Al igual que Foucault alguna vez tomó el seudónimo de ‘Maurice Florence’ para evitar que su fama postrera se viera manchada, en este sentido aquí tomaré un seudónimo. Quizás sus razones fueron otras, pero en este texto lo haré en dos sentidos. La primera de ellas es evidente, tanto que su mención cae en la redundancia; desde luego para ocultar mi identidad. Segundo, para cuestionar lo que algunos analistas del discurso y otras personas identifican como la libertad de prensa; y lo que tanto exigen algunos ‘la objetividad’
Para poder abordar este tema usaré un ejemplo fresco y que está en boca de todo el mundo. Vale aclarar que decidí usar este ejemplo como tal, como un ejemplo.
El Enero 7 de 2015 en París, se llevó a cabo una masacre cometida por dos personas en contra del semanario Charlie Hebdo. La identidad de los agresores para ser lo que menos importa ahora, en realidad el asunto relevante es la religión que profesan y todo parece indicar que son musulmanes por las portadas realizadas por el semanario. Mi objetivo no es aceptar esta masacre, ni las tantas otras cometidas por esta corriente fundamentalista del islamismo, sino demostrar los alcances de la prensa. En cuanto al caso, el asunto central es que son Yihadistas.
Por otra parte están las provocativas portadas del semanario. La pregunta que cualquier individuo que se detuvo a reflexionar sobre lo sucedido y no se dejó llevar por una masa de críticas, habrá caído en la siguiente pregunta: hasta dónde es posible satirizar sobre los demás y más sobre sus creencias. Al parecer la religión siempre será un tema álgido. Pero no quiero que este texto tome rumbos que no deben tomar. El humor, la sátira, la diatriba y cualquier manifestación tal es un arma propagandística poderosa, sin embargo, ¿el interés del semanario fue desprestigiar al islamismo, o hacer reír a sus lectores con más de seis portadas burlándose del islamismo y sus costumbres? Pudo haber sido una ¿Por qué ahora?
Ahora bien, lo dicho en los anteriores párrafos permite dilucidar por lo menos tres puntos claves. En el primero de ellos se muestra la manera en la que se reconoce y legitima el discurso de una organización ideológica mediante la difusión mediática mundial, en este caso para su desaprobación y reproche. El segundo punto es el desconocimiento total de la realidad islámica, y sobre todo de oriente medio. En realidad esto no se trata de nueva guerra santa, no se trata de un ajuste religioso. El semanario Charlie Hebdo solo les ofreció la excusa perfecta para demostrarle a la UE lo capaces que son. Finalmente el tercer punto es ‘la otra cara de la moneda’. Lo que se está reclamando ahora mismo es la libertad de expresión, sin embargo ¿hasta dónde llega mi libertad? ¿Cuáles son los límites de mi libertad sin llegar a afectar las libertades de otros?
Si el semanario hizo esas portadas para cuestionar el libertinaje de los yihadistas con su libertad de prensa, lo que provocó fue avivar el fuego con un combustible muy inflamable. En este orden de ideas es correcto preguntar si ¿La libertad de prensa atenta contra la libertad de pensamiento? Usaré en este sentido libertad de pensamiento como cualquier manifestación ideológica. Así, parece contradictorio formular una pregunta que oponga al pensamiento con la prensa, en realidad lo es. No es posible poder hablar de una prensa si atrás de ese texto no se encuentra un ser humano, que piensa y siente (algunos no lo hacen). Entonces, no es posible disociar a la libertad de pensamiento con la libertad de prensa. Este argumento solo desemboca en la conclusión que todo texto, o discurso están permeados por una perspectiva.
¿Cuál será la perspectiva frente a los hechos del 7 de Enero? Desde luego ortodoxos, cristianos, y aun más occidentalistas. Si se retoma el primer punto mostrado más arriba sobre la legitimación del discurso, y en este caso sobre los actos realizados y desde luego, el origen religioso de los perpetradores, esto solo comprobaría que quien estas afirmaciones tienen un punto de vista del cual no puede desligarse. Tanto así, que la opinión está sesgada hacia el cuestionamiento de los perpetradores y no por los perpetrados. En este punto de mi texto quiero que quede claro que no tengo ningún vínculo ideológico con el islamismo. Es decir, los medios están haciendo dos cosas con la información. El primer es legitimar la existencia de un grupo terrorista islámico cuyo fervor religioso cae en el fanatismo. Segundo, deslegitimar todo acto realizado por este grupo terrorista.
El segundo punto de los propuestos afirma lo dicho en el primero. Es decir, el desconocimiento conlleva a la parcialización de la información. El hecho que la sociedad mediatizada occidental desee ignorar las razones por las cuales este grupo realizó tales actos solo hace que su información se vea enfocada en el ‘evento’ y no en las consecuencias. El desconocimiento de la información de fondo desemboca en que el foco de atención se fije en lo superficial, en este caso no parece haber más información de fondo.
Para concluir, reformularé la misma pregunta del tercer punto. ¿Hasta dónde llega mi libertad? Pero y si mi libertad llega hasta donde están mis intereses económicos y político, en dónde quedan las libertades colectivas. A algunos no les conviene decir la verdad.
A propósito de la libertad de Prensa
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