Se ha hecho demasiado ruido por el tema de la proyectada reserva van der Hammen pero poco o nada se ha tenido en cuenta el drama ambiental que hace más de 50 años se da en el valle del rio Tunjuelito. Si hay un lugar que necesita urgentemente inversiones billonarias para restauración ambiental este sector de la ciudad.
Hace 50 años aún existían los Estoraques del valle del rio Tunjuelito: un área de formaciones naturales espectaculares debidas a la erosión que evocaban un paisaje desértico. Eran una atracción turística y un hito que aparecía repetidamente en libros de geografía, en postales y en fotografías debido a la impresión que generaban en quienes los visitaban.
Por desgracia no hubo vecinos influyentes como los de la reserva Van der Hammen que los defendieran y en los años 70 los estoraques fueron destruidos para hacer canteras: de ellos no queda absolutamente nada, ni siquiera la tierra que los sostenía. En su lugar está el vacío de unos enormes cráteres de los que se han sacado miles de toneladas de arena y gravilla que sirvieron para construir los edificios y casas donde viven actualmente todos los bogotanos: todos los habitantes de esta ciudad contribuimos en algo a su desaparición.
Por si fuera poca la tragedia de los estoraques en 1988 se creó el relleno Sanitario de Doña Juana con la promesa de ser una solución óptima para el manejo de los residuos de la capital, con los que obviamente todos contribuimos. Algunos recordarán las notas periodísticas de esa época que hablaban del manejo tecnificado de la operación y de los planes futuros de recolectar gas como combustible: esos cuentos se vinieron abajo (como la basura del relleno) en 1997 cuando el olor nauseabundo de una explosión de residuos inundó todo el valle y un vasto sector del sur de la ciudad.
Cuando parecía que no podía pasar nada más los cráteres se llenaron de agua por la inundación repentina del río Tunjuelito en 2002: esas aguas estancadas generaron epidemias recurrentes de mosquitos afectando durante años a los barrios a su alrededor. Esas lagunas artificiales (y accidentales) permanecen, pero a pesar de la belleza superficial están alimentados por agua contaminada de las alcantarillas y de los lixiviados del relleno sanitario vecino.
Esta mañana los vecinos del relleno de Doña Juana, quienes han sido las victimas más sufridas de toda esta odisea, se levantaron a bloquear el ingreso al relleno sanitario y se enfrentaron a la policía. Un gesto desesperado después de años de soportar los efectos ambientales de tener la basura que todos los bogotanos botamos a diario.
Aprovechando esta situación, que potencialmente podía llegar a titulares, políticos oportunistas hicieron fiesta en las redes sociales con “denuncias” que hacen entender que esta problemática de medio siglo surgió solo en esta alcaldía, ¿los otros 48 años de este asunto qué? Recordemos que durante la alcaldía anterior se habló mucho de las basuras pero nunca se implementó una solución real al problema del relleno y mucho menos de las canteras abandonadas.
Lo que sí hizo la alcaldía anterior fue embolatar los problemas del valle del Tunjuelito de la agenda de pendientes exagerando la urgencia de la reserva Van der Hammen: un proyecto que llevaba más de 12 años en la nevera sin que su tardanza hubiese afectando tan gravemente a la ciudad como si lo habían hecho los 15 años que ya llevaba la problemática de la explosión del relleno en ese momento.
La cuestión para el alcalde de ese momento es que el tema de la reserva si llamaba la atención, si producía rating porque hay vecinos importantes y de los medios de comunicación interesados en mejorar su medio ambiente: entre todos convirtieron la reserva en el único problema ambiental importante para la opinión pública, en el generador de “trending topics” que acapara toda la atención a pesar de no tener efectos ambientales perversos y permanentes como el relleno de Doña Juana.
La realidad es que mientras que la reserva puede esperar porque es un proyecto de conservación de unas áreas de terreno que desde el año 2000 han permanecido inalteradas y que pueden permanecer así durante muchos años más, los problemas de las canteras y del relleno son literalmente explosivos, afectan el medio ambiente y crecen día a día con efectos bastante nocivos que exigen soluciones prontas y además muy costosas. Pero para Petro era más fácil y rentable armar el show con la reserva además de que se cobraba viejas cuentas con el entonces exalcalde Peñalosa.
Se habla y se debate en exceso de la reserva del norte, mientras los vecinos del sur de la ciudad sufren una pesadilla y son ignorados sistemáticamente por no ser gente tan importante e influyente como los del norte. Se les olvida que si hay un lugar que necesita urgentemente inversiones billonarias del distrito para restauración ambiental es el valle del río Tunjuelo que le ha dado todo a la ciudad.