Prodigios en China (III)

Prodigios en China (III)

Al llegar a una ciudad de ese país, cualesquiera sean sus dimensiones, se tiene la sensación agradable de limpieza y seguridad. Un vistazo al tema

Por: Ignacio Coral
octubre 03, 2018
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Prodigios en China (III)
Foto: Pixabay

Es un hecho que sorprende, pues con tanta gente y medios de transporte en ellas, tanto establecimiento comercial y de comidas como los hay, la limpieza y el aseo impactan.En calles y avenidas, parques y autopistas, estaciones de metro y escenarios públicos, barrios y condominios no se ven basuras arrojadas al suelo, arrumes de escombros de construcción o suciedades de animales. De lograrlo se ocupan máquinas de aseo, camiones recolectores y recipientes de basura colocados por donde se deambula y por supuesto “escobitas”, hombres o mujeres que madrugan a realizar la limpieza pública y a estar atentos a tener aseados el sector que les corresponde. La pulcritud de las personas que comentábamos en el artículo anterior, se traslada por igual a la ciudad que los alberga. Por supuesto que ello no es gratuito y debe obedecer a una clara política gubernamental y de respuesta ciudadana, que no escatima la crecida inversión económica que el aseo público demanda.

Entre 6 y 7 de la noche la ciudad se convierte en un espectáculo luminoso de colores. Luces por doquiera, la convierten en una navidad occidental permanente. La policromía luminosa resplandece en las calles y es más vistosa en las avenidas centrales. De postes y árboles cuelgan adornos de variada composición, los salientes de los edificios y aleros de las casas se aprovechan para que las luces jueguen combinándose entre sí, en movimiento constante. Al espectáculo de color se suman los letreros y avisos de los establecimientos, cuyas leyendas en caracteres del idioma chino, se aprovechan para el multicolor juego de luces. Los monumentos, fuentes y lugares históricos son los preferidos para montar el espectáculo luminoso y son innumerables los paseantes entusiasmados ante semejante expresión de belleza. Lástima no contar con el suficiente arte literario para describirlo, pero aun teniéndolo es mejor verlo para disfrutar su encanto.

Ver: Prodigios en China (I)

Las construcciones de la ciudad son en su gran mayoría edificios de cemento. Los hay aquellos que datan de los primeros años de la revolución, vetustos pero habitables, de tres a cinco pisos con apartamentos pequeños los más. Pero también se encuentran modernas torres multifamiliares de entre 25 y 40 pisos de altura. Estas son innumerables. Llama la atención que fuera del perímetro central, por ejemplo en Xian, Guilin o Nanjing, ciudades “pequeñas” —recordemos que albergan entre 5 y 6 millones de habitantes— y por supuesto en las grandes, hay tantas de estas construcciones, que en verdad puede decirse constituyen un bosque de torres. Seguramente ello corresponde a programas gubernamentales y privados o mixtos de vivienda, apropiados para tan populoso país.

Caso aparte son los grandes, digamos mejor grandiosos, edificios de instituciones públicas y privadas, en particular los de reconocidas firmas y empresas de nivel mundial. Pareciera que ingenieros y arquitectos estuviesen en una permanente emulación por ver quién logra el mejor diseño, la mejor combinación de cristal, cemento y acero, el non plus ultra de atractivo y otorgamiento de placer a la visión humana. Son indescriptibles las figuras arquitectónicas, los anexos de jardines, fuentes y demás colofones de la construcción que entre otras, utilizan las formas e imágenes de la arquitectura tradicional china. Imagínese el lector lo que son estas edificaciones en las noches cuando se iluminan. Beijing y en especial Shanghai ostentan ese atractivo visual.

Ver: Prodigios en China (II)

Algo más a destacar de las ciudades chinas es su arborización y zonas verdes. La ciudad de cemento queda inmersa en el verdor —recuérdese que estamos en pleno verano— de los árboles que bordean las calles de manera continua, al igual que sucede en avenidas y autopistas. Agréguense a ellos los parques y zonas verdes que le dan frescura al ambiente y compensan la fuerte polución de las ciudades industriales. Los parques son los sitios preferidos por la gente para realizar sus ejercicios físicos. Grupos de la tercera edad se reúnen para practicarlos, mientras los más jóvenes trotan, corren y se unen a aquellos para ejecutar los armoniosos ejercicios del tai chi o la danza. No es raro ver también padres de familia haciendo picnic y jugando con los niños, quienes tienen abundancia de elementos de juego y medios de diversión.

En lo que respecta al comercio se, en casi nada difiere al conocido en occidente incluidos los pregoneros. En las vías principales se suceden los almacenes de vestuario y los de comidas que son la mayoría, las tiendas y minimarkets donde se consiguen frutas y verduras, toda clase víveres y bebidas, sin que falten por supuesto, los establecimientos de artesanías, hierbas y té, las ferreterías, cristalerías y aquellos en que se prestan los comunes servicios de lavandería, reparaciones, masajes, peluquerías, etc. De estas últimas, tuvimos la encantadora y tierna experiencia de una peluquería ambulante, situada en un andén de barrio y atendida por su propietario un adulto mayor de unos 70 años. Tres personas semejantes hacían turno, mientras charlaban entre sí y con el peluquero. Este al terminar su trabajo, recogió sus implementos de trabajo, dobló la silla y partió en la moto eléctrica que tenía parqueada en el andén.

Los centros comerciales también son de los que compiten en sus diseños interiores y exteriores para hacerlos más atractivos y funcionales, son amplios y con locales en los que se encuentra de todo. Hay algunos que se utilizan más como medio de propaganda de firmas y marcas internacionales para sus ventas por internet, mientras otros se encuentran subterráneos, bajo el extenso espacio en que se cruzan las avenidas, debidamente aireados e iluminados. Respecto a estos últimos queda el interrogante de si fueron construidos para terminar o evitar las ventas ambulantes que por cierto no se ven.

En cuanto al tránsito de vehículos se refiere, hay que señalar ante todo un hecho protuberante: no se escuchan ruidos, solo el leve del rodar de las llantas. No hay pitos ni sirenas, ruidos de exostos ni rugido ensordecedor de las motos. Ello se explica por dos hechos: uno, la totalidad del parque automotor es de modelos recientes y en un alto porcentaje de los llamados de gama alta. No se ven carros ni autos viejos o destartalados. Dos, las motocicletas son eléctricas habiéndolas de todas las formas y capacidad. Circulan por un carril propio para ellas lo cual ayuda a que el tráfico siempre sea fluido pese a los normales trancones de las horas pico. Por supuesto quien conduce, no se excede o queda corto en los límites de velocidad ni habla por celular en la mano pues para ello tienen sus dispositivos personales o internos del vehículo.

Finalicemos este punto sobre las ciudades señalando el alto grado de seguridad existente en ellas. Dijérase que es absoluto. Ya lo referimos en el artículo anterior y ahora trasladados a la ciudad, podemos decir que quien quiera puede andar tranquilamente por sus calles y parques portando dinero, bolsas con las compras, etc. sin temores de ninguna naturaleza. La certeza de esa seguridad la reafirmamos en Suzhou —la Venecia china—, cuando por una errada indicación debimos atravesar la ciudad por zonas poco iluminadas y solitarias, alejadas del centro.

Razón tiene nuestro hijo, el intérprete en el viaje, al escribir lo que podría decirse de cualquiera de las ciudades que visitamos y él lo refiere a Zhangjiajie: "solo un paisaje con el olor de la hierba húmeda y un río que fluye desde el cielo. Es el reflejo de la tranquilidad”.

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