Prohibido olvidar.
El 1 de mayo de 2005, en Bogotá, el Esmad asesinó a Nicolás Neira de 15 años, estudiante del Colegio Miguel de la Salle. El 22 de noviembre del 2005, en Cali, el Esmad asesinó a Jhonny Silva Aranguren de 21 años, estudiante de química de la Universidad del Valle. El 8 de marzo de 2006, en Bogotá, el Esmad asesinó a Óscar Leonardo Salas Ángel de 20 años, estudiante de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. El 21 de abril de 2016 en Bogotá, el Esmad asesinó a Miguel Angel Barbosa Vanegas de 19 años, estudiante de la Universidad Distrital. No más Esmad. ¿Cuántos más asesinará el Estado sino nos movilizamos? [1]
Prohibido olvidarte.
Dilan, te asesinó el Estado opresor y manipulador, ese que crea pánico y que golpea a las personas más vulnerables para infundir temor mientras se marcha. Se frenó la velocidad y la fuerza con la que corrías esa tarde del 21 de noviembre esquivando los gases. Ha desaparecido tu voz, que ojalá nos impulse a seguir marchando, a exigir justicia y a que se puedan encontrar los culpables. Detrás de ti hombres del Esmad, sin educación y sin oportunidades de hacer otra cosa, perseguían y disolvían las protestas (violando sus protocolos), donde con cánticos y mensajes creativos comunicabas que este país no es de pocos, es de muchos y que por lo tanto hay que luchar por esos derechos para que nos incluyan a todos. Este gobierno instaló el miedo en los ciudadanos. Y, Dilan, tú, ya sin miedo, saliste a gritar: educación gratis. Y mientras buscabas refugio, una granada lanzada por el Esmad de la policía te hizo caer al piso, te quitó la fuerza. Es la única forma en la que podían callarte, por la espalda, a traición, como enfrentan los cobardes a hombres valientes como Dilan.
¿Cómo pueden existir gobiernos que maten el botín más valioso de una sociedad, la juventud? ¿Cómo puede uno asesinar a los jóvenes y salir frente a los medios a justificarlo? ¿Qué clase de hampones nos gobiernan? La vitalidad de la juventud debe luchar contra esas formas asesinas de gobiernos a la que Rimbaud alienta en su poema Juventud: “El optimismo estudioso; ¡que lleno de flores estaba el mundo aquel verano!”. Y, claro, los jóvenes son el verano, son el sol necesario para hacer germinar la vida, en ellos está la revolución optimista de la existencia, que florece y que se agita y pide aireada: movimiento.
Y habrá que seguir, Dilan, a defender esos motivos que te llevaron a marchar y a correr y a esquivar los gases. No todos pueden estudiar, por lo tanto, hay que alzar la voz por ellos y para que no muera tu lucha, que es la de tantos inconformes y desahuciados sociales. No todos pueden acceder a la educación pública y, es cada vez más difícil pagarse una educación de calidad en una universidad privada. Se vuelve imposible estudiar, sobre todo con estos salarios mínimos precarios con los que viven millones de colombianos y que no alcanzan ni para acceder a las trabas del Icetex.
La rabia con la que cantabas pidiendo educación es ¡grande, Dilan!, es el ejemplo para seguir exigiendo lo que nos han quitado y lo que nunca nos dieron. Seguro, también marchabas por los 18 niños asesinados en combate. Por los 162 líderes indígenas asesinados en el Cauca, Valle, Nariño y Antioquia. Por los cientos de jóvenes que fueron subidos a un camión en Soacha y a los que les prometieron trabajo y, después, terminaron siendo asesinados y presentados como guerrilleros, unos falsos positivos. ¡Grande, Dilan! Eras un joven convencido que la educación transforma, que la paz no se hace polvo, que a las mujeres no se golpean ni con el pétalo de una rosa, que la diversidad se vive sin miedo, que los animales se cuidan, que el medio ambiente no puede seguir ardiendo más.
¿Cómo aguantaste tantos días el dolor del golpe en la cabeza que acabó con tu resistencia? ¿Cómo luchaste para seguir conectado con la vida? ¿Qué te motivaba? Un superhumano al que dejamos ir y del que no conocimos todo el poder conciliador que seguro estaba en tu risa. Te cansaron, los gases y las esquirlas hicieron que le perdieras interés a tu revolución. Que debe ser la de todos los olvidados. Te fuiste sin entender el mundo mezquino, porque ser joven en esta Colombia es un anacronismo que no deja comprender lo compleja que es y lo desigual y lo contradictoria.
¿Qué clase de basura hay en los cerebros de hombres que manejan el estado y que a través del Esmad matan y, además, se crea que es la manera de solucionar los problemas, matando a lo más bello: la risa que pide a gritos justicia?
Querías estudiar administración de empresas, tal vez te movía esa carrera para poder dividir la riqueza de Colombia e maginabas que se lograba una sociedad más justa donde todos tuvieran tierra, todos tuvieran dignidad.
¿Cuántos Dilan tendrán que morir para pensarse una sociedad incluyente y digna presidente Duque? ¿Cuántos? ¿Cuántos líderes campesinos faltan por matar? ¿Y cuántos jóvenes vamos a dejar que mueran si seguimos así de quietos, así de manipulables? ¿Cuánta necesidad de acumular riquezas y gobernar para los dueños del petróleo, de los bancos, del azúcar, de la palma y de los demás empresarios de este país? Y los demás ¿estamos condenados a ser los peones del caudillismo a seguir en esta Colombia feudal? ¿Qué tanto hemos hecho para construir equidad… los estudiantes, los profesores, los padres de familia, la sociedad en general? Nos faltó hacer más por ti, Dilan; tal vez faltó comprometerse con las luchas sociales y las peleas por los derechos humanos. Falta luchar por el medio ambiente, por la diversidad, porque la muerte de Dilan y la de cientos no quede impune y nos motive a marchar para creer que es posible construir una sociedad sin mezquindades y que un asesinato así, jamás vuelva a ocurrir. Nos falta proteger con ahínco a estas semillas que crecen entre tonalidades de verdes (la juventud) a la que no hemos permitido que se cultiven y se cosechen.
Posdata:
Dilan.
Las nubes se ven desoladas mientras nos despedimos ahora, diría Li Zhigang en un poema al referirse a esta despedida, imaginemos que pudo haberlo escrito para acompañar tu viaje. No solo las nubes, la lluvia debe estar reprimida en algunas ciudades, en otras debe haberse soltado porque no aguantó el dolor y no pudo estar más sostenida sobre las cirrus (el llanto de las nubes.) El sol arderá con fuerza donde la lluvia no haya ganado terreno. El viento en toda Colombia nos recordará, cuando nos llegue tenuemente sobre el rostro, que será el aviso que algo nos falta por hacer para que comience de verdad. ¡La hora del pueblo, la hora del grito!
[1] ¿Se sabrá la condena de quién mató a Nicolás, a Jhonny, a Óscar, a Miguel? ¿Quedará impugne la muerte de Dilan?