EL HOGAR Y LA CASA
En el primero de ellos, aunque no es fácil, el tiempo que dedican la niñez y la juventud a la conectividad (entendida en este caso como los vínculos con las redes sociales, videojuegos y otros similares), puede y debe ser monitoreado por los adultos alternando la utilización de los dispositivos con la lectura, el dibujo, la danza, el reposo, los juegos y con un acompañamiento afectivo y efectivo, pero riguroso.
Es una responsabilidad ineludible de padres, madres y/o cuidadores quienes no pueden seguir delegando el sostén de la crianza y la custodia de los hijos a la conexión con las redes sociales que obsequian con generosidad likes y un registro numérico de muchos nuevos amigos y followers, así se disfrace de una interacción social que expone a los usuarios a riesgos insospechados.
Tampoco deben delegarla al entretenimiento adictivo de los juegos online o a las plataformas de streaming, pues la juventud y la niñez, sin la tutoría adecuada, no pueden acceder a la formación del criterio y la voluntad.
Los padres y las madres están confiando la preparación para la vida de la infancia y la adolescencia al deprimente retrato de "estar conectados" o a la inteligencia artificial cuando ella sólo está dirigida a la ergonomía mental, física y anímica, en nombre de la necesidad de obtener más ingresos, en nombre de la escasez de tiempo, de la baja formación académica, o en nombre de la descomposición familiar.
Esta es una alerta de urgencia para reflexionar en torno a las obligaciones de los adultos, las circunstancias que se han desencadenanldo y los espacios favorecedores que hoy están ausentes, además de ser una especie de burla al propósito de una sociedad competente que necesita solidaridad y sensatez.
LA ESCUELA Y EL COLEGIO
Los escenarios de la escuela y el colegio, ante la insuficiencia y baja calidad del acompañamiento a la niñez y la juventud en el hogar, están llamados, si no a lograr el equilibrio, a descifrar lo que desean encontrar quienes asisten a sus clases.
Desde luego que esperan buen trato y respeto, pero lo que debe resolver la academia es el puente entre las expectativas del estudiantado y una oferta de aprendizajes atractiva y seductora.
Dentro del personal docente hay muy buenos instructores, los hay esmerados y honestos, simpáticos, amigables, sabedores de su disciplina y "parceros" de sus discípulos y son estos actores quienes en el cumplimiento de sus deberes, han de gestionar y acompañar la experiencia de aprendizaje y pueden o no llevar a cabo la misión del currículo y buscar la tan anhelada y muy bien redactada visión institucional.
Pero los directivos y maestros tienen que ser también imaginativos y entusiastas en muchos sentidos para que la infancia y la adolescencia comprendan el significado de su existencia en el presente social y validar su protagonismo, desde la utilidad de las Matemáticas y la Física (lejos del pequeño enigma de la mosca que va de un tren a otro con velocidad constante) como herramientas para afrontar las situaciones y así contribuir a las soluciones diarias en la calle y en el hogar.
Desde la Ética para actuar con determinación y prudencia a fin ser un mejor ciudadano ante la posibilidad de un delito o la oportunidad de ser un vecino ejemplar, hermanado y siempre dispuesto. Desde las Ciencias Naturales con la intención de intuir los misterios de la naturaleza, al tiempo que conoce los desafíos del desarrollo. Desde el área de Religión para interpretar las actitudes, rituales y comportamientos de sus conciudadanos.
Desde las Ciencias Sociales para el ejercicio de sus derechos y deberes y el discernimiento de su rol en el origen y marcha de la economía, la política y la cultura de su entorno. Mientras transcurre la resignificación del aprendizaje en las aulas, es indispensable pactar, monitorear y evaluar la no utilización de dispositivos electrónicos en los tiempos de clase, a menos que esté contemplado como un ejercicio y/o herramienta para actividades específicas de aprendizaje.
LA CALLE
Ahora y siempre en las relaciones de amistad y complicidad que se afianzan en el hogar, en la escuela o en la calle, han existido y existirán las confidencias y los secretos retadores, divertidos, graves, serios o inofensivos. Han existido y existirán las decisiones y actos cuyas consecuencias, beneficios o participantes son desconocidos.
Hoy, casi todos aquellos secretos y confidencias con verdad, con falsedad o con maquillajes y retoques, circulan a través de los chats y mensajes en muchos de los dispositivos por lo que es muy probable que por esa misma vía pierdan su característico ocultamiento, pero todo ello hace parte del discurrir de vida, solo que ahora tienen mayor velocidad y riesgo.
Por eso es necesario recordar que la infancia y la adolescencia son tiempos e instancias por naturaleza lejanas de los compromisos y las responsabilidades con el mundo que les rodea y hay más tendencia al divertimento, hasta que encuentran obstáculos para seguir en el juego como el o la maltratador/a en casa, bullying en la escuela y el colegio o presión de la pandilla en la esquina y ante esas amenazas, para jugarse la vida para seguir en el juego resuelven disfrazarse.
Cuando no huyen, se disfrazan de obedientes y diligentes en casa, cuando no responden al reto en la escuela, se disfrazan con el uniforme y procuran cumplir académicamente, cuando no evaden en la esquina, muestran su tatuaje, aro en la nariz y caminar bamboleante. Y en los ámbitos que no tienen mayor ruido ni riesgo, se disfrazan con el celular.
Quizás con estos y otros disfraces, saberes, necesidades, secretos, dispositivos eléctrónicos o no, en muchas ocasiones se saldrá del aula, habrá que enfrentarse al mundo en los escenarios de la calle y entonces, solo entonces, será posible comprobar cuál será la calidad y el impacto del encuentro de la niñez y la adolescencia con la vida, porque después de las escenas hay secuelas o ganancias que se establecen en cada rincón de su hogar, en cada esquina del barrio o en cualquier lugar del país para inferir las dinámicas de la cotidianidad e incidir en su ocurrencia.
Allí será posible rastrear el legado de la educación, pues con dispositivos electrónicos o no, sin duda, siempre hay un desenlace.