De la planta docente de la Universidad de Sucre el 70% son profesores catedráticos, hoy mayoritariamente vinculados bajo la modalidad de trabajo por hora cátedra, llegándose a tener maestros que tienen hasta 20 horas de clase a la semana. Esta es una situación dolorosa desde una perspectiva social, más aún en una zona donde el trabajo calificado es escaso y la contratación estatal es la mayor fuente de empleo formal.
Ahora bien, la Universidad de Sucre no es la única del país que sufre este fenómeno de explotación laboral que tiene la educación pública superior, existe en todas la universidades con más o menos diferencias. Se arguyen razones presupuestales, desfinanciación de la educación pública superior, como si estas variables justificaran negar el derecho al empleo digno que tienen los profesores que se encuentran inmersos en esta problemática y como si la educación no fuera un derecho fundamental.
Más triste aún, además de las obligaciones que impone ser un buen formador de las nuevas generaciones de profesionales de la región, es la modalidad temporal utilizada. Si logran trabajar el año completo solo reciben salarios durante ocho meses, es decir que logran una vinculación de cuatro meses al semestre, sin tiempo completo, con una carga laboral extenuante, con un número de alumnos por curso que en promedio podrían ser 30, pero que tratándose de cursos iniciales podrían llegar a ser 50.
Si bien se dice que se abren concursos para vincularlos a planta, estos no tienen en cuenta que muchos de ellos llevan muchos años trabajando de esta manera, que las exigencias a veces rebasan, sin necesidad, las calidades formativas que ellos poseen, y se desconoce que su trabajo ha sido fundamental para los procesos académicos que históricamente se han tenido.
Su capacitación debe ser una iniciativa personal, porque la universidad no les apoya ni les financia los posgrados que posteriormente se exigen para concursar, es decir, maestría o doctorado. Menos aún existe una política para incentivar la investigación o las publicaciones que ellos pudieran desarrollar. Abandonados académicos en todo el sentido de la palabra.
Al momento de concursar para trabajar en las asignaturas que vienen desarrollando durante muchos años su perfil no es el perfectamente adecuado. No obstante, si el concurso queda desierto son estos derrotados los que vuelven a trabajar en lo mismo que el concurso les ha negado.
Estos catedráticos sobreviven un año entero con lo ganado en ocho meses, sus salarios, comparativamente son mucho menores a los que reciben los docentes de planta por el mismo trabajo, se les pagan de acuerdo a una normatividad diferente a la que nacionalmente se aplica a los docentes de planta (Decreto 1279 de 2002). Esperan pacientemente que algún día su situación mejore, sin decir nada, por temor a perder el “empleo”.
Los profesores catedráticos de hoy son los verdaderos héroes de la Universidad de Sucre: 70% de la formación depende de su trabajo, 70% de la academia está en sus manos. Hay que recordar que la Universidad de Sucre está ubicada en una zona abatida por el conflicto armado, con una alta corrupción, con altos niveles de pobreza y bajas opciones laborales. Por lo tanto, la Universidad de Sucre tiene una importante labor social, y como tal debe permanecer transparente en sus procesos administrativos y fiscales, libre de corrupción e injerencia politiquera.
En consecuencia los héroes de la Universidad de Sucre deben ser resarcidos con un cargo digno, ya que sin ellos no será posible formar estas y las nuevas generaciones de sucreños. Además, se debe recordar, como se entiende de lo planteado por Sebastián Pacheco Jiménez (15 de octubre 2017), que: cada nuevo estudiante es un joven menos a merced del conflicto. Cada joven que entre en la educación es una persona con menos probabilidad de permanecer en la pobreza.