Corporativista, como es el gobierno del encargado en la presidencia de Colombia, se había demorado en darle rienda suelta, al grosero afán de lucro de sus patrocinadores y asesores, los directores y directoras de los grandes gremios económicos de Colombia. Ya dueños del servicio público de salud colombiano, ahora quieren ir por el proceso de vacunación, dizque para acelerar el improvisado, irresponsable y fallido proceso de inmunización contra la peste causada por el SARS-CoV-2 o COVID-19 que llaman.
Oportunistas, como son patrocinadores y patrocinado, tanto gremios como el gobierno Duque, no se atrevieron antes a poner en un decreto presidencial de emergencia la autorización para que el empresariado colombiano, agremiado en la Andi, Fenalco y demás, se encargara de la compra venta de las vacunas contra el COVID-19, sino que esperaron el momento preciso, cuando la desesperación, el desempleo, la pobreza y/o el excesivo encierro, que padecen colombianos de todo tipo, se juntara con la improvisación calculada de Duque, para crear la demanda ideal que requerían los muy desinteresados empresarios, amigos del uribismo, para, ahora sí, poder comerciar con las vacunas, eso sí, de manera desinteresada.
Ante la natural ola de críticas que suscita la muy seria intentona de privatización del proceso de vacunación, tampoco tardaron mucho en salir al ruedo, los no tan gratis defensores del gobierno. Directores, directoras, reporteros y opinadores, al servicio de la Casa de Nariño, juntaron sus voces, imágenes y textos, para justificar la loable intención de sus patrones, de volver negocio la emergencia sanitaria, con el consabido discurso de disculpas rebuscadas: que es una situación extraordinaria, que lo que hay que hacer es juntarnos todos y todas y seguir como mejor se pueda, que no hay que criticar, sino ser propositivos, que no hay que politizar las vacunas y una interminable seguidilla de “que fue que…”, todo para tratar de ocultar, por un lado, se reitera, la calculada ineficiencia de Duque y, por el otro, el afán de riquezas de los patrones de Duque y sus periodistas.
Y es que haber puesto el articulito privatizador en un pasado decreto presidencial habría supuesto haberle dado la misma autorización de comprar y distribuir vacunas a algunas alcaldías colombianas, que así lo habían solicitado, tratando, en ese entonces, de salvar a Duque y su ministro de salud, de lo que hoy se ha confirmado, es un desastroso plan de vacunación. El cálculo político-empresarial del uribismo, encontró que haber dado, en ese entonces, tal autorización, hubiera sido poco redituable, electoralmente hablando, si se tiene en cuenta que algunos alcaldes, alcaldesas, gobernadores y gobernadoras, interesadas en liderar el proceso de vacunación, no están, ni estarán, en la coalición gobiernista de centro o derecha, que aspiraría a ser gobierno en 2022.
La propuesta de privatizar el proceso de vacunación en contra del SARS-CoV-2, aunque maquillada con fines altruistas, desinteresados y muy filantrópicos, que supuestamente motivan a los gremios, no deja de transmitir una sensación de extrema desconfianza en el colombiano de a pie, sobre todo, si los periodistas encargados del enjuague de cara del uribismo, insisten en esgrimir como justificaciones, las mismas premisas que han usado siempre, respecto a la transparencia del sector privado (no olvidar Odebrecht, Consorcio de la Ruta del Sol, Electricaribe, etc.), pero, sobre todo, el desprendimiento, así porque sí, que haría el empresariado, de algún tipo de ganancia, luego de gastar millones de dólares en la compra de las vacunas, y al que solo se le pide, en letras de Juan Lozano en El Tiempo: “se le incorporen [al proceso privatizador]* algunos mecanismos realistas y sensatos de solidaridad”.
Realmente ofende que tanto la prensa afín al uribismo, como los gremios, patrocinadores y asesores del actual gobierno nacional, piensen que, además de la peste del COVID-19, la nación colombiana, también padece de una pandemia de extrema imbecilidad.
En ninguna mente, así sea limitadamente funcional, cabe el esperpento mercachifle, avaro e inhumano que plantean los, ahora sí, “desinteresados” gremios, de entregarle al empresariado colombiano, el proceso de vacunación contra el COVID-19, menos, si se traen a la memoria colectiva, los muy recientes intentos de los gremios, con el aplauso y la firma de Duque, de quitarle los mínimos legales de dignidad a la clase trabajadora en el decreto 1174, así como los proyecticos de Reforma Tributaria y Pensional. Tampoco olvidan los colombianos de a pie, que ni la Andi, ni Fenalco, ni demás gremios, musitaron un solidario “mu”, respecto a los fallidos intentos de ayuda a las grandes mayorías empobrecidas de Colombia, cuando su gobierno (el de los gremios), improvisado e ineficiente, como así lo han querido sus patrocinadores, intentó (¿?) sacar adelante los programitas de auxilio a las micro, pequeñas y medianas empresas y el muy insuficiente programa de Ingreso Solidario.
Irremediablemente, el de Duque, terminó siendo el gobierno de las minorías elitistas de los gremios, de los alienados periodistas de bolsillo y de una masa de ciudadanos desinformados y fanatizados, que ahora sí, ya no saben para donde coger, con todo y que votaron por el que dijo Uribe. Cada día más queda al descubierto el carácter privatizador e inhumano de este gobierno de los gremios económicos: el gobierno del sálvese quien pueda.
*Corchetes por fuera del texto original, tomado de: Acelerar la vacunación , columna de Juan Lozano, El Tiempo.