Han transcurrido aproximadamente 120 días desde que nos vimos obligados a confinarnos en nuestras casas, la casa de los maestros se volvió la escuela y los hogares de nuestros estudiantes se transformaron en aulas (con todo lo que ello ha implicado), con el objetivo de garantizar el derecho a la educación y evitar el contagio del COVID-19.
El trabajo de los maestros se ha triplicado, no estábamos preparados, nadie lo estaba, para asumir la educación remota (ni maestros, ni directivos docentes, ni las familias y tampoco los niños, niñas y jóvenes y menos el gobierno), la verdad es que los gobernantes, éste y los anteriores, siempre han postergado la inversión en lo fundamental y eso quedó al desnudo.
La realidad es que se habla de trabajo virtual, pero este como tal es mínimo en un país desconectado, inequitativo e injusto con la mayoría de la población. De hecho, la pandemia no ha mostrado nada nuevo, solo ha enrostrado las falencias y el abandono histórico que ha padecido la educación pública por parte de todos los gobiernos neoliberales, pero también ha mostrado la pobreza que raya con la miseria de la mayoría de los hogares de donde proceden nuestros estudiantes. Esto hace aún más difícil la situación, pues con hambre y angustias económicas, las familias no logran la tranquilidad que necesitan y que debería garantizar el gobierno a sus gobernados. No basta con la expedición de decretos, directivas y circulares, ni con que salga el presidente todos los días por televisión a mostrar cifras y acciones que la gente de a pie no percibe como reales, pues no llegan a sus territorios esas ayudas y el pico de contagio cada vez es más alto y será más, gracias a medidas irresponsables como el día sin IVA, para favorecer no a los pequeños empresarios, sino a los grandes almacenes de cadena y centros comerciales.
De hecho, y gracias a ese abandono, en lo educativo, somos los maestros los que estamos cargando sobre nuestros hombros no solo la sobrecarga laboral, sino el costo económico del internet y de los equipos tecnológicos para llegar a los pocos estudiantes que pueden conectarse, pero además, elaborar guías escritas, crear grupos de WhatsApp, responder correos electrónicos, hacer llamadas y llenar cientos de formatos con las evidencias, tan necesarias en un país donde la confianza en la palabra hace rato se perdió. Muchos de esos formatos ni siquiera son producto de consensos en los consejos académicos ni directivos. Pareciese que la pandemia lo primero que arrasó fue con la democracia escolar, el diálogo y los necesarios consensos imprescindibles para construir la ciudadanía activa y participante que transforme este sistema al que ha sacudido la pandemia, sí, aunque muchos se nieguen a reconocerlo y pretendan hacer de cuenta que aquí nada ha cambiado y por eso siguen pensando y actuando indiferentes.
Por otro lado, y en ese cúmulo de decisiones equívocas del gobierno central, uno de los temas más polémicos por lo arbitrario e irresponsable, es precisamente la intención de la directiva Ministerial número 11, que ordena el regreso a las aulas a partir del primero de agosto, bajo la figura de la alternancia y descargando la responsabilidad a los entes territoriales e instituciones educativas. Es claro que la mayoría por no decir que todas las sedes educativas no cuentan con las condiciones de bioseguridad ni los recursos económicos, ni el personal de servicios generales para ello; el gobierno lo sabe, pero le es más fácil ordenar volver a la presencialidad que asumir el costo de la conectividad y de los equipos que permitan que los niños, niñas y jóvenes estudiantes y los maestros puedan seguir desde su casa cuidando la vida y aprendiendo, no solo los contenidos curriculares que son importantes, sino los aprendizajes propios de la convivencia en familia, el autocuidado y el cuidado de sus seres queridos.
Fecode ha sido claro, aquí lo más importante es la vida de los integrantes de las comunidades educativas y si es necesario hacer desobediencia civil, habrá que hacerlo, como se concluyó en junta nacional de Fecode del 25 de junio. De hecho los padres de familia a través de sus organizaciones también han sido enfáticos en decir que no enviarán a sus hijos a la escuela exponiéndolos al contagio. Al respecto muchas secretarías de educación y otras organizaciones de directivos docentes también han manifestado su posición frente a que no existen las condiciones para el retorno a la presencialidad, ni con alternancia. Es una decisión que exige sensatez, cuestión de sentido común, responsabilidad personal y jurídica por parte de los consejos directivos en el marco de la autonomía escolar.
Otro tema importante y que debemos tener presente las comunidades educativas, es el que tiene que ver con la Renta Básica que se viene solicitando desde las centrales obreras en cabeza de la CUT, Fecode y algunos congresistas. Este tema es cuestión de justicia social pues hoy el dilema es quedarse en casa para evitar el contagio y aguantar hambre con sus hijos o salir a buscar el sustento, arriesgándose al contagio. Esa situación es inhumana y no puede persistir.
Finalmente, quiero saludar el compromiso del magisterio de Cundinamarca y el país, con nuestros jóvenes estudiantes, también el de las familias y cuidadores, a la vez hacer un llamado a algunos integrantes de las comunidades educativas que se resisten a entender que estamos viviendo una etapa de total anormalidad, incertidumbre, estrés y angustia existencial todos (maestros, directivos docentes, estudiantes y familias en general), por ello urge flexibilizar el currículo, los contenidos, el sistema de evaluación; es fundamental ser más humanos en el trato con los otros y tener la capacidad de ponernos en su lugar. Debemos reforzar la empatía y comprensión con las familias de nuestros estudiantes y con nuestros compañeros de trabajo. La prioridad tienen que ser evitar que nuestros estudiantes deserten en este difícil momento, nos necesitamos todos sanos y activos, para ello el diálogo y la escucha deben cobrar hoy más que nunca importancia en la escuela. Habrá que destinar clases y encuentros, cartas físicas, correos y llamadas únicamente para saber cómo estamos, qué estamos sintiendo y cómo estamos viviendo esta terrible pandemia. El humanismo debe salir a flote.
Unidos los maestros, directivos docentes, padres de familia y estudiantes podemos superar la crisis, entendiendo que todo cambió y nosotros también debemos cambiar nuestros paradigmas mentales y actitudinales. “El mundo en crisis es mundo en transformación, en riesgo y oportunidad de cambio” [1].
Hoy más que nunca la escuela somos todos, la unidad es fundamental, la lucha no cesa, se han transformado las estrategias, pero se hace más fuerte para exigir justicia social, conectividad para todos, plataformas públicas gratuitas, como lo propuso Orlando Pulido en el panel latinoamericano realizado por Magisterio al Día y el Ceid de Adec, el pasado miércoles 24 de junio. Sumado a ello, seguimos en la lucha por una salud que respete la vida de los usuarios y los profesionales de la misma; pero también alzamos nuestra voz de rechazo y repudio contra la corrupción esa pesadilla que no respeta ni la pandemia para seguir quitándole los recursos al pueblo.
[1] Morin, Edgar; Delgado, Carlos Jesús. Reinventar la Educación, abrir caminos a la metamorfosis de la humanidad. Ediciones desde abajo 2018. P.9.