Los resultados de la votación de la primera vuelta dejan un sentimiento trilce (tristeza dulce, parafraseando un poco a el poeta César Vallejo) para los que estamos del lado sabroso de la vida.
Triste porque la meta era efectivamente ganar en primera vuelta, con la derecha "dividida" en varios candidatos, con la fuerza de las elecciones parlamentarias y un apoyo inusual al Pacto Histórico (encarnados en los rostros de Petro y Francia), de los y las colombianas de pie, artistas, influencers y una gran parte de la población que usualmente tiende a la indiferencia o al centro.
Triste también porque la segunda vuelta será difícil, a los votos de Rodolfo se sumarán sin dilación los de Fico con todo y sus maquinarias aceitadas desde la legalidad y la ilegalidad, más la institucionalidad saliente, mientras el resto del espectro de lo que se llama centro posiblemente estará entre el silencio y el continuismo, aunque esta vez no suman mucho.
Así que la tarea es despertar los votos del abstencionismo y rescatar de la primera vuelta los votos incautos de quienes vieron en Rodolfo un viejo verraco y dicharachero, ocultando el peligro que se cierne tras de sí: un déspota anacrónico impredecible que será el chivo expiatorio perfecto para la crisis presente y que podrá ser quemado sin el problema que causó Duque, cuyo gobierno incinerado quemó la imagen de los partidos tras él, por lo que Rodolfo y su falsa independencia es la solución perfecta: el cambio para que nada cambie.
Sin embargo hay algo de dulce: primero la campaña no ha terminado y si bien el escenario es difícil la tesis es la misma: trabajar en pro de la campaña para el cambio en segunda.
Además la izquierda, o bueno el movimiento social, popular y alternativo, cada vez suma más y más votos, elección tras elección, por lo que esa creciente no puede ser disminuida, empezando porque Petro tuvo la votación mayoritaria, esta vez el panorama es contrario al de las elecciones del 2018, además la figura de Rodolfo es un tigre de papel: es contagiosa pero vacía; nada más curioso que la campaña de estos 19 días se centre en el voto joven, no solo para evitar que el representante del continuismo: un hombre casi octogenario, misógino, elitista y violento llegue a la presidencia, sino para que el proyecto del cambio por fin sea realizado en Colombia.
No ganamos, es cierto, pero también es cierto que nunca hemos estado más cerca de la victoria.