En el vuelo de regreso Beijing-Frankfurt, que hacía después de un mes de recorrido por el gigante asiático, tuve la fortuna de leer el periódico China Daily del 11 de agosto. Allí encontré un artículo de Graham Allison y Douglas Dillon titulado La lucha de China contra la pobreza una lección para todos. Cabe anotar que Alisson es director del Belfer Center for Science and International Affairs y Dillon es profesor en Harvard School of Goverment, lo cual constituye una garantía de seriedad e imparcialidad en los datos que aportan y que son la referencia de este primer artículo.
Pues bien, señalan los autores que en 1978, según datos del Banco Mundial, cuando China tenía 1 mil millones de habitantes, el 90 % de esta población vivía por debajo de la línea de extrema pobreza, o sea que 9 de cada 10 habitantes eran muy pobres y no llegaban a tener 2 dólares diarios para subsistir.
En el 2014, 36 años después, el mismo ente evidencia admirado que la situación ha dado un vuelco total y es el 90% de los 1.3 mil millones de habitantes de China el que vive sobre la línea de la extrema pobreza. Solo un 10% se mantiene por debajo de ella, o sea de los 9 de cada 10 que vivían bajo extrema pobreza ya solo es uno.
Semejante prodigio económico concitó y sigue concitando el reconocimiento y la admiración mundiales. Ya en el 2004 Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, declaraba que los resultados logrados por China con sus propios esfuerzos constituían un reto y desafío al mundo para alcanzar tales metas. Entre 1981 y 2004 China sacó de la extrema pobreza a 500 millones de sus gentes. “Este es el más grande salto en la historia”. Y en el 2010, el mismo Zoellick declaró cumplida la misión de eliminar la pobreza en China.
Por su parte el actual presidente del Banco, el coreano Jim Yong Kim, constataba el año pasado que China ha sacado más de 800 millones de sus habitantes de las miserias de la extrema pobreza y extendió en más de una década el promedio de vida de cada uno de ellos. Así lo reconocía y como su antecesor calificó el prodigio “como uno de los grandes hechos de la historia humana”.
Según el experto en reformas de propiedad estatal Li Jin ya es una realidad que China se ha colocado en el segundo lugar de la economía del mundo y no tardará en rebasar a los Estados Unidos que ocupan actualmente el primero. La revista Fortune Global reseña en sus listas 120 compañías chinas frente a 126 de EE.UU. y 52 de Japón, que aparece en tercer lugar. “Es uno de los más rápidos crecimientos de un país desde 1995”, señala la publicación, que además pronostica que en 2019 China superará al gigante del norte en este ranking mundial.
Eliminada la pobreza, ¿qué ha seguido? Nada más ni nada menos que elevar el nivel de vida de todos y cada uno de los habitantes chinos. Para envidia del extranjero que visita el país, como lo veremos en un siguiente artículo, “el pueblo de China va tras de una prosperidad que no podrá ser detenida”. Eso es una verdad no solo incontrovertible sino también palpable y constatable.
Por una parte, el actual presidente chino Xi Jinping se ha comprometido a que en su mandato se acabará con cualquier vestigio de pobreza en su país, lo que se cumplirá en tres años, en el 2020, según lo anunció el viceprimer ministro Liu He en enero de este año. Y por otra, encontramos la resolución final del XIX congreso del Partido Comunista Chino, celebrado en octubre de 2017, en la que quedó consignado que “desde ahora hasta 2020, viviremos el período de lograr el triunfo definitivo en la culminación de la construcción integral de una sociedad moderadamente acomodada”. Para la celebración del centenario de fundación del partido en 2021 habrá culminado esa tarea y la conquista de la gran victoria del socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época”.
En la misma resolución se plantea que en la perspectiva del año 2049, cuando se cumpla el primer centenario de fundación de la República Popular China, el partido se impone y acoge el reto de “construir integralmente un país socialista, moderno, próspero, democrático, civilizado, armonioso y hermoso”. No ha habido en el mundo un país que conciba un programa que como este contemple y combine el desarrollo del humanismo y la naturaleza plenos.
Este último objetivo se visualiza en una primera etapa que arranca del 2020 y llega al 2035, en la cual se materializará la construcción integral de una sociedad moderadamente acomodada, y en una segunda que va del 2035 hasta mediados del siglo, en la que se dedicarán “15 años más de brega para lograr el objetivo señalado, vale la pena repetirlo, de un poderoso país socialista, moderno, próspero, democrático, civilizado, armonioso y hermoso”.
Dadas las características del pueblo chino, sus tradiciones históricas y metas logradas, no cabe duda que el objetivo propuesto para el 2020 prácticamente esté alcanzado y que el del 2049 no es ninguna utopía.