Mientras Egipto ya tiene nuevo presidente Adly Mansur, de 67 años, la capital, El Cairo, sigue convertida en un deja vú. La explosión de emociones en la plaza Tahrir y los militares en primera línea anunciando el fin de año de gobierno de Mohamed Morsi me transportaron a ese febrero del 2011, específicamente al momento histórico en que una revolución de miles de egipcios logró poner punto final a los 20 años del régimen de Hosni Mubarak. Los periodistas del mundo, llegamos entonces a esa misma plaza, a cubrir el mismo descontento que ardía en medio de circunstancia diferentes.
Un año después, seguimos con interés las promesas del hoy también depuesto presidente Mohamed Morsi que abría las esperanzas a un gobierno incluyente que por ser el primero elegido democráticamente. Aseguraba que terminaría con las profundas divisiones sociales y la corrupción.
Nada de esto sucedió y hoy la historia se repite: Masur, el nuevo presidente interino, ha prometido esta mañana, que convocará pronto elecciones legislativas y presidenciales, “porque es el único camino de la justicia”, e hizo un reconocimiento a los movimientos juveniles populares y al Ejército por impulsar los valores de “la revolución del 30 de junio”.
Palabras esperanzadoras pero que no pueden esconder que Egipto sigue sumido en un laberinto sin salida en la desenfrenada búsqueda de una transición democrática que han prometido tanto los militares como los civiles que han ocupado o usurpado el poder.
El deja vú continúa: “Juro proteger el sistema de la República, respetar la constitución y la ley y guardar los intereses de la ciudadanía” dijo esta mañana Adly Mansur, en respuesta a las 17 millones de personas que salieron el pasado domingo a las calles en Egipto a pedir la caída del islamista Morsi.
Como lo hizo Morsi hace un año, Mansur, hizo un llamado a la reunificación de un País dividido que naufraga en la desconfianza. En sus primeras declaraciones a los medios tras tomar posesión de su cargo, el Presidente interino aseguró que “El grupo de los Hermanos Musulmanes es parte de este pueblo y están invitados a participar en el proceso de construcción de la nación ya que nadie va a ser excluido, y si responden a esta invitación, serán bienvenidos”. Por ahora, la Constitución de corte islámico que, impulsada por el depuesto presidente Morsi, aprobaron las urnas con un 64% de votos a favor y un 35% de participación quedó suspendida. Al igual que sucedió después de la caída de Morsi, el Ejército mantiene el control del país desde que arrestó al depuesto presidente.
Pero las esperanzas resurgen en medio de un país que entendió el poder de la reivindicación y donde hoy millones de Egipcios creen una vez más en las promesas del comandante en jefe del Ejército, general Abdel Fatah al Sisi, según las cuales a partir de hoy se buscará la formación de un Gobierno de unidad nacional de tecnócratas, que vigilará el proceso de creación de una nueva carta magna.
Aunque aun no hay fecha determinada, en el próximo trimestre, dice el gobierno interino, se convocarán las elecciones. A pesar de los violentos episodio que han marcado el país después de la «primavera árabe que acabo con el régimen Mubarak, todo indica que el sueño de un nuevo Egipto se mantiene vivo. Una vez mas el pueblo resistió al frío y al agotamiento en el ágora de Tahrir hasta ser escuchado. En estos dos años y medio parece haber sobrevivido la convicción de algunos hombres, mujeres, ciudadanos de a pié que ese febrero del 2011 nos conmovieron a periodistas y espectadores del mundo entero, con sus promesas de trabajar unidos, reformistas y conservadores, coptos y musulmanes por un cambio radical en la corrupto historial de la realidad política de su país.
Hoy también una vez mas creen los egipcios en un posible nuevo comienzo. Cada escala hecha en estos 30 meses de caótica transición, permiten evidenciar como el aprendizaje democrático en Egipto se hace en una especie de montaña rusa emocional en el que los sentimientos iniciales de ese orgullo nacional que se respiraba desde que se aterrizaba en suelo egipcio después de la revolución, le siguieron momentos de incertidumbre y frustración para darle paso a meses de violentos episodios alimentados por oscuros intereses.
Justo un mes después de la caída del Rais, marzo del 2011, estuve presente siguiendo las legislativas, donde vencieron los islamistas y donde los reformistas prendieron las alarmas. Evidenciamos como la encarnada corrupción, la desconfianza la censura y obstaculización a la prensa seguían tan vigentes como si Mubarak estuviera aun omnipresente.
Sin embargo ese 19 de marzo del 2011 cuando triunfó el 'sí' a la declaración constitucional redactada por los militares en un referendo popular, se marcó uno de los momentos mas esperanzadores de este largo camino.
En medio de la fiesta, pocos imaginaron que el país entraba en el periodo más caótico de su reciente revolución con tres Gabinetes de transición y cientos de remodelaciones menores que ni los propios egipcios de a pie lograban entender
Este es el resultado. Los gritos de “abajo Mubarak” y “pan, libertad y justicia social” que inflamaron la plaza cairota se repitieron diciendo “abajo Morsi”. El despertar árabe fue en realidad sólo un punto de partida. Las heridas y la desconfianza arraigadas en tres décadas de represión no sanaron y la corrupción y la violencia heredada del régimen siguen amenazando la posibilidad de libertad y cambio.
Para muchos egipcios el juicio de Mubarak, supuestamente moribundo, ha sido una farsa “nunca ira a prisión y tendremos que contentarnos con que termine sus días en un hospital” me decía mi traductor Salah Taaar, mientras me aseguraba que el próximo presidente llevaría a los responsables de crímenes durante el régimen a enfrentar la justicia. “De otro modo habrá otra revolución” me advirtió hace un años Salah. Su premonición se ha consumado.
Hoy resuenan en mi las palabras de la bloguera Asma Maaafuz, 27 años, la primera en convocar con un web-video a las manifestaciones que dieron origen al despertar árabe en Egipto. En un café internet donde todo comenzó, me dijo con una firme convicción “la dignidad de nuestro pueblo ha renacido y el cambio en Egipto no tiene reversa”. Esperemos que así sea.