Todavía queda dignidad y resistencia al poder corrupto de las élites occidentales que escupen odio, crean guerras y causan ríos de dolor y muerte para detener la pérdida irreversible de su poder hegemónico mundial. Organizaciones universitarias en Estados Unidos dan ejemplo y esperanza a la humanidad con intensas protestas anti-sionistas y contra el genocidio que Israel consuma en Gaza, perpetrado con el apoyo político, económico y militar de Estados Unidos de manera incondicional y cómplice desde 1948, cuando se fundó el Estado judío y sus autoridades empezaron masacrar palestinos por limpieza étnica tras invadir sus territorios impunemente ante el asombro y la impotencia del mundo.
En los últimos seis meses, con el falso argumento de perseguir a los líderes de la resistencia palestina HAMAS y buscar los rehenes en su poder, de los que todavía no ha rescatado por la fuerza uno solo, el gobierno sionista y terrorista de Netanyahu ha matado a 34 mil palestinos, herido a otros 78 mil, el 70% de los cuales son niños y mujeres, ha destruido completamente 221 mil viviendas y el 70% de los edificios mediante bombardeos indiscriminados, dejando sin hogar a más de un millón de personas, casi la mitad de la población de Gaza. Sin contar la orgía de sangre y destrucción protagonizada por los colonos israelíes en territorios ocupados, incluido Cisjordania, donde la comunidad palestina sufre el Apartheid. Una campaña de exterminio de palestinos, el incendio y destrucción de sus casas, el robo de sus tierras y el incremento exponencial de nuevos asentamientos ilegales con el beneplácito de las autoridades israelíes, que desde hace 75 años promueven y aplauden estos actos de vandalismo y atropellos a los derechos legítimos del pueblo palestino.
Las protestas apenas empiezan. Los estudiantes construyen campamentos de solidaridad con palestina al interior de las instalaciones universitarias. La lista crece cada día, ya alcanza más de sesenta instituciones educativas norteamericanas, y se ha extendido a Canadá y a algunas capitales europeas como París y Berlín. Es probable que se extienda en los próximos meses a todas las universidades del mundo. La Universidades de Columbia de Nueva York, La Universidad de California, el MIT, la Universidad de YALE, la universidad de Emerson, en Boston, entre otras, se han sumado a la rebelión, que resuena como un grito de indignación en el mundo contra la agresión sionista en Gaza.
La respuesta de la Administración Biden es una brutal represión policial, oleadas de detenciones, cuya cifra supera los 900, agresiones a profesores y electrochoques a los estudiantes, violando los derechos a la protesta pacífica. Las directivas universitarias expulsan estudiantes, cancelan becas y suspenden reconocimientos honoríficos por méritos académicos con el más recalcitrante espíritu conservador. Ya se asoman en los tejados de los edificios los francotiradores de la Guardia Nacional, como se ve en la Universidad de OHIO.
Los universitarios exigen al gobierno revelar el monto y carácter de las inversiones en sector armamentista, desinvertir en empresas israelíes, cortar los lazos con el ejército israelí, hacer efectivo el alto al fuego en Gaza aprobado por la ONU y retirar los cargos contra los estudiantes detenidos por protestar. Sin embargo, el movimiento trasciende la campaña electoral y sorprende por su bizarría, pues los manifestantes universitarios representan principalmente un sector del electorado demócrata, por lo que se ve comprometida la reelección presidencial de Joe Biden en las elecciones del 5 de noviembre de 2024, donde enfrentará al expresidente republicano Donald Trump. También Trump, fiel al establecimiento ultraconservador ha tildado las protestas de antisemitas, descalificando de esa manera el verdadero antisemitismo.
LA REBELIÓN ES HISTÓRICA Y PUEDE CAMBIAR EL MUNDO
La conciencia del movimiento no sólo considera intolerable el papel del gobierno de Estados Unidos frente a la situación palestina, sino que está mirando el panorama geopolítico con un mayor alcance, más radical incluso que la protesta contra la guerra de Vietnam. A la actual protesta universitaria se le denomina el Vietnam de Gaza. El desbloqueo y aprobación en el Congreso de la nueva partida de apoyo a Israel con participación republicana y demócrata rebasó la copa del cinismo y la doble moral de Biden, quien simulaba moderación y distanciamiento de Netanyahu, tanto como colmó la paciencia del sector universitario estadounidense, que empezó a rebelarse en la Universidad de Columbia en Nueva York.
Los universitarios traen a conciencia las palabras del historiador estadounidense Howard Zinn: “Dirán que estamos perturbando la paz, pero no hay paz, lo que realmente les molesta es que estemos perturbando la guerra”. También decía Zinn en 2005: “No nacimos críticos de la sociedad existente. Hubo un momento de nuestras vidas en que ciertos hechos nos sorprendieron y nos hicieron cuestionar creencias que estaban fuertemente fijadas en nuestra conciencia, arraigadas allí por años de prejuicios familiares, educación ortodoxa, absorción de periódicos, radio y televisión”.
En ese sentido se entiende que palestina apenas refleja una situación inaceptable en las sociedades occidentales a la que se le debe poner freno de inmediato: que unos gobiernos, una castas privilegiadas con poder político y mediático, aprovechan la buena fe de la opinión publica en las votaciones donde ésta se manifiesta con espíritu democrático para después hacer la política que sólo beneficia a las grandes corporaciones, al complejo industrial y militar estadounidense y los poderosos fondos de inversión como BlackRock, que representa las oligarquías, pervirtiendo las sociedades con la implantación de Estados plutocráticos, como Estados Unidos hoy de forma aberrante. En esta perversión de la democracia