Problemática ambiental, entre el orden ecosistémico y el desorden cultural

Problemática ambiental, entre el orden ecosistémico y el desorden cultural

El medio ambiente posee múltiples líos que deben ser resueltos, algunos son consecuencia de fenómenos naturales y otros son derivados de un cúmulo de acciones humanas

Por: Leonel Vega Mora
diciembre 04, 2018
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Problemática ambiental, entre el orden ecosistémico y el desorden cultural
Foto: Pixabay

En concordancia con la cosmovisión evolutiva que explica la teoría del Big Bang, el universo tiene una edad aproximada de 13.800 millones de años y le resta otro tanto igual. Nuestro sistema Ssolar, incluida la Tierra, tiene una edad aproximada de 4.500 millones de años y le resta otro tiempo igual mientras se agota el hidrógeno en el sol. La vida en la Tierra tiene una edad aproximada de 3.500 millones de años y es probable que perdure mientras exista el sol. La especie humana (homo sapiens) tiene aproximadamente solo 350.000 años sobre la Tierra y su sostenibilidad en tiempo y espacio dependerá en gran medida de la manera como “gestione” su desarrollo cultural, que le permita evolucionar responsable y armónicamente con la naturaleza.

La especie humana, a pesar de su corta existencia en el cosmos pero a raíz de su incontrolado y exagerado crecimiento poblacional de los últimos tiempos, es generadora y portadora de una inconveniente situación de “plaga”, que se traduce en múltiples problemas ambientales, algunos consecuencia de fenómenos naturales y otros (la gran mayoría) derivados de un cúmulo de acciones humanas que transgreden las leyes naturales del “orden ecosistémico” y que, quiérase o no, caracterizan el gran “desorden cultural” de la civilización actual, imbuida en el individualismo y economicismo de su insostenible modelo de desarrollo. Esto es que concede a los factores económicos primacía sobre los de cualquier otra índole y que la hacen ver como “un travieso bebé cósmico que aún se hace pipí y popó en la cuna”.

No se trata aquí, que por su condición de “bebé cósmico”, se exima a los seres humanos de su responsabilidad ambiental en el proceso evolutivo. Todo lo contrario. Se trata de que con su autoconciencia y gran potencial de inteligencia logre “gestionar” el suficiente y adecuado paradigma ético, científico, tecnológico y productivo de conocimiento y experiencia, que le permita ordenada, equilibrada y equitativamente su permanencia institucional, económica, social y ambiental sobre la Tierra y, por qué no, sobre el cosmos.

Ojalá aún no sea demasiado tarde para madurar, pues como van las cosas, la comprensión y solución de la problemática ambiental deberá recurrir rápidamente a una nueva opción epistemológica, que de manera amplia permita el estudio integral y sistémico de la naturaleza, desde las leyes naturales que rigen el orden ecosistémico y el orden (o desorden) cultural que recoge la experiencia humana en la naturaleza, hasta el estudio de las complejas interacciones e interdependencias existentes entre los seres humanos y los ecosistemas, opción que a efectos prácticos circunscribe a las Ciencias Ambientales, nueva área transversal del conocimiento, en mora de ser adecuadamente desarrollada por la humanidad.

Sin alarmismos catastrofistas y, por el contrario, con un gran optimismo y esperanza por un futuro mejor para la humanidad, queda claro también que, quiérase o no, una parte de la solución a la insostenibilidad del mundo actual llevará necesariamente a un fuerte control poblacional, ya sea natural o antrópico, pero que, en cualquier caso y como siempre ha ocurrido, afectará normalmente la población más débil o vulnerable. En términos prácticos, la búsqueda de la sostenibilidad o permanencia de las poblaciones en el mundo actual se configura como una gran maratón de naciones, todas en pro del desarrollo sostenible, que les permita disminuir sus vulnerabilidades institucionales, económicas, sociales y ambientales, y donde las menos vulnerables estarán en los primeros lugares y con menor riesgo de morir o desaparecer.

