Primero fue La Pulla, luego vinieron Las Igualadas y seguro vendrán más

Primero fue La Pulla, luego vinieron Las Igualadas y seguro vendrán más

"Resulta cuestionable que se haga pasar por una columna de opinión un producto que, en realidad, lo único que plantea son los intereses de una industria comunicativa"

Por: Érika Castaneda Sánchez
junio 04, 2017
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Primero fue La Pulla, luego vinieron Las Igualadas y seguro vendrán más
Foto: El Espectador

En un país en el que se leen 3 o 4 libros por habitante, cada año, la prensa escrita a duras penas sobrevive. Mucho más ahora que internet permite a blogueros y youtubers ser los nuevos líderes de opinión. Es posible que sea esto lo que llevara a El Espectador a proponer nuevos formatos informativos, como la ya muy conocida, alabada y también criticada Pulla.

Pero, ¿qué es La Pulla? Es obvio que no es una sección de noticias, pues no describe hechos, sino que los califica. Podría decirse que es una columna de opinión en formato audiovisual. Sin embargo, también está lejos de ser esto, pues el corazón de una columna es la opinión. Pero esta no debe ser una verdad de perogrullo, una simpleza, una obviedad. Debe ser una perspectiva que transforme nuestra forma de ver un hecho. De lo contrario, no tiene sentido escribir columnas, pues para qué repetir lo que todos ya saben.

Así como la opinión es importante en una columna, los argumentos también lo son. No puede escribirse una columna evadiendo la defensa de la opinión que allí se afirma. Para argumentar se deben seguir algunas reglas, una de las más relevantes es partir de datos ciertos. Ya lo dice Anthony Weston en un muy conocido manual de argumentación, se debe partir de premisas fiables. También se hace necesario plantear los argumentos de manera adecuada, pues no en todos los casos la verdad de las premisas garantiza la validez de la conclusión.

Volvamos entonces a La Pulla. En ella se expone una opinión, aunque no sabemos a ciencia cierta de quién. ¿De los periodistas que hacen este producto? o ¿ellos solo se encargan de servir de mediación para comunicar el punto de vista de una gran industria comunicativa como El Espectador? En principio esto no parece importante pues una columna también puede ser anónima o quien la escribe puede usar un pseudónimo. Lo que sí resulta cuestionable es que se haga pasar por una columna de opinión un producto que, en realidad, lo único que plantea son los intereses de una industria comunicativa. Intereses que, como todos sabemos, son de carácter económico y político. Además, aceptémoslo, en este país las grandes industrias comunicativas defienden siempre al gobierno de turno.

¿La opinión que allí se expone es algo original o es antes que esto una obviedad? En muchos de los casos es lo segundo, sin embargo, esto no le quita tanto valor, pues en un país como el nuestro es necesario repetir algunas cosas. Por ejemplo, que la comunidad LGTBI tiene los mismos derechos que los demás. Como dije, esto se cae de su peso, pues tener una identidad sexual diversa no le quita a nadie su estatus de ciudadano. Pero, en un país en el cual se eligió y reeligió a un procurador que quema libros, es importante repetir esto.

Ahora bien, en otros temas de los que se han abordado en ese espacio sería pertinente tener una opinión transgresora, transformadora, que cuestione los intereses del establecimiento y, sobre todo, que presente una buena defensa, con datos ciertos y argumentos bien estructurados. Ejemplos de que La Pulla solo amplifica, a través de artificios audiovisuales, el punto de vista del Gobierno lo vemos en el video sobre el paro de maestros y el del impuesto a las bebidas azucaradas.

En el primer caso, el del paro, echamos de menos la verdad en las afirmaciones de la presentadora. Así, cuando en La Pulla se preguntan ¿por qué van a paro los maestros? Inmediatamente se responde, que es una cuestión de salario. Esto no es cierto, en el paro no se discute el salario, este es tema de la mesa de negociación de los empleados públicos. Aquí lo que vemos es que se busca confundir la exigencia de mayores recursos para la educación, con el sueldo de los docentes.

Grave error, pelear por los recursos implica mucho más, por ejemplo, mejores instalaciones. Para nadie es un secreto que hay colegios públicos con una pobre infraestructura, o que en múltiples ocasiones los profesores tienen salones con más de 40 estudiantes. Por su puesto, al confundir recursos con salarios, pueden, sin necesidad de decirlo, calificar a los maestros como sujetos mezquinos que solo se preocupan por su bienestar.

Por otro lado, se afirma que Fecode exige, pero no cede en nada. Lo extraño de esta afirmación es que segundos antes, la misma presentadora, ha dicho que el Gobierno no les ha cumplido a los maestros. ¿No hay acaso aquí una contradicción? Pero no me voy a detener en eso, prefiero encargarme de la verdad de las afirmaciones. Para levantar el paro de 2015 los maestros tuvieron que ceder, pues aceptaron un aumento menor al que pedían en esa ocasión y también estuvieron de acuerdo en que ese aumento se hiciera en plazos, tal como se los propuso el Ministerio de Educación. El problema entonces no es que los maestros sean sujetos mezquinos e intransigentes, como se presentan en La Pulla. El problema es que el Gobierno no cumple.

En el caso de las gaseosas encontramos otro ejemplo, pues en ese vídeo, La Pulla buscó convencernos de que el Gobierno, realmente, estaba interesado en la salud de los colombianos y no en recaudar plata a través de un impuesto. Esto es altamente cuestionable, pues si el establecimiento se interesara sinceramente por nuestra salud, no habría vendido CafeSalud a quienes fueron los artífices del desfalco de SaludCoop, tal como lo afirma Daniel Coronell en su columna “Curador curado”.

Es muy probable que los datos expuestos en ese vídeo sean ciertos. En esa ocasión La Pulla mostró cifras de muertes por causa del azúcar y de enfermos de diabetes. Ahora bien, es una generalización inapropiada decir que todos los enfermos de diabetes en Colombia lo están porque toman gaseosa. Aquí es a donde vemos que para un buen argumento no es suficiente con los datos verdaderos, pues también implica no caer en falacias, como la que acabo de mencionar. Además, una cosa es que el Gobierno considere necesario hacer que los colombianos dejemos de consumir una gran cantidad de azúcar y otra justificar un impuesto. Recordemos, siempre se nos ha dicho que las grandes transformaciones se logran a través de la educación. Entonces, por qué en este caso la primera apuesta del Gobierno es un tributo.

Pero bueno, estos son solo dos ejemplos de lo que se comunica en La Pulla. Sin embargo, esta carencia de originalidad y transgresión en la opinión, y de verdad y solidez en la argumentación se multiplica en los clones de este producto. Sí, pues Las Igualadas es lo mismo, pero con feminismo. Múltiples mecanismos de redundancia en el mensaje, un tono particular en la expresión oral, muchos movimientos de cámara y una muy fingida espontaneidad. Seguro más adelante, El Espectador, nos propondrá otras versiones de La Pulla orientadas al adulto mayor, al niño inquieto, al adulto contemporáneo, etc.

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