En Colombia, jugarle una broma a alguien que recién entra al colegio o a la universidad, tiene por nombre ‘primiparada’. Y no solamente se da en espacios académicos sino en ambientes laborales y otros escenarios cotidianos. Muchos argumentan que es una tradición universitaria y que, si no se abusa, no hace mal a nadie. Citaré una frase de Andrés Felipe González, de una de sus columnas de opinión (ver), donde expresa: “¿Dónde quedaron las bromas (bastantes) pasadas para los recién entrados a la universidad? Es un ritual de iniciación que lastimosamente se ha perdido, con el tiempo se ha desvanecido y apenas sobrevive en unas cuantas universidades públicas”. Y el problema, ha sido justamente, que muchas veces se pasa de la simple broma, al matoneo o bullying. Y es muy fácil caer en la violencia aun cuando no lo parece: desde la palabra “sana” hasta una acción “sin intención” o “ingenua”, puede desencadenar en los agredidos, algún comportamiento no solamente introvertido sino una respuesta igual de brutal, lo que empeoraría el ambiente como un efecto dominó: desde la víctima hasta su familia y toda la cadena que ello conlleva.
La cita del texto de Felipe González, es del año 2009. Desde luego, su visión pidiendo a gritos que regresen los abusos hacia los primíparos puede que haya cambiado, como también puede que no. Me arriesgaré a creer que cambió, aunque haré una salvedad: probablemente haya otras personas que también estarán pidiendo o haciendo que regresen estas prácticas, pues para ellos, el hecho de no participar, puede asegurar la etiqueta de ser una persona “aburrida”; o asegurar otra tan injustificable como que torturar a los toros en las plazas es “una tradición”. No creo que uno tenga que hacer quedar en ridículo a otra persona para ser alguien “alegre, feliz, divertido”, o que la otra persona con dicho acto espere “alegrarse, ser feliz, divertirse”. La violencia escondida detrás de esa justificación, desde mi perspectiva, es total.
En España, “la iniciativa ha sido llevada hasta el Senado, donde 160 colegios y residencias universitarias del país, proponen acabar y sancionar una tradición que ampara (…) conductas vejatorias, humillaciones, amenazas o simples maltratos” (ver más), según el proyecto propuesto, bajo el nombre de No más novatadas, como se les conoce a las ‘primiparadas’ en ese país.
Por su parte, “en Francia, las novatadas son oficialmente prohibidas desde 1998, puesto que son un delito contemplado en el Código Penal y castigado con un máximo de seis meses de cárcel y 15.000 euros de multa” (ver informe). Aproximadamente, 45 millones de pesos colombianos.
En Portugal, seis personas murieron en el año 2013. Quince primíparos de una fraternidad de la Universidad Lusófona, fueron obligados a dirigirse “hasta la playa de espaldas al agua; una ola gigante les cayó por detrás desprevenidos y de la violencia del golpe murieron seis jóvenes. En julio, el juez decretó que había sido un desafortunado accidente y no enjuició a nadie” (ver caso).
En Colombia, la situación no es muy diferente a la de los países europeos, y sin embargo, ha habido muy pocos pronunciamientos frente a las ‘primiparadas’, que aunque en parte son o pueden llegar a convertirse en bullying, parecieran no haber recibido la atención especial que corresponde dentro de las políticas públicas sociales y de educación.
Comenta la psicóloga Marcela Ortiz del Colegio María Auxiliadora de Bogotá, que en el caso de los colegios: “Al tratarse de un problema estructural, el cambio de curso o de institución educativa solo es una solución evasiva al conflicto. Al acoso escolar hay que darle manejo en el colegio, con el niño y con ayuda de la orientadora” (ver artículo). Igualmente, sobra una cita para la reflexión: “Los acosadores tienen una relación desigual con sus víctimas. Los niños y jóvenes ‘montadores’ son, a menudo, más fuertes físicamente que sus víctimas y se caracterizan por ser iracundos e impulsivos y, además, sienten poca empatía con quienes acosan. Igualmente, los niños acosadores suelen ser desafiantes y agresivos con la autoridad (padres y maestros)”.
Por último, el acoso y la violencia no provienen siempre de quienes aparentemente obligan o imponen. Hay casos en que las personas aceptan libremente el rol de víctima y las humillaciones o degradaciones que conlleva: están preparadas para ser actores en las tablas, que un público les vea y les reconozca a costa de todo. Hay una desindividualización, es decir, un sujeto que no tiene el reconocimiento en su hogar u otros espacios, y busca ser el centro de atención en otros. Para ilustrar el caso, dos ejemplos: primer video. Unos estudiantes pintan a otros, e incluso les lanzan tarros. Luego, ¿el fin no era divertirse pintándolos? No. Así lo confirma el psicólogo Albert Danbura en 1961 con su experimento ‘The bobo doll’, donde niños expuestos a un muñeco inflable, lo agredían con tácticas incluso, creativas y crueles. La conclusión de Danbura: la agresividad origina más agresividad. Y he aquí el segundo video.