Parecía ser el mejor momento para buscar apoyo para revocarle el mandato a Enrique Peñalosa. El alcalde recién anunciaba el aumento del precio de los pasajes del Transmilenio y el SITP, a pesar del mal estado del sistema, y en contravía de sus índices de aprobación.
Para los promotores de la revocatoria, dicho anuncio, hecho el 15 de marzo, fue lo mejor que pudieron escuchar. Con esto, era de esperarse un aumento en el descontento ciudadano, lo cual los llevó a suponer entonces que la gente se acercaría de manera masiva a firmar sus formularios.
Casi un mes después, Leonardo Puentes, uno de los fundadores y promotores del comité Revoquemos a Peñalosa, declaró en varios medios que habían logrado recolectar el 100% de firmas exigidas por la Registraduría para iniciar la siguiente etapa del proceso. Si bien esa declaración fue presentada en titulares con tono triunfal, en realidad está lejos de serlo. Esas 271.000 firmas son apenas la cantidad mínima que deben presentar para que su solicitud no sea negada de inmediato.
Por otro lado, el segundo comité, Unidos revocamos a Peñalosa, tiene 400.000 firmas en su haber, de acuerdo a sus voceros. Aunque esta cifra es mayor que la anterior tampoco significa un gran logro. Por ejemplo, el 18 de abril de 2013, el entonces concejal Miguel Gómez presentó 600.000 firmas ante la Registraduría para la revocatoria a Gustavo Petro.
Ahora bien, la demora en la recolección de firmas es el primer fracaso que sufre la actual revocatoria de alcalde en Bogotá. No obstante, a pesar de que la ciudad y la imagen del alcalde viven el peor momento, ese descontento no se ha traducido en un apoyo mayor a la actual iniciativa de revocatoria. La impopularidad de Enrique Peñalosa y la crisis no parecen ser razones suficientes para que los ciudadanos vean en la revocatoria la solución a las problemáticas de la ciudad.
Las causas de ese fenómeno son difíciles de determinar pero entre ellas puede estar: la revocatoria actual se percibe como una revancha de los adeptos del exalcalde Petro; existe una ausencia total de propuestas; el exceso de críticas hacen ver a la revocatoria como otro callejón sin salida; el proceso está rodeado por aura de incertidumbre; ni los comités promotores ni la Registraduria se han dado a la tarea de responder las dudas de los ciudadanos frente al proceso.
Al contrario de ser una proceso con sabor de inmediatez como el eslogan “revocatoria ya”, el cronograma de revocatoria comienza a retrasarse con respecto al que se vivió hace 4 años. De hecho, no sería extraño que la votación para revocar el mandato se dé bien entrado el año 2018.