Las negociaciones de paz con el ELN se están viendo perjudicadas por sus actos vandálicos y la poca voluntad de paz que hay por parte del gobierno. Aunque hay temas muy importantes que no podemos dejar pasar como la corrupción en altos círculos de la política nacional —que vinculan al fiscal Néstor Humberto Martínez, y al mismo Luis Carlos Sarmiento Angulo—, este tema sigue siendo de fundamental importancia para el presente, e incluso para el futuro, del país. Si no logramos llegar a un acuerdo con esta guerrilla, todos los casos de corrupción volverán a la oscuridad y nuevamente la guerra cubrirá con su cortina de humo todo el ojo mediático, como ha sucedido por años.
Hay una realidad colombiana que parece olvidada: la guerra perpetua e inscrita en la historia y los actores contra los cuales lucha el gobierno hoy a través del aparato armado del Estado, que son actores fortalecidos por el narcotráfico creciente y las disidencias de las Farc, producto de un proceso de paz que no ha dado garantías de desmovilización a los excombatientes. Dentro de esas dinámicas de guerra es normal ver atentados contra el aparato militar y policial del Estado, pues son justamente estas las lógicas de ataque de las guerrillas que continúan activas. Esta fue la realidad que acompañó a Colombia durante más de 50 años.
El pasado domingo —en varias de las principales ciudades del país— se llevaron a cabo decenas de movilizaciones en contra de los atentados terroristas promovidos por los diferentes actores, de un conflicto que sigue latente, pero es importante comprender que este tipo de acciones son una pequeña muestra de aquello que nos espera si optamos por continuar en las lógicas de la guerra y, sobre todas las cosas, que estos actos no van a cesar dentro de ese contexto. Si en verdad queremos darle fin a este tipo de acciones, y apoyar a las comunidades que sufren las verdaderas atrocidades de la guerra, debemos reafirmar nuestra voluntad de paz como nación y exigirle al gobierno que vuelva a sentarse en la mesa de negociación.
Tal vez la guerrilla del ELN está demostrándole al gobierno —y a la opinión pública— que no son la guerrilla derrotada que se nos ha mostrado y que, por el contrario, tienen hoy la capacidad de poner 80 kilos de pentolita en medio de una escuela de cadetes, a menos de 6 kilómetros de las diferentes sedes de poder del Estado. Pensar que los diálogos que se están llevando a cabo pueden ser un contrato de sometimiento y no un contrato consensuado de cese al fuego, es un error ingenuo que está cometiendo el gobierno y por el cual la guerrilla saca sus dientes en medio de la guerra. Debemos pedir al presidente Iván Duque que tome una actitud más asertiva, sobre todo si su voluntad es realmente acabar con la guerra en el país.
Tal vez este conflicto se acabe únicamente cuando se entienda lo que implica una negociación y, por qué no, cuando las corrientes opositoras a la paz —propuestas por el expresidente Santos— entiendan que hay que hacer concesiones no por querer, sino por deber. Las guerrillas son actores imposibles de vencer a través de la vía militar y difíciles de convencer por la vía democrática, pero debemos comprender que hay que negociar y encontrar un balance entre los intereses de ambas partes, teniendo presente que son el Estado y el Gobierno quienes tienen la última palabra. Esto implica una responsabilidad, más que una ventaja, pues no podemos salir con actitudes prepotentes a tratar de imponer si lo que está de primeras en la agenda es negociar.
La guerrilla del ELN, tal como la de las Farc —en su momento—, saben que no pueden ganar la guerra pues carecen de legitimidad política, apoyo popular y pie de fuerza. A cambio de eso, saben que pueden garantizar una guerra por los próximos 10 o 20 años. La única manera en que se pueden hacer cambios en la estructura nacional, y plasmar sus ideas sobre el papel, es a través de la negociación con el gobierno.Tal vez a través de este acto de guerra se nos esté insinuando el posible futuro que puede tener Colombia si el Gobierno sigue negociando bajo sus propios términos.
Es una realidad que la guerra no va a traer más que odio y muertos. Es por eso que es de suma importancia hacer una vez más un llamado a la paz.Tenemos dos opciones y solo una de ellas nos va a ahorrar muertos y dolor, y logrará acabar con esta guerra interminable: la salida negociada al conflicto.
Es hora de reflexionar y preguntarnos: ¿queremos realmente más guerra sabiendo que durante más de 50 años esta no fue una solución?, ¿queremos más guerra sabiendo que los muertos serán de los sectores más vulnerables de la sociedad?
Es triste decirlo, pero puede que esta guerra solo acabe cuando los sectores más conservadores de la sociedad entiendan —de una vez por todas— que no se negocia con alguien para someterlo, sino para llegar a consensos y eso es apenas lógico. Pidámosle al Gobierno y a la guerrilla que #NoNosCondenen a una guerra sin salida, más muertos, dolor y tristezas. Pidámosle al Gobierno y a la guerrilla #QueSiganLosDiálogos, esta vez con una postura más asertiva y abierta al diálogo.
No dejemos que una corriente política nos introduzca nuevamente a las dinámicas de la guerra, cuando ya logramos ver las virtudes de la paz.