Los fusiles de la época no dejaron de disparar por varias horas, en la noche y la madrugada, en una sinfonía de muerte que se escuchaba varios kilómetros a la redonda los 5 y 6 de diciembre de 1928. Una fecha que quedó en el recuerdo de los colombianos y que se ha ido desdibujando con el paso del tiempo.
“Por todas partes huele a muerto”, reza una de las líneas de la novela “La casa grande” del escritor, Álvaro Cepeda Samudio, publicada en 1962. Es la recreación literaria de la matanza.
Por esa época Cepeda Samudio ejercía el periodismo y los datos de su narrativa estaban apuntados, con letra irregular y apretada, en varias libretas. Relataría tiempo después que no podía dormir, porque le parecía escuchar en la distancia el llanto de las viudas y de los huérfanos.
Los empresarios inventaron el cuento de que los comunistas preparaban una asonada para tomarse poder. Con ese cuento alebrestaron al gobierno y a los mandos militares. La historia real, es otra. Eran decenas de obreros, la mayoría sindicalizados, que pedían mejores condiciones laborales. Ese fue su delito.
Los corteros, jamás portaron armas. Eran coteros. Sus hombros estaban encallecidos por cargar racimos de banano que, días después y tras un largo viaje por mar, llegaban a la mesa de los norteamericanos con un sobreprecio.
La United Fruit Company, hoy conocida como Chiquita Brands International, orquestó las ejecuciones sumarias de los trabajadores. Para hacerlo, se agenció con la complicidad de los conservadores en el poder. Los liberales, por su pensamiento progresista, se oponían.
Las cifras de los muertos varían de acuerdo con el historiador. El nobel, Gabriel García Márquez, anotaba que fueron más de 1500. Lo cierto es que las tablas de otoba no alcanzaron para construir todos los ataúdes que se necesitaban, ni para las cruces que emergieron de la tierra, como por arte de magia, en la Ciénaga (Magdalena) y la región caribe.
La masacre de las bananeras, una historia que no podemos olvidar; mucho menos en un país en el que todavía los sindicalistas son víctimas de amenazas de muerte, mientras que otros son asesinados y pocas veces salen a la luz los autores intelectuales y materiales de esos crímenes…