Desde la época de los clásicos en el Siglo XIX, se dijo que los factores de la economía son tierra, capital y trabajo y, desde entonces, el análisis político de la economía se centra, principalmente, en los factores capital y trabajo, examinando la contribución de cada uno en el producto bruto y, por supuesto, en la irrigación en el conjunto de la economía de los ingresos que generan las actividades de estos factores.
Mediante el uso de los aparatos ideológicos, principalmente los medios mercantiles de comunicación social, se ha hecho creer a la sociedad que el factor capital es como caído del cielo, que es la mano de Dios, que su bondad está por encima del bien y del mal, que toda la comunidad le debe agradecimientos porque este factor es el que genera empleo, alimenta la oferta de bienes y servicios en el mercado y propicia el progreso.
No obstante, en la realidad, casi siempre se observa la preocupación de quienes poseen capital y no encuentran el recurso humano necesario para poner a trabajar el recurso financiero. Pues el factor capital es inerte y no genera vida en sí mismo, si no se le inyecta el factor trabajo, que dinamiza la actividad económica del mismo. Lo demás, es caer en el capitalismo rentista, que hoy tiene la economía mundial en las puertas del colapso.
También desde la época de los clásicos, se dijo que la riqueza, o el valor, que ya acumulado se convierte en capital, proviene del trabajo humano, por lo que en el siglo XVII, se produjo la acumulación originaria de capital del mundo, base del sistema capitalista, gracias al trabajo de los artesanos, así como en Colombia, la acumulación originaria ocurrió gracias a la producción de café, realizada durante un siglo, desde finales del siglo XIX.
Ante la creencia generalizada del supuesto altruismo o generosidad filantrópica del capital, sus propietarios se han creído los hijos mimados de la sociedad, los privilegiados que están por encima de los demás humanos, los dueños del Estado, a quienes se les debe rendir pleitesía porque al capital se le debe la vida misma.
Pero se oculta el papel del trabajo humano en la construcción de este recurso y, principalmente, se esconde el hecho de que, si no hay capital, el trabajo humano, solito, puede generar los bienes y servicios necesarios para la subsistencia, mientras que el capital, solito, es un elemento estático en la economía.
Entonces, la amenaza de la fuga, o de la llegada capitales del extranjero, no tiene la connotación o mérito que publicitariamente se ha dicho; porque, puede causar efectos de corto plazo, pero no constituye el factor total del sostenimiento de la economía.
Ante el inminente derrumbe del modelo neoliberal en el mundo, que probablemente sucederá en esta misma década, lo que Colombia necesita es implantar una estructura propia que, basada en el capital humano, consolide el aparato productivo y disminuya la dependencia que tiene frente a las fuerzas internacionales, que, como lo estamos viendo, causan enorme golpe a la situación nacional con los movimientos globales.
Parece que, este país, y tal vez todos los del mundo, lo que necesitan es volver a cerrarse para que cada uno por su cuenta luche por la consolidación de su economía independientemente de las fuerzas globales, recurriendo al trabajo humano para reconstruir la acumulación de valor suficiente, y así aprovechar eficazmente los verdaderos atributos del capital.
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