Manuel Efraín Londoño era reconocido en la Plaza de Cisneros de Medellín como uno de los mejores floricultores del corregimiento Santa Elena. Era febrero de 1957 y con 35 años de edad y una familia de 10 hijos a cuestas, su jornada de trabajo era ardua: “Cada ocho días cargaba la sillMeta de flores y caminaba desde la vereda en la que vivía hasta Santa Elena. Después, un grupo de silleteros bajábamos hasta la plaza a vender las flores. Yo cargaba una silleta grande, me cansaba, pero me gustaba, era mi vida”.
Pasaron febrero, marzo y abril sin ningún contratiempo. En mayo, la historia de la familia Londoño cambió. El director de la Oficina de Turismo y Fomento de Medellín, Arturo Uribe Arango, eligió a Manuel Efraín como uno de los 40 silleteros que participaría en el primer desfile de la ciudad. En ese entonces, la esposa de Manuel, Encarnación Atehortúa Soto, cultivaba y vendía flores en la Iglesia de La América. Que su esposo fuera seleccionado para el primer desfile representaba un orgullo. Hoy, cuando se cumplen 60 años de este histórico ritual, Encarnación no encuentra las palabras para describir la admiración que se siente por su esposo, quien se ha sostenido en pie con el desfile.
Sentado en una mecedora, rodeado de cartuchos y claveles, Manuel Efraín dice que a pesar de los últimos quebrantos de salud que ha padecido está listo para salir caminando triunfante en el aniversario número 60 del Desfile de Silleteros.
“Mis papás también vivían en Santa Elena, les gustaban las flores. De los 10 hijos yo fui el que más trabajé, cultivando y vendiendo. Lo he hecho toda la vida y se convirtió tradición en la familia”, dice.
Encarnación mantiene los trajes de silleteros intactos, impecables, como esa primera vez: “En ese primer desfile él llevó claveles y cartuchos. Pasaba y la gente lo miraba, le decían adiós, ¡bravo!, era muy emocionante porque nosotros nos conocimos cargando juntos silletas en la espalda”.
Con la misma dedicación de hace 60 años, cuando meticulosamente preparaba los trajes para el desfile, Encarnación revisa todos los detalles del vestido que la Alcaldía de Medellín preparó para ellos, los pioneros del evento más importante para los silleteros de Antioquia.
“Nuestros 10 hijos están muy orgullosos. Yo les enseñé a trabajar el jardín a todos, incluyendo a mis 11 nietos y 12 bisnietos. Todos trabajamos en el campo con las flores, con orgullo. Mis bisnietos son felices contando en el colegio que su mamá, su abuela y bisabuela son silleteras. Toda la familia quiere cargar silletas en el desfile”, cuenta Encarnación.
Por familias como los Londoño Atehortúa, la Alcaldía de Medellín le apuesta un lugar privilegiado a los silleteros que han sostenido la tradición, superando todo tipo de dificultades en los últimos 60 años. Así lo explica Amalia Londoño Duque, secretaria de Cultura de Medellín: “La tradición se debe trasmitir de generación en generación. Al tener la declaratoria patrimonial, nosotros tenemos la obligación de lograr que las nuevas generaciones se sientan parte del Desfile de Silleteros. Por otro lado, le hacemos un homenaje a los pioneros del desfile, pues ellos les han entregado la tradición a los jóvenes”.
Un ejemplo de la perseverancia en la tradición es el trabajo que ha realizado el hijo mayor de Encarnación y Manuel Efraín: Tobías de Jesús Londoño. Siendo el hermano mayor pudo ver, cuando recién cumplió 10 años, la participación de su padre en el primer Desfile de Silleteros: “La primera silleta la cargué hace 55 años en Santa Elena, estaba muy pequeño pero me acuerdo que para el desfile mi papá salió desde la Plaza de Cisneros; él nunca compitió por el dinero, por eso a la familia nos interesa es ir al desfile, esa es nuestra prioridad, nos llena de orgullo”.
Las lecciones de Manuel Efraín Londoño se pueden ver en la vida que llevan sus nietos y bisnietos. Valeria, de tan solo 13 años de edad, cuenta que en su colegio, ubicado en Santa Elena, ser silletero impresiona a los demás: “A mí me miran mucho cuando cargo silletas con lirios, rosas y claveles, que son las flores que más me gustan. Mis amigas me preguntan muchas cosas, como cuál es la diferencia entre una silleta monumental y una tradicional. Yo soy muy feliz explicándoles”.
Los fines de semana, Valeria madruga al jardín. Acompaña a su bisabuela en silencio, aprendiendo el arte de la floricultura. Encarnación se siente orgullosa: “Yo le digo a Valeria y a todos mis bisnietos que lo más importantes es tratar a las flores con amor. A ellos les preocupa que las flores no crezcan y luego yo no esté para ayudarles. Siempre y cuando sepan que todas son bonitas y todas merecen amor, eso no va pasar, les digo”.