Cuando se impuso el cristianismo como religión oficial de imperio, las procesiones fueron retomadas como encuentro colectivo de las comunidades alrededor de la de, cumpliendo además una función pedagógica en una sociedad mayoritariamente analfabeta, al recordar la vida y viacrucis de Cristo por medio de sucesivas imágenes elaboradas por escultores y artesanos que también construían y adornaban los pasos.
A Popayán la tradición arraigada en la España andaluza y castellana llegó desde comienzos de la Conquista, tomando fuerza en la capital del Cauca y en la jurisdicción del territorio que abarcaba la tercera parte de lo que fue la Nueva Granada.
Así en municipios como Pasto, Timbio, Silvia, Caloto, Quilichao, Cali, Buga, etc, desde hace años, celebran procesiones, siendo las de Popayán, más celebres por lo antiguas, la pompa y orden en que se realizan.
La descentralización de las procesiones en Popayán obedece a un sentimiento de afirmación de su autonomía por parte de comunidades que ya no están tan atadas a la voluntad de las élites, como cuando la ciudad no pasaba del centro histórico y casi todos se conocían: desde los patriarcas hasta los artesanos y las auténticas ñapangas que desfilaban en las procesiones organizadas en los principales templos de la ciudad.
A diferencia de cómo hacen en España y en Mompox, desde que en Popayán dejaron de usar el capirote —cuando gracias a que cubría el rostro, en una de tantas guerras civiles del siglo XIX se camufló el perseguido Obando— el sentimiento de penitencia, que significaba el carguío, se convirtió en un privilegio y signo de reconocimiento y orgullo social.
La pompa de las procesiones principales reverdece los laureles de cuando Popayán era centro de poder y residencia de las familias más ricas del país, que controlaban la producción del oro explotado por sus esclavos.
Buscando asegurar el cielo, donaban oro, plata y piedras preciosas para la fabricación de hermosas joyas y ornamentos que engalanaban altares de los templos y las pinturas, figuras religiosas y los pasos, cuyas cofradías presidían y competían entre ellas por la belleza y suntuosidad de sus ornamentos.
El rechazo a la procesión del lunes por parte de la Junta Pro Semana Santa es un reflejo de los rezagos clasistas y burocráticos de quienes se creen dueños del poder civil y religioso. Incluido el arzobispo Marín que también las desaprobó. Sus posiciones puristas y excluyentes equivalen al Sanedrín y a los sacerdotes judíos que fueron enemigos de Cristo. Al respaldarlas los directivos de la universidad del Cauca reconocen a las procesiones como un patrimonio cultural de todos los sectores sociales de la ciudad y los habitantes y artesanos de sus barrios.
En Popayán, cada año, tienen más participación los desfiles religiosos organizados en barrios como Bello Horizonte, Yanaconas, José María Obando, Julumito, entre otros, donde sus vecinos cargan, hacen de regidores, sahumadoras, moqueros, etc. y las bandas y grupos musicales locales los acompañan.