Desde que tengo memoria el poseer un "Javeriana", "Andes", "Externado" o "Sabana" adornando con luces centelleantes el estudio universitario cursado es sinónimo de grandeza, de vanagloria y de un profesional apto en todo el sentido de la palabra para asumir grandes responsabilidades en la sociedad que lo acoja. Por eso no es raro toparnos con representantes de estos claustros educativos en el siempre postergado sector dirigente de nuestro país. No más basta con mirar el gabinete de ministros del actual presidente Juan Manuel Santos para constatar la perpetuidad de las universidades de élite Colombiana en el poder.
Por supuesto, las universidades representativas del país forman a sus estudiantes de modo tal que sean capaces de tomar sin miedo y con fuerza las riendas del país pujante que los vio crecer, o en muchos casos, los vio llegar al poder sin dificultad. No se niega la búsqueda de la perfección intelectual, algo que inculcan en cada alumno haciéndoles saber que sobre ellos recaerá la labor de sus egresados, pero si se les critica la falta de humanismo impartida en sus cátedras. ¿Acaso los actuales casos de corrupción y búsqueda de intereses propios se relacionan con los profesionales que llegan al poder? Lastimosamente diría que sí.
De alguna forma la misión de los claustros académicos se está volviendo en contra de la misma sociedad que los cobija y los beneficia en sobremanera, o así lo demuestra el economista de la Universidad de los Andes Gabriel García, quien deja una vez más en la casilla más baja del ranking inexistente de "Universidades Formadoras de Personas" a su alma mater, junto con Sabas Pretelt con su ya olvidado caso de Yidispolítica pero no únicamente los Andes tiene cabida aquí, Ernesto Samper, egresado Javeriano y expresidente de Colombia a quien se le reconoce por el proceso 8000 y los asesinatos a opositores de su presidencia, y cómo olvidar a Uribe Noguera, un arquitecto javeriano que olvidó tomar la clase de "Principios morales y otras cosas poco importantes II". Por lo que entonces cabe hacernos la pregunta, ¿cómo se está educando a los profesionales?, ¿acaso ven con una intensidad horaria increíble "métodos para el enriquecimiento ilícito"?, ¿O bien prefieren la materia electiva de "Cómo no gobernar un país"?.
No podemos negar que las universidades de élite nos han dado grandes emociones y motivos de orgullo por la calidad y excelencia de sus egresados que curiosamente, se destacan en ámbitos por fuera de la política. Pero entonces, ¿están educando personas que miran de cara al prestigio y al enriquecimiento y le dan la espalda a lo que verdaderamente importa?, ¿dónde queda el “…afianzar la conciencia de sus responsabilidades sociales… y apoyar la actividad investigativa que contribuye al desarrollo del país…” que se promulga en la misión Andinista en el campo político?
Ahora bien, es de estos tiempos que los bachilleres salgan con impulsos de enriquecimiento ilícito, de pereza extrema y de un aparente velo que les impide ver más allá de sus estudios básicos y los ciega condenándose y con ellos, a nuestro país a sufrir la inclemencia de la ignorancia y mediocridad de sus ciudadanos. Esto nos hace pasar de las universidades de prestigio que dominan el país, a la educación básica y secundaria que les otorga el material en bruto a las primeras, y bruto en todo el sentido de la palabra. Tanto así que, para la facultad de Derecho o Economía de las mencionadas en cuestión, se les hace imposible en tan poco tiempo formar a personas realmente útiles para la sociedad.
