¿A dónde me vine a meter?, debió preguntarse Fernando Carrillo, Procurador General de la Nación, que llegó a presidir una audiencia ciudadana para recoger quejas y denuncias de la comunidad. Dijo que en ninguna otra audiencia que se haya hecho en el país había recibido tantas denuncias. Lo estaban esperando como los hijos al padre ausente, para acusarse unos a otros, de todas las bellaquerías se han hecho en su ausencia.
Se vio el pobre Carrillo desbordado con el trabajo que le pusieron, se le agotó el bolígrafo y el cuaderno de tantas anotaciones que tuvo que tomar en el circo que se montó en el auditorio. La comunidad estaba desesperada por contarle al funcionario sus penas, porque ya en los de aquí, no confía nadie. Menos mal que la audiencia estuvo picante y polémica.
Carrillo disfrutó una tarde entretenida y animada. No faltaron insultos, acusaciones y señalamientos. Se encontró el funcionario del Ministerio Público, a un famoso periodista local, que con vehemencia, micrófono en ristre, defendió la inocencia de su esposa encarcelada por los líos de Indeportes. El comunicador le echó las aguas sucias al exgobernador y al gobernador actual, por los tejemanejes de los dineros desviados a sus respectivas campañas políticas, escenario en donde, según él, su cónyuge es una simple cabeza de turco, el eslabón más débil de la cadena que se rompe.
Y así fue pasando la tarde, el procurador Carrillo se marchó de esta noble ciudad, con su maleta cargada hasta el tope de nuestras miserias e inconformidades. “Esto no termina acá. Esto comienza aquí”, afirmó Carrillo Flórez a los asistentes, comprometiéndose a tramitar cada una de las denuncias con “justicia, equilibrio y sensatez”. Y seguro con muy pocas ganas de volver por estas tierras.