Por supuesto que los países más desarrollados (la gran minoría) no tendrían grandes dificultades en dicha maratón, pues, a pesar de que muchos de ellos, han construido su desarrollo a costa del sacrificio, la expoliación y la esclavitud de las naciones más vulnerables. Actualmente, han logrado un adecuado marco institucional de políticas públicas, que bien o mal orientan, dinamizan y articulan la senda de su desarrollo sostenible. No se puede decir lo mismo de los países en desarrollo (la gran mayoría), particularmente los países latinoamericanos, para quienes bien vale preguntarse:

  • ¿Cómo cambiar y mejorar dichas políticas públicas en unas naciones y Estados que históricamente se han caracterizado por ser excluyentes y no representativos de la población?
  • ¿Cómo cambiar y mejorar dichas políticas públicas en unas naciones y Estados que han sido construidos de manera incidental, cual "colcha de retazos", según los intereses de una enquistada clase económica influyente y favorecida?
  • ¿Cómo cambiar y mejorar este tipo de Estados inmediatistas con políticas públicas que varían según los intereses de los grandes grupos económicos (nacionales e internacionales) y los compromisos burocráticos de cada gobierno de turno?
  • ¿Cómo cambiar y mejorar este tipo de Estados centralistas, sin visión de futuro, sin un ordenamiento territorial (político, administrativo, económico, social y ambiental) adecuado a sus condiciones y posibilidades ecosistémicas y culturales, y, más aún, sin políticas públicas estatales de mediano y largo plazo, diferenciales y específicas a cada gran categoría ecosistémica y cultural?

La respuesta a estos interrogantes habrá que buscarla en la historia de cada nación, pero en la práctica, a futuro habrá que construirla en la concepción misma de las políticas públicas, que como vectores del "desarrollo" obedezcan a la visión, participación y consenso de toda la sociedad, para que orienten, dinamicen y articulen la gestión hacia el logro del desarrollo sostenible, es decir, hacia la minimización y/o eliminación de las vulnerabilidades.

Pero no una sociedad cualquiera, sino una sociedad informada, que haya aprendido y entendido que los intereses colectivos deben primar siempre sobre los intereses individuales y que, para garantizarlos, al margen de cualquier consideración y manifestación política que les sea contraria, es fundamental la aplicación mínima de unos principios éticos de respeto y responsabilidad con el medio ambiente.

En definitiva, con relación a la problemática ambiental se puede decir que:

  • Se configura entre el orden ecosistémico y el desorden cultural.
  • Es inherente al ser humano, “maravilloso bebé cósmico” que a pesar de su capacidad de autoconsciencia y gran potencial de inteligencia adolece aún en alto grado de la organización, experiencia y conocimiento suficiente sobre el cosmos, sobre los ecosistemas y sobre sí mismo, descuidando muchas veces su responsabilidad ambiental para trasegar de manera sostenible el tramo evolutivo actual que le corresponde, poniendo en riesgo sus posibilidades de crecer, ser niño, ser joven, ser adulto, y por qué no, nacer al universo.
  • Más que una problemática de carácter técnico y científico, corresponde a una problemática de carácter político y de gestión, que se origina en el descontrolado crecimiento poblacional, se potencializa en el injusto e inequitativo ordenamiento y acceso a los bienes y servicios de todo tipo por parte de la sociedad, se materializa en una vulnerabilidad multidimensional generalizada de la población.
  • Está relacionada directamente con los paradigmas e insostenibles modelos de desarrollo del mundo actual, caracterizados casi siempre por acciones antrópicas de “concentración”:
    • Concentración de población en grandes centros urbanos y por supuesto, en los cinturones de miseria que conllevan.
    • Concentración de riqueza y poder en unos pocos que históricamente se han arrogado el uso y/o explotación de los bienes y servicios ecosistémicos.
    • Concentración de contaminantes que sobrepasan las tasas de resiliencia de los ecosistemas receptores como consecuencia de la generación y disposición incontrolada de residuos líquidos, sólidos y gaseosos.
    • Concentración de mitos mediáticos que a su vez concentran cosmovisiones metafísicas, amañadas y excluyentes.
  • Desde la óptica sistémica aquí tratada, la solución a la problemática ambiental sería posible a través de la formulación, implementación y desarrollo de un marco institucional de políticas públicas (Estado), que, fundamentado en un adecuado paradigma ético, científico, tecnológico y productivo de conocimiento y experiencia, permita desconcentrar la presión antrópica sobre el medio ambiente, mitigando y/o eliminando las diferentes vulnerabilidades que aquejan la sociedad actual y encauzando la senda del desarrollo sostenible.
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