Entendiendo el momento que atraviesa Colombia, resulta paradójico seguir encontrando en los medios de comunicación, publicaciones como la del columnista Yohir Akerman esta semana. Lo he leído y aunque en algunas ocasiones se debe conceder su tinte de valentía crítica, considero que su columna titulada ‘Enfermos*’, adolece de profundidad conceptual, y no define la coyuntura ni el contexto que el tema merece.
Si bien la adopción de niños por parte de parejas homosexuales confronta a la sociedad colombiana, y aplaudo que así sea, en tanto que es necesario abrir una discusión de fondo y sin tapujos sobre el tema, se debe motivar desde una postura responsable y respetuosa con la opinión pública, toda en su conjunto. Hacer referencia al texto bíblico, - como a cualquier otro-, exige conocerlo en su historicidad y contexto. La columna, que se desarrolla en cinco párrafos, tiene el corazón de su contenido en una lista de citas del Antiguo Testamento, dejadas a la intemperie, sin comentario alguno que surta un análisis objetivo de esa fuente bibliográfica. Todos los versículos que el escritor menciona forman parte del Pentateuco, libros que deben entenderse e interpretar desde una transversalidad histórica y cultural, sobre lo cual, creo que darles una lectura ligera y conveniente, es tan equivocado como lo que él mismo trata de refutar en su columna.
No soy teólogo, lo aclaro, y aunque he dedicado parte de mi vocación lectora a las páginas de La Biblia, pues lo considero un libro obligado más allá de la fe que se profese –si se tiene alguna-, mi conocimiento es limitado y creo que un juicio de valor, tan alto y categórico sobre este texto y sobre Dios como inspirador del mismo, se debe dar a partir de un estudio estructurado y juicioso. Desconozco si el columnista lo ha hecho.
De igual forma, cuando el autor afirma ‘El concepto es obsoleto, retrógrado y viene de lo establecido por la Biblia sobre la homosexualidad’, deja la idea suelta acerca de si el concepto de la Universidad de la Sabana menciona apartes de la Biblia como soporte científico - académico y desde que postura lo hace, o si es una simple inferencia del columnista. No es probo tomar parte de un discurso, acomodarlo en unas líneas y desvirtuarlo sin brindar a los lectores herramientas de juicio que les permitan construir una opinión propia. Lo menciono, porque he tratado de rastrear el texto que emite este centro académico y no ha sido posible encontrarlo publicado.
Por último, esta corta reflexión social la hago desde el marco del respeto por el periodista Akerman y por quienes sean o no afines a sus opiniones. Considero que este valor -el respeto-, es algo que nuestro país necesita en gran medida, y mis comentarios no son en ningún caso una querella hiriente, ni buscan ahondar en extremismos malsanos para Colombia. Solo llamo la atención y pongo sobre la mesa, que en aras de defender la diversidad, no se puede pasar por encima de quienes piensen o difieran – por la razón que sea-, de otros puntos de vista.
No es esta la manera en que podemos contribuir a la construcción de paz. Como colombiano guardo la esperanza de que nuestra sociedad avance en iniciativas diarias sobre el camino de la paz, y como periodista, considero que quienes ostentan espacios de opinión, claro, gozan de la libertad de expresar lo que piensan, y así debe ser ya que esto alimenta el disenso; pero tan alto privilegio debe siempre aprovecharse en aras de aportar a una discusión respetuosa. Un argumento, por valioso que sea, pierde peso y validez cuando se expone con soberbia.