Andrés Peña, en una columna en este mismo portal, define los progres con precisión: “Su rasgo más distintivo es su constante cultura de la queja. Siempre responsabilizan a otros de lo que pasa. Nunca son culpables de nada. Siempre son víctimas de un sistema opresor, culpable de sus desgracias, llamado capitalismo. O algunos otros sectores más ridículos y radicales lo denominan ''heterocapitalismo patriarcal''. Critican al capitalismo por los problemas en la comodidad de un sofá y detrás de una pantalla. Su lucha es de teclado, de likes y dislikes, de comentarios, de retuits, de videoblogs, de estados de Facebook, de trinos. Creen ser acreedores incuestionables del Estado. Muy al contrario a su estilo de vida, creen que el socialismo es la mejor opción para un mejor porvenir.” Los progres siempre piensan que la verdad de ellos es la objetiva. No obstante, la sentencia de Churchill que el que no es progre a los 20 no tiene corazón, y el que a los 40 sigue siendo progre no tiene cerebro, los progres se encuentran a cualquier edad. Muchos progres, ya sea como funcionarios o contratistas, no confiesan que durante los últimos cuarenta o cincuenta años han sido beneficiarios directos del Estado, o sea lo que denominan el “andamiaje represivo, excluyente y lleno de privilegios para unos pocos.” Y son precisamente estos exfuncionarios y contratistas que más se han aprovechado de crear un sistema pensional inequitativo y desequilibrado. El analista Armando Montenegro, en reciente artículo en El Espectador (Dic. 15/19), afirma: “Ante la exigencia de algunos líderes del paro de que no haya ninguna reforma pensional, varios analistas han señalado que detrás de esa pretensión se puede esconder el interés de mantener congelada la injusta situación actual que beneficia desproporcionadamente a empleados y funcionarios públicos de las clases medias y medias altas, todos ellos con salarios relativamente elevados (frente al menguado ingreso de los pobres de Colombia). Marc Hofstetter, profesor de la Universidad de los Andes, en un escrito en La Silla Vacía (La Silla Llena, “Blogoeconomía”), nos ha señalado que, detrás de la engañosa retórica de la defensa de los intereses populares, algunos grupos que salen a la calle no buscan el beneficio de los desposeídos, sino la preservación de los privilegios de una élite de empleados públicos que les disputa recursos fiscales a las élites tradicionales del país, las que reciben exenciones y otros favores.”
En un reciente ataque a la revista Semana, que durante décadas tenía exclusivamente columnistas de izquierda, una progre fustiga el hecho de que hayan entrado en dicho medio algunos columnistas de centro y centro derecha. Para ella, indistintamente que el semanario siga manteniendo una mayoría de columnistas de izquierda, la revista perdió toda objetividad. “Se está llenando de esos columnistas de extrema derecha que muchos colombianos progresistas sentimos que refuerzan esas posturas que gran parte del país quiere cambiar”, afirma la opinadora. O sea, si una publicación no tiene el 100 % de columnistas progres, es una revista derechizada que carece de toda objetividad.
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La principal característica de un progre es la incoherencia. Y discutir con ellos es una tarea titánica
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La principal característica de un progre es la incoherencia. Y discutir con ellos es una tarea titánica. La politóloga guatemalteca, Gloria Álvarez, así los retrataba en reciente entrevista cuando le preguntaron cómo hablarle a un progre: “Con mucha paciencia y utilizando mucho método socrático.… esquivan tanto el debate de las ideas. Y ahora estamos viendo en las redes sociales que el progre utiliza mucho el insulto, el ataque ad hominem, a la persona, y nunca a la idea porque precisamente le rehúye a la argumentación, a utilizar evidencias, estadísticas, datos, hechos históricos.”
Y si quiere ver amigo lector un progre en acción, asista a un próximo “cacerolazo”. Porque ellos estarán listos a marchar a toda hora, con excepción de los momentos que dedican a cobrar sus sueldos, emolumentos, dádivas y pensiones que al final del día terminamos pagando nosotros los contribuyentes.
