En este Macondo, en que nos tocó vivir, suceden cosas como que en el mismo día que el Congreso de la República opta por prohibir las corridas de toros, la más grande empresa de salud del país, Sura EPS, anuncia su decisión de dejar de operar.
Mi buen amigo Eduardo José Victoria, resumió en un afortunado trino, semejante paradoja: “Día histórico. No morirán más toros de lidia. Ahora morirán millones de pacientes que hacían parte del sistema de salud". Magistral.
En cuanto a la prohibición de las corridas de toros, lo primero que se me ocurre decir es que es increíble que nuestros Honorables Parlamentarios, a los que me referiré en lo sucesivo como HP por cuestiones de espacio, malgasten su tiempo debatiendo sobre semejante banalidades.
Mejor dicho, el país se derrumba y nuestros HP, de rumba flamenca. No tienen tiempo para debatir la situación de orden público cada vez más grave, para hacer un debate de censura al ladino ministro de Salud por la destrucción descarada del sistema, el famoso chuchuchú, ni para estudiar porqué el fisco nacional está al borde de la quiebra... Pero sí gastan horas debatiendo sobre si los toros son o no una expresión cultural.
Aunque me iguale con los HP me voy a referir a esa prohibición. Pero más que el debate taurino lo que me interesa es controvertir la forma en la que se resolvió. La discusión sobre las corridas de toros es tan viaje como inane. Jamás se pondrán de acuerdo los taurinos con los antitaurinos. Para los primeros, los toros son un arte, el arte de cúchares, una centenaria expresión cultural que debe respetarse. Para los enemigos de ese espectáculo, las corridas son simplemente una masacre en contra de unos indefensos animales.
A mí, que a pesar de que he asistido a corridas desde niño, no me considero taurino ni menos antitaurino, me parece que ambos tienen algo de razón. Evidentemente, una corrida tiene momentos sublimes, sobre todo cuando el hombre y el animal están a la altura. Cómo negar que una verónica de Paquirri o una manoletina del Juli o una portagayola de Paco Camino o un buen quite de caballo por parte del rejoneador Pablo el Hermoso son expresiones que lindan con el arte. El problema es que los antitaurinos jamás han ido a una corrida y no han podido apreciar esos momentos. Ellos simplemente saben que en cada corrida hacen sufrir a un animal y finalmente, en la mayoría de los casos lo matan.
Y no les falta razón. Los toros son un espectáculo cruel, sangriento, en donde miles de personas entran en éxtasis cuando martirizan a un toro con un chuzo llamado pica o cuando le ponen unas banderillas en lo alto del morrillo o cuando el espada pasa a la otra vida al animal de una certera estocada.
Tiene razón Alejandro García, uno de los promotores de la prohibición, cuando afirma que la cultura evoluciona y que las corridas son un evento de otra época. Y que por eso debe desaparecer. El Estado solo debe prohibir lo que es expresamente nocivo e ilegal para la comunidad.
Pero en Colombia, país santanderista como pocos, creemos que a punta de leyes podemos eliminar ciertas conductas humanas. El de la prohibición es el camino fácil, que muchas veces no conduce a nada. O lo que es peor, termina incentivando la conducta que se quiere proscribir.
El mejor ejemplo de ello fue la prohibición del consumo del alcohol en Estados Unidos, hace cien años. Esa decisión no solo no acabó con el trago sino que aumentó exponencialmente su consumo. Y de contera generó la mayor ola de violencia y de corrupción que haya vivido ese país. Además de que propició el surgimiento de los mayores imperios mafiosos que se hayan conocido.
En el caso de los toros ni siquiera hay que educar a nadie. La gran mayoría de los colombianos no gusta de ese espectáculo. Las corridas de toros, en Colombia y el mundo, están en vías de extinción, cada vez acude a ellas menos gente. En Cali hace 30 años conseguir una entrada para toros era una odisea, ahora lo que es una odisea es llenar la plaza. Y la tendencia es que cada vez haya menos aficionados a los toros.Entonces un buen día dejará de ser negocio montar una corrida, con lo cual no se volverán a programar. Listo.
¡Qué falta de imaginación recurrir a la burda prohibición para acabatr los toros!
Lo más probable es que nuestros HP, cuyo conocimiento de la historia y de la cultura en general no es el fuerte, ignoren lo que ocurrió en París en mayo de 1968. Ese levantamiento popular que puso a temblar los cimientos de la democracia francesa y cuyo lema de cabecera era: “prohibido prohibir” y "la imaginación al poder". ¡Qué falta de imaginación recurrir a la burda prohibición para acabar los toros!
Por estar ocupándome de la prohibición de los toros no me quedó espacio para lo importante que es la desaparición de Sura EPS. Pero al respecto tampoco hay mucho que decir. Basta con afirmar que este gobierno está haciendo por la puerta de atrás lo que no pudo hacer por la de adelante: destruir un sistema de salud que satisfacía al 90 % de los colombianos. Semejante despropósito merece ser prohibido.