Prodigios en China (II)

Prodigios en China (II)

En occidente hay muchos mitos mentirosos sobre este pueblo y no cabe duda de que en la medida que acreciente su poderío la propaganda antichina se incrementará

Por: Ignacio coral
septiembre 27, 2018
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Prodigios en China (II)
Foto: Pixabay

Las experiencias personales que vivimos con mi esposa y mi hijo en nuestro viaje por China verifican la realidad de estar en un país con una “sociedad moderadamente acomodada”, una comunidad humana sin pobreza alguna y en permanente elevación de su nivel de vida, como lo registran los informes nacionales e internacionales, a los que nos referimos en el artículo anterior.

Es pleno periodo de vacaciones de verano y son inmensas las riadas de gentes que colman aeropuertos, estaciones de trenes, sitios turísticos, plazas y calles de ciudades grandes y “pequeñas”. El ambiente es de alegría, el habla rápida y en tono alto, pero sin gritos, la actitud general es amistosa. No se observan malos talantes ni menos procederes rechazables. Los vestidos son de temporada, con telas vistosas adecuadas para soportar altas temperaturas. Las mujeres usan vestidos amplios, a media pierna. Los shorts quedan para las jovencitas que los portan con camisetas no ceñidas.

Ver: Prodigios en China (I)

El turismo nacional está en auge y no cabe duda que la gente tiene medios económicos para disfrutarlo. En todas las ciudades y sitios de atracción se ven grupos de ancianos, jóvenes, niños y parejas, varios autoidentificados con camisetas, gorras o sombreros de colores y diseños iguales, lo que les permite mantenerse juntos y no perderse en el maremágnum de personas, autos y buses. Quienes no viajan por su cuenta lo hacen en un grupo de excursión con un guía cuyo imán de cohesión es una banderola, de la cuales se ven cientos por doquier.

Las filas para compras de tiquetes de entrada a los escenarios de visitas y las del ingreso correspondiente, son largas pero fluidas. La presencia de turistas nacionales es tal, que uno debe esperar al menos de una hora a que le llegue el turno. Sin embargo nadie se desespera, no se oyen gritos de venta de boletas o de puestos en la fila. No hay empujones, ni tactos indelicados y mucho menos raponazos de celulares, carteras o robos de otros objetos. No se oye tan siquiera el llanto de un niño y no son pocos los de brazo y los mayorcitos que acompañan a sus padres. ¿Cómo lo logran? El orden y la disciplina, al parecer son un gen cultural ancestral y definitivamente, la enseñanza confusionista sobre la paciencia, se lleva a la práctica.

Esa paciencia, disciplina y cultura se observa también en escenarios abiertos: en la venta callejera que atrae a muchos compradores, los establecimientos de comercio, restaurantes y sitios de comida, el metro y en las mismas calles. Baste señalar las corrientes de gentes que van y vienen por Nanjing Lu, la amplia y larga avenida peatonal en Shanghai que lleva a la orilla del río, en el que se reflejan las hermosas edificaciones y luces de su alrededor.

En occidente hay muchos mitos mentirosos sobre el pueblo chino y no cabe duda de que en la medida en que China acreciente su poderío social y económico mundial, la propaganda antichina igualmente se incrementará. La enseñanza jesuítica por allá en nuestros lejanos años 50, dividía las razas del mundo en cuatro: blanca, negra, cobriza y amarilla. Esta última correspondía a los asiáticos y en particular a los chinos “quienes eran perezosos, sucios, comían perros y ratas”. Esta monserga racista seguramente se debía a que ya el Partido Comunista Chino, bajo la conducción de Mao, estaba plantando sus reales en tan lejanas tierras.

Por más que uno trate de descubrirlo nunca se verá un chino amarillo. Simplezas y tonterías de occidente y de sus predicadores. El color de la piel es blanco, más o menos tenue o más oscuro semejante al de un mestizo latinoamericano. Salvo el acentuado rasgado de los ojos, el chino en su fenotipo es muy parecido, sino igual, a cualquier campesino o gente del común de estas tierras americanas. Su cuerpo es de estatura media, tiende a ser delgado, particularmente el de las mujeres.

