Hace muchos años, preparando mi tesis de grado me crucé con el software libre. Nunca imaginé que ese encuentro cambiaría mi vida, pero lo hizo, me abrió un mundo de posibilidades inesperadas. Primero lo usé de forma bastante instrumental para escribir bellamente mi tesis en LATEX, más adelante para hacer simulaciones y elaborar pequeñas animaciones. Seguí utilizándolo por que simplemente me ofrecía opciones que encontraba interesantes y valiosas. Pero el gran salto se dio cuando me encontré con la comunidad de usuarios de software libre en Colombia, desde ese día supe que había encontrado algo como una nueva familia.
Con el tiempo pase de hablar de software libre a temas relacionados con educación, tecnología y política. Las palabra libre y abierto se volvieron recurrentes en mi discurso. Ahora trabajo en proyectos relacionados con cultura libre, recursos educativos abiertos y acceso abierto tratando de lograr una incidencia en políticas públicas que faciliten la adopción de estos modelos. Reconozco que me volví activista de “lo abierto” y en esa condición, comparto valores, sueños y batallas con un conjunto de personas que se extiende, literal y metafóricamente por todo el mundo.
Esta semana, ese fluir por estos caminos de la discusión de “lo abierto” me permite participar en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, del tercer Congreso Global de Propiedad Intelectual y el Interés Público.
Pensar en Propiedad Intelectual y en el Interés Público, generalmente parece una contradicción. Nos hemos acostumbrado a considerar la propiedad intelectual como el reino de los acuerdos comerciales donde se defiende a ultranza la propiedad privada y poco se tiene en cuenta el interés público. Los problemas que presenta está visión nos asaltan cada vez más con mayor frecuencia. Recordemos a modo de ejemplo las polémicas desatadas por el documental 970 donde se hablaba sobre el problema de las semillas certificadas, la discusiones sobre producción de medicamentos genéricos durante las rondas de negociación del TLC con Estados Unidos, los recientes escándalos de Sayco asociados con la gestión del derecho de autor o toda la movilización en contra de la #LeyLleras y sus implicaciones en contra de la libertad de expresión por privilegiar la protección de intereses de las grandes industrias culturales extranjeras.
Si algo nos demuestran estas discusiones y otras semejantes alrededor de todo el mundo, es que existe un legítimo interés público que debe defenderse con el fin de garantizar un conjunto no menos importante de derechos humanos, entre ellos la soberanía alimentaria, el derecho a la vida y la salud, el acceso a la cultura y el conocimiento y la libertad de expresión que parecen estar en tensión permanente con el legítimo pero a veces desmesurado derecho a la propiedad privada. La gran pregunta parece ser si puede entonces pensarse la propiedad intelectual de forma tal que garantice el ejercicio responsable de estos derechos en equilibrio. Algunos de los avances en esa discusión, casos de éxito, escenarios posibles y mejores prácticas son los que se muestran esta semana.
Para mí esta reunión me permite no solo seguir la discusión y enterarme de primera mano de como vamos sino también es una oportunidad de reencontrarme con muchas personas que he conocido en estos años de acercamiento a modelos relacionados con “lo abierto” que con el tiempo he venido a llamar mi muy particular comunidad extendida. Creo que todos los aquí presentes compartimos y nos encontramos en aquellos valores fundamentales que se conjugan en los modelos que toman como base “lo abierto” y su lógica entre los cuales podemos citar: la creación de nuevas obras o productos que se mantengan y aporten al mismo ecosistema; aceptar dichas obras y productos en el estado en que se encuentran manteniendo la posibilidad de estudiarlos, adaptarlos y distribuirlos; y apostar por la producción colaborativa, la comunicación y la transparencia. Estos componentes hacen la diferencia y permiten una cada vez mayor diversidad y riqueza asociada con estos modelos. No en vano, el ejemplo paradigmático de un modelo que apuesta por “lo abierto” ha sido Internet, que en 30 años ha modificado sustancialmente la cultura global.
Yo estoy convencida que los campos en los que modelos de “lo abierto” intervienen llevarán a otras modificaciones sustanciales de la cultura en los años por venir. Creo que esas modificaciones redefinan el ejercicio de nuestros derechos y de paso soportarán nuevas ideas sobre el interés público. Posiblemente también nos permitan superar algunos problemas de nuestro actual modelo de desarrollo. No en vano el primer Nobel de Economía, asociado con modelos de “lo abierto”, desmonta la tragedia de los comunes para reivindicar la posibilidad de la construcción y gestión de bienes por comunidades en oposición a las teorías económicas que canibalizan todo en búsqueda de mejores rendimientos. En épocas de crisis bueno es mirar hacia modelos que permiten la solidaridad y cuyos valores nos vuelven un poco más humanos.
@mapisaro
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