Como se trata de una reunión de esas que gustan en Palacio, a puerta cerrada, para después decir de ellas lo que se les antoja, nos tenemos que imaginar la de Juanpa con el Procurador Ordóñez. Y aquí va la historia.
Después del saludo inaugural, donde acaso Juanpa le recuerde al Procurador que como no está de acuerdo con su chatarra dialéctica es malintencionado, malévolo, perverso y de mala fe, Ordóñez le dirá que si es para insultos tiempo le sobra, porque a uno no lo ofende quien quiere, sino quien puede, y le propondrá el primer tema de fondo. Que sin duda será el del cese bilateral al fuego, al que ya se aproximó el Presidente afirmando que las Farc han cumplido el unilateral que de puro queridas se sirvieron decretar.
Pues Ordóñez le dirá que no está de acuerdo con él en aquello del cumplimiento de las Farc, sino con el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, que dice muy otra cosa.
Porque para Pinzón, como aparece en reportaje a El Tiempo de este domingo, las Farc siguen de lleno en “minería ilegal, narcotráfico, extorsión y reclutamiento de menores”. Olvidó el Ministro el tema del secuestro y el de las minas antipersona, le agregará Ordóñez, preguntándole a Juanpa si una organización criminal que persiste en semejantes atrocidades puede estar cumpliendo su palabra de cesar lo que ellas, tan impropiamente, llaman el fuego.
Empezará Santos a gaguear, y replicará que las Farc no han puesto bombas ni atacado en emboscadas a las Fuerzas Militares ni a la Policía. Y que los niños fueron reclutados hace tiempo, como los secuestrados que no son niños y están muertos, que las minas quiebrapatas llevan meses o años de instaladas y que lo del narcotráfico se está discutiendo en La Habana.
La respuesta no tardará un minuto: el secuestro es un delito continuado, de niños o de adultos, lo que quiere decir que se renueva a cada instante, mientras la víctima no recobre su libertad. Que de las minas se predica otro tanto y que el narcotráfico es mortal para Colombia, lo que vale decir que mientras no pare, y pare de verdad, con devolución de las gigantescas fortunas adquiridas en su ejercicio, lo peor del fuego sigue en toda su intensidad.
Juanpa dirá que no está de acuerdo y que el Procurador anda equivocado. Que mejor se hable de otra cosa. Por ejemplo, de la calumnia que le hacen de haber propuesto una especie de gendarmería rural, con guerrilleros convertidos en Policías. Ordóñez se permitirá leer la transcripción de lo que dijo en París el señor Presidente, o si se lo permite con la audición que quedó gravada para memoria de los siglos. Es que me sacan de contexto, se quejará Juanpa. Eso que dije, tal vez no lo dije, o tal vez sí, o a lo mejor dije todo lo contrario.
Pero Ordóñez tiene la paciencia inalterable de los filósofos. Y le insistirá en el tema. Porque esa idea es vieja, reiterada y evidente. Porque basta leer los acuerdos de De la Calle y Márquez en La Habana, ese par de próceres que deciden el destino de los colombianos, para concluir que la idea es antigua. Tanto como aquello de dejar las armas sin entregarlas; como lo de crear un nuevo orden en la Colombia lejana, sin policías ni soldados; como aquello de mandar el Ejército a la frontera, para dejar el campo en nuevas manos; como el proyecto de confiar las zonas cocaleras al santo protectorado de los guerrilleros desmovilizados y de los campesinos sometidos. Todo conduce al mismo llanito. Todo coincide y va para allá. Por eso está el Naranjo, es que duele decirle general, el amigo del Coronel Danilo y su compañero de aventuras, listo para manejar esa nueva policía, que sustituirá nuestros soldados en los campos. Todo le cuadra, Presidente, le repetirá Ordoñez.
Santos pregunta por su agenda y descubre que se le agota el tiempo. Que tiene cosas más importantes que hacer, que aquella de oír las impertinencias de un Procurador que no sabe quién es el que manda aquí.
Ordóñez le sonríe socarronamente y le dice que comprende sus afanes. Pero que no olvide abandonar la justicia espectáculo, que vuelva a pensar en Saludcoop, que si le queda tiempo le diga a Montealegre que muestre siquiera una, una tan sola de las chuzaditas que supuestamente tiene y que no se le apunte a la novedosa tesis jurídica de que un Presidente no necesita del Congreso ni del pueblo para reformar la Constitución, alegando que es por la paz de Colombia.
Estoy de afán, de mucho afán, balbuceará Juanpa. Y se le oirá que grita a espaldas del Procurador que sale: los de prensa, por favor, los de prensa…