Hace aproximadamente una década, la señora Bárbara Demorest, una estadounidense, contadora de profesión, fue víctima de cáncer de mama, tuvieron que extirparle un seno y empezó a usar diversas y variadas prótesis para mitigar la incomodidad con este tipo de objetos extraños en su cuerpo.
Cansada de probar en vano, Bárbara Demorest decidió tejer ella misma su propia prótesis que no fuera contraproducente para la piel y se sintió satisfecha con el producto elaborado a mano con hilos siliconados y bambú.
La prótesis tejida fue un éxito y la sobreviviente de cáncer de seno decidió regalarles su creación a todas las personas que quisieran seguir su camino para ayudar a otras víctimas de la enfermedad siempre y cuando, quienes las elaboraran, cumplieran la condición de entregar las prótesis sin cobrar un peso por ellas. Con este propósito y sentido, Bárbara Demorest creó la Fundación Knitted Knockers para que su idea tuviera dolientes, líderes, el tema de salud se humanizara y se entregaran las prótesis gratuitamente a las personas que lo necesitaban, la mayoría mujeres después de una mastectomía

Las andanzas de un fotógrafo que pasó de tejer gorros a elaborar prótesis mamarias
El ejemplo de Bárbara llamó la atención del fotógrafo profesional independiente Juan Diego Castillo Ramírez, pero su pasión por ayudar al prójimo, la encontró andando entre personas que deambulan por las calles de la ciudad sin rumbo fijo, no tenían dónde poner su cabeza, pasaban muchas necesidades y la miseria se volvía parte del paisaje. Un día cualquiera, en una de sus andanzas, a Juan Diego se le metió en la cabeza la idea de elaborar un gorro de lana para protegerse del inclemente frío bogotano y aprendió a tejer por Internet. Cuando estaba en esa tarea, pensó en elaborar no 1 sino 10 de esos sombreros de lana para regalarles a personas que vivían en la calle
Cuando terminó de tejer la cantidad de gorros que se había propuesto, justo le hablaron de las prótesis mamarias, vio la oportunidad de seguir practicando la solidaridad con los demás y lo alentó la idea de la Fundación creada por Bárbara Demorest porque tejer prótesis no era tan fácil como hacer gorros contra el frío.

Se puso en la tarea de aprender y perfeccionar lo que ya sabía, pero esta vez en una academia para poder tejer con ese hilo especial con el que se fabrican las prótesis. Durante un año, Castillo Ramírez estuvo juicioso hasta perfeccionar la técnica y entregar esta alternativa a las mujeres que la requieren por toda Colombia. Después de un año de aprendizaje y lograr su objetivo, Juan Diego Castillo Ramírez creó una Fundación similar a la de Bárbara y le puso por nombre Oropéndola teniendo en cuenta la capacidad que tiene esa hermosa ave para vivir en comunidad y fabricar sus propios nidos tejiendo pajas que encuentra en su hábitat, hace el nido en forma de mochila y por eso también lo llaman mochilero.
Los hilos para fabricar las prótesis tienen que ser naturales, de algodón y bambú. Además, deben estar debidamente aprobados por la Fundación para que el producto no se deforme. Por dentro, llevan algodón siliconado que a las mujeres les dan la sensación de tener un seno. Su vida útil y durabilidad depende del uso, cuidado y clima. Pueden durar hasta 5 años, pero en clima caliente suelen deteriorarse con más frecuencia.
La labor de la Fundación Oropéndola y el trabajo de decenas de voluntarias
Desde hace tres años, la Fundación Oropéndola está entregando prótesis mamarias a las mujeres que la solicitan porque algún familiar fue víctima de cáncer de seno. Mal contadas, ya ha entregado 350, pues el fotógrafo Castillo dejó de llevar esa cuenta cuando le tocó entregar dos de sus prótesis a una misma persona. Tejer una prótesis depende muchísimo de la talla y del estado de ánimo de la persona que está tejiendo, pues debe estar en paz consigo misma para poder hacer un buen trabajo. Si la prótesis es de talla B, que son las más pequeñas, se pueden elaborar hasta 5 en un solo día y todas tienen la figura de un triángulo.
A través de la Fundación Oropéndola, Juan Diego les ha devuelto la autoestima a muchas mujeres de diferentes regiones del país y sus tejidos han llegado a muchos sitios apartados de Colombia. Los principales destinos son Bogotá, Costa Caribe, Huila, Tolima y Nariño, pero lo más importante es que se entregan gratis. Lo único que debe pagar la persona beneficiada son los gastos de envío que en algunos casos no superan los $16.000.
Durante los últimos 20 años, Juan Diego Castillo Ramírez ha vivido de su profesión como fotógrafo profesional de teatro y naturaleza. Ha viajado por todo el territorio colombiano captando las imágenes de aves y ha escrito varios libros.

En un futuro no muy lejano piensa llevar su iniciativa al Congreso de la República con un proyecto de Ley llamado Oropéndola para crear una cátedra en los colegios del país donde se prevenga el cáncer de seno desde temprana edad.
Detrás de esta bonita y loable labor, el fotógrafo cuenta con un sinnúmero de amigas voluntarias que lo ayudan en el trabajo de tejer las prótesis. Hablamos con María Claudia Crispín y nos contó su experiencia como tejedora.
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