En materia de aseo y pese a los tumultos de gentes, no se perciben olores fuertes, desagradables, ni tampoco aromas de perfumes o lociones penetrantes. Hombres y mujeres bien vestidos con ropas limpias, hacen filas o pasean debidamente acicalados. Pulcritud es lo que se observa en ellos y en particular los niños, merecen de sus padres un cuidado muy especial. Ya hablaremos de la limpieza en las ciudades en un próximo artículo.

De perezosos los chinos no tienen nada y como lo dijera el presidente Xi Jinping en su visita a Sudáfrica en julio pasado, “el éxito llega solamente a través del trabajo duro”. Quizá el único gesto de “pereza” sea el lujo que se dan de pagar sus compras mediante el celular. Este es un instrumento necesario, no solo para comunicación sino también para el comercio. Hasta el mínimo negocio tiene la aplicación correspondiente y para pagar, el cliente lo que hace es acercar su celular a un dispositivo para que la transacción o compra quede realizada. Prácticamente no hay circulación de efectivo. WeChat y otros sistemas electrónicos, tienen varios servicios vinculados a los bancos que son los que concentran el flujo de dinero. Y aunque las comparaciones son odiosas, pensemos que en Colombia apenas se está proponiendo para el 2030 aplicar un sistema similar para negocios grandes.

¿Que comen perros y ratas? Sí es cierto. Pero no se trata en modo alguno de esos animales que vemos por acá callejeando. Allá son animales expresamente cuidados y adecuadamente criados para aprovechar sus carnes como alimento tal y cual se crían los cuyes en la zona andina de Suramérica. Por lo demás sus carnes no se venden sino con pedido expreso del cliente y no constituyen platos que se sirvan sin ton ni son. Se comen insectos, alacranes, ranas, carne de culebra y otras rarezas que se exponen en sitios públicos y están al alcance de quien guste de ellos.

La comida diaria es abundante y muy variada en verduras, carnes —preferiblemente de pato, pescados y mariscos— y especias que le dan un aroma y sabor especial a los platos. Es de uso corriente acompañar las comidas con vasos de agua caliente que se sirven de entrada y es atractiva la costumbre de colocar en el centro de la mesa un recipiente que se calienta o hierve con gas, en el que se cocinan los alimentos que comparten los grupos de familiares o amigos, siendo estos mismos los encargados de mantener el recipiente lleno. Cada quien se sirve y cocina a su gusto, es lo que dijéramos, una cocina al dente.

Otra versión de la comida colectiva es la de un tornamesa en el que están los diferentes alimentos en sendas bandejas, el cual se hace girar para que el comensal se sirva a su preferencia. El pueblo chino come en abundancia, pero ello no produce obesidad ni gorduras. Es que su régimen alimentario se regla por la frescura y calidad de los vegetales, frutas y carnes y el infaltable té de variadas propiedades y preferencias, el que toman constantemente y portan consigo en termos o recipientes adecuados.

Cerremos estas notas de calidad humana, con una anécdota familiar cuya interpretación y conclusiones quedan a mejor criterio del lector:

En Guilin, una de esas “pequeñas” ciudades que albergan 5 o 6 millones de habitantes, me distraía en un parque, observando a un grupo de 6 señores cómodamente sentados bajo la sombra de los árboles, en un sitio destinado para juegos de mesa. En este caso, se jugaba con cartas de un naipe de tamaño e imágenes diferentes a las de la baraja española o al póker y se apostaban monedas en medio de charlas y risas. En eso se les acercó una señora con una niña ataviada como un hada. La señora empezó a increpar a uno de los contertulios quien siguió inmerso en el juego. Al terminar la tanda se levantó risueño, tomó a la niña y se puso a jugar con ella. La señora que seguía gesticulándole al resto de jugadores, sin parar de hacerlo, ocupó el sitio vacío y se sumó tranquilamente al juego.

Todo me imaginé menos que estuviese reclamando su derecho a jugar ella también.

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