¿Que el General Mejía es un militar que inspira respeto entre los que están por debajo de él en el rango? Cuidado con esta afirmación, porque una cosas es inspirar respeto y otra temor a ser dado de baja de la institución por quien ostenta el poder.
El Ejército no son solo botas y armas para disparar. De hecho, se debe conocer más sobre esta sufrida, pero heroica fuerza. ¿Y quiénes son los que creen que el Ejército es mucho más que disparar? ¿Los genuflexos, enmermelados, melifluos y faltos de carácter, personalidad y orgullo? ¿Los que ignoran que la patria está por encima de los egoísmos y beneficios personales?
Cuánto saudade sentimos por los generales como Arias Cabrales, Matallana, Camacho Leyva, Matamoros, Valencia Tovar, Vega Uribe, Hernando Currea, Harold Bedoya, Samudio, Nelson Mejía, Oscar Botero, Jaramillo Berrío, Lema Henao, Herrera Calderón, Abraham Barón, Ayerbe, Pinzón Caicedo y Ruiz Novoa, entre los que recuerdo. Excusas a los que dejo de nombrar y fueron valientes, honraron la institución y la engrandecieron. Ellos sí sabían de carácter, de honor, no se vendían por ascensos, menos por mermelada y no eran zalameros; eran grandes patriotas, dignos de imitar, ello sí sabían que el honor es la poesía del deber cumplido. Yo a mis padres debo mi triunfo, al seminario mi gratitud y a mis comandantes mi eterno agradecimiento. O tempora, o mores. ¡Qué tiempos aquellos!.
Quienes ya somos adultos mayores nos llenamos de tristeza y nostalgia al ver la dura, cruel y avasalladora realidad que vive nuestra adorada patria. Ver que una rémora de asesinos y narcoterroristas, que no superan los 7.000, subyugan a cerca de 49 millones de colombianos, desafortunadamente por el contubernio de un gobernante sedicente y traidor, al que le pudo más su egocentrismo y falta de carácter, al someterse a la voluntad de su hermano mayor. En esta especial ocasión, es que un pueblo espera y confía en sus fuerzas militares. Si Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres, tampoco una nación pierde la fe, la confianza y la sensatez en quienes portan legalmente las armas de la patria. Pero cuando los hombres que las dirigen son débiles, doblegados, halagadores y pelmazos para sus subalternos, el futuro se convierte en algo incierto. Y como decía Roberto Gómez: “Y ahora quién podrá salvarnos” ¿Por qué los altos mandos no tienen la capacidad o la voluntad de ver el sufrimiento de los compañeros y subalternos en desgracia, mucho más cuando son víctimas e inocentes? No hay paz sin justicia, no hay democracia que se mantenga, soportada en las columnas de la inmoralidad y la corrupción; de ahí que en el país haya toda clase de desafueros, donde se ignoran la ética y la moral y surgen los mediocres.
