Cuando en unas elecciones cruciales para la vida y el progreso de una nación, de 39 millones de votantes solo lo hacen 22 millones, se hace fundamental y necesario encontrar cuales pueden ser los motivos y razones que esgrimen los 17 millones restantes que se abstienen.
La no participación de los votantes habilitados en la toma de las decisiones políticas están dejando en evidencia que la supuesta democracia tiene unas fallas sociales enormes y que por culpa de ellas no se logra atraer a casi la mitad de la población de un país que se ha caracterizado por la corrupción, la injusticia y la inequidad.
Los dirigentes que se ofrecen a gobernar no saben captar la atención y la confianza de esos muchos ciudadanos, hastiados de unos comportamientos normalizados y arraigados entre unas clases dirigentes incapaces de convencer a esa masa gigantesca de votantes.
Vemos entonces que estamos frente a unos comportamientos extraños y hasta disruptivos de parte de unas sociedades.
Al tomar estos comportamientos y transformarlos en decisiones de vida se están yendo en contra de su propia realidad, porque toman decisiones absurdas y sin sustento racional en momentos claves de su historia.
Esto es caer en el juego de dirigentes y movimientos políticos irresponsables quienes, en favor de sus beneficios personales, saben cómo enardecer a un pueblo ignorante de los caminos que toman, al dejarse conducir por las pasiones y por emociones provenientes desde los intestinos, para significar que son muy poco racionales.
Hoy Colombia se está viendo abocada a una segunda vuelta electoral entre dos candidatos diametralmente opuestos:
Uno e Gustavo Petro quien se postula como representante de las ideas socialdemócratas y liberales pero que el establecimiento y las clases dominantes de derecha se han encargado de señalar de comunista y guerrillero.
El contrincante, Rodolfo Hernández, un personaje con maneras de comportamientos alejados de los moldes normales dentro de los parámetros éticos, al tener reacciones violentas e inmorales, expresiones fascistas e irracionales, misógino e indecente pero al que una gran parte de la población ve con buenos ojos.
Ven en un personaje como Rodolfo, autoridad, inteligencia y moderación, además de encontrarse en total disposición de recibir en su campaña a los seguidores incondicionales del candidato del uribismo y del gobierno actual quienes representan a la derecha.
Además ha aceptado a los de los movimientos religiosos y conservadores que, al endosarse en su campaña sumarían casi 12 millones de votos, en contraprestación de los 8,5 de votos que alcanzó el candidato progresista.
Al considerar lo anterior, también podrá añadir en esa suma los 600 mil votos en blanco y nulos, como igual los 800 mil del candidato de centro, una posición política que aglutina a personas no extremistas.
Ante esto, parece que la única opción que le queda al candidato Petro es atraer a una buena parte de esos 17 de millones de ciudadanos indiferentes y apáticos con su propia realidad ¿De aquí al 19 de junio a cuántos de ellos podrá atraer? He ahí el dilema.