A propósito del Octavo Concurso Nacional de Cuento

A propósito del Octavo Concurso Nacional de Cuento

Entrevista con uno de los ganadores

Por: Rolando Cerón
febrero 06, 2015
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A propósito del Octavo Concurso Nacional de Cuento

La semana pasada, se dio a conocer el resultado final del Octavo Concurso Nacional de Cuento auspiciado por el Ministerio de Educación y RCN. Este evento literario anual se ha consolidado como uno de los más prestigiosos del país. Acuden escritores de todas las edades y de todas las regiones de país. En esta ocasión se presentaron más de 28 mil cuentos. Después de una metódica y rigurosa evaluación en la cual participaron jurados nacionales e internacionales, la organización del concurso dio a conocer los nombres de los 35 ganadores. El acto de premiación tuvo lugar en el Teatro Heredia de Cartagena, el pasado 30 de enero, en el marco del Hay Festival. De ese grupo selecto de ganadores hace parte el docente y escritor Helmer Hernández, de quien presentamos apartes de una extensa conversación.

- Helmer, ¿dónde nació y qué hace actualmente?

Nací hace 52 años en un entrañable pueblo llamado Buesaco – en idioma Quechua significa “lomo del buey”- en el departamento de Nariño y actualmente laboro como directivo docente en el colegio Francisco Antonio Rada de Morales, en el departamento del Cauca. Estudié licenciatura en Idiomas y un Master en Etnoliteratura en la Universidad de Nariño, además de un Master en Lingüística Aplicada en la Universidad de Jaén (España).

- ¿De qué trata su cuento?

“Dialogo de ciegos” relata una situación tragicómica en la cual están involucrados un ciego y el gerente de un banco. Los celos del ciego y el sentimiento de culpa del banquero dan vida a un diálogo intenso entre estos personajes, quienes parecen chapalear en un mar de incertidumbre y desconfianza.

- ¿Cómo fue el proceso para ganar este prestigioso concurso literario y qué significado tiene para usted?

Desde el día en que me enteré de la existencia del Concurso Nacional de Cuento he preparado y realizado juiciosamente mi participación. Lo hice convencido de que en algún momento, tarde o temprano, estaría entre los ganadores. Por eso he leído detenidamente la colección de cuentos ganadores que se publican cada año, así como las orientaciones y sugerencias que se publican en la web del evento. Como cada año he enviado un cuento, ahora puedo decir que junto con el relato ganador, tengo una pequeña pero significativa colección de cuentos perdedores escritos exclusivamente para este evento.

- En su caso particular, ¿cómo relaciona la lectura y la escritura?

La escritura y la docencia han sido las actividades fundamentales de mi vida. He laborado como docente de idiomas en diversos lugares del sur occidente colombiano: Cali, Pasto, Pupiales, Mocoa, Tumaco y actualmente en Morales, Cauca. Todas estas vivencias han avivado mi afición por la literatura. He escrito varios libros de relatos: En 1995 publiqué: “Gracias a Dios y un poquito al Diablo” con el Fondo Mixto de Cultura de Nariño, en coautoría con Francisco Tenorio y Lailys Quiñones. En 1996, obtuve el Premio Nacional de Literatura Oral con el libro “Manito Manopla y otros cuentos populares de Tumaco”, con la coautoría de Amaira Ospina, otorgado por Colcultura. En 1999 publiqué “La creación de Tumaco y otros cuentos populares de Tumaco”. En 2007, fui finalista del Concurso departamental de literatura infantil "Espigas, flores y sueños", organizado por la Gobernación de Nariño, con el relato “Los cangrejos también vuelan”. Además en el 2009 obtuve una mención de honor en el V Concurso Internacional Bonaventuriano de cuento y poesía con la selección: “el suicidio del caracol y otros poemas”. He sido ponente y conferencista en varios eventos académicos y literarios.
- ¿Qué opinión tiene del ejercicio de escribir cuentos?

Pienso que escribir cuentos es como sacar a pasear a los demonios que uno tiene dentro y ponerlos en diversos escenarios, en diferentes épocas, en los cuerpos y las mentes de los personajes ficticios que uno configura. De ese modo, al igual que en los sueños, van saliendo las angustias, los prejuicios, las frustraciones, los anhelos, etc. disfrazados de tal o cual personaje, en tal o cual situación. Escribir es, por así decirlo, un acción de limpieza emocional y espiritual, o dicho de otra manera, es “una liberación de toxinas” tal como lo afirma el escritor y maratonista japonés Murakami.

- ¿Y qué hay de las vivencias de otras personas?

Obviamente, en el ejercicio de escribir también están las vivencias de los demás. Por eso, para escribir me he respaldado codiciosamente en las historias y vivencias de los campesinos y las señoras de Buesaco, de los pescadores y las abuelas de Tumaco, de los taitas y curanderos del alto y bajo Putumayo, de Las voces y recuerdos de mis padres, de las expectativas e incertidumbres de mis hijos, de la voces de los niños y jóvenes de los colegios donde he trabajado, de los silencios o susurros de la mujer que amo... Todos ellos, sin excepción, verdaderos maestros en el intricado e ineludible arte de vivir y darle sentido a la existencia.

- ¿Qué escritores lo han influenciado y cuál es su manera particular de leer?

En cuanto a la lectura, más que leer con juicio, he desguazado literalmente, casi con un impulso perverso y profano, como pretendiendo arrancar el corazón o el alma misma del texto, los relatos y cuentos de Juan Rulfo, García Márquez, Horario Quiroga, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, entre otros. En mi opinión, es una forma de lectura necesaria para el aprendizaje; en cada relato, en cada frase o en cada párrafo, los grandes maestros de la escritura nos pueden brindar valiosas enseñanzas, que de otra manera no se pueden obtener.

Por supuesto, muy poco tiene que ver con la manera bastante esquemática como se promueve y se realiza la lectura en las instituciones educativas. Leer sin excesos y reflexionar intensamente sobre lo leído, cualquiera que sea la naturaleza del texto- relato o ensayo, noticia o historia -, ha sido como el principio que ha gobernado mi experiencia como lector, eso lo aprendí de Nietzsche para quien la lectura debería ser una labor de “rumiantes”.

- ¿Y qué puede decirnos del proceso de escribir?

En la escritura práctico un rigor similar. De los maestros Borges y Rulfo he aprendido que escribir es sinónimo de “borrar”, de deshacerse de adjetivaciones superfluas y de excesos retóricos, y al mismo tiempo de afinar la puntería al momento de asir las palabras y urdir las expresiones, y de no dejarse embelesar por las veleidades del lenguaje.

- Además de la docencia y la escritura, ¿qué otras actividades realiza?

Aunque la docencia y la literatura son actividades que no dan tregua, siempre queda tiempo para salir a recorrer algún camino o algún tramo de carretera, para encaramarse en alguna montaña, para conversar con la gente, bañarse en algún rio, jugar baloncesto, hablar con los hijos, o hermanos, observar el paisaje, tomar fotografías, mirar las películas de Woody Allen o de Clint Eastwood, pasear con Rosalba, o escuchar latín jazz y música cubana. De esa manera se le va dando color y textura a esa gran relato inédito y verdadero que es la vida, porque como decía el poeta Darío Lemos: “mi obra es mi vida, lo demás son papelitos”.

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