están operando en la región y, especialmente, la situación de Venezuela?

J.O.G.:El socialismo del siglo XXI, como modelo político para América Latina, se ha convertido en una caricatura porque un régimen que ha llevado a la hambruna a Venezuela no tiene ninguna presentación; no es que haya desabastecimiento, es que no hay nada que comer. Hablamos de hambruna real. Por no hablar de Argentina, donde los Kirchner llevaron al país a unos pésimos indicadores económicos en todos los órdenes. Entonces, obviamente, nadie se atreve a defender esos supuestos "logros" salvo pequeños grupos de extrema izquierda que todavía operan en Colombia y algunos líderes, como Gustavo Petro, Piedad Córdoba o Iván Cepeda. Ya hoy en Colombia casi nadie defiende al Foro de Sao Paulo o la lucha armada de las FARC, son políticas absolutamente desacreditadas ante la ciudadanía y la opinión pública del continente.

El régimen de Venezuela no tiene defensa alguna, es absolutamente repudiable y en su fase terminal está mostrando su peor cara irrespetando los derechos humanos. Ha roto ya con todos los modos democráticos, no celebra elecciones porque no le convienen y las perdería y ha vaciado de contenidos a todas las instituciones, habiendo destruido la esencia misma de la democracia. Maduro, junto con su régimen, están absolutamente desprestigados; cualquier opción política que lo defendiera en Colombia obtendría un resultado de favorabilidad menor incluso que el del presidente Santos, cuya pésima popularidad se encuentra en estos momentos en algo menos del 12%.

@ricardoangoso

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