Me genera preocupación la mente de las personas que vigilan a sus vecinos, que los acusan porque salen sin tapabocas al parque, porque escuchan música y beben, porque se ríen y hacen fiestas…
"¡No estamos de paseo!”, grita la alcaldesa Claudia López cuando alguna familia intenta salir de la ciudad en su auto con sus tapabocas y tomar algo de aire libre con niños y perro.
Una cosa es autoprotegernos de un virus —como todos lo estamos haciendo con tapabocas, gel, hipoclorito y demás— y otra bien diferente es condenar cualquier asomo de felicidad o la posibilidad de tener un espacio alegre o de correr en un prado y tal vez trepar un muro…
"¡No estamos de paseo!”, vuelve a gritar la alcaldesa con su megáfono, preocupada por vigilar y castigar.
La visión de ciudad y de protección que tienen muchos gobernantes locales es más cercana a la dictadura comunista que a la cultura ciudadana. Fue por eso mismo, por cuidarlos, que Hitler, Stalin, Castro y Maduro accedieron al poder total, desmoronando economías y millones de vidas.
En medio de tanta dictadura local “políticamente correcta” que pretende salvarnos —no ya de un virus— sino de nuestra libertad, deseos y sueños, así sea a regaños, gritos y decretos, sorprende que una ciudad como Medellín haya logrado ganarle la batalla al virus sin acabar su economía y sin castigar a sus ciudadanos. Todo con lo que ellos llaman la “cultura metro”, que tienen desde hace dos décadas.
A los demás colombianos nos toca armarnos de paciencia. Ni qué decir de los adultos mayores de 70 años, ahora confinados a “casa por cárcel” durante tres meses más, como si el país que tenemos (con su industria, comercio, gobierno y cultura) no hubiera sido hecho con el trabajo y el sudor de estos mayores que ahora pretenden “cuidar” en un desagradecido aislamiento.
Por lo pronto, que quede muy claro: si va a salir al mercado o a pasear el perro, deje en casa la sonrisa, no vaya a ser que se note su felicidad y entonces el megáfono de López se lo recuerde: “¡No estamos de paseo!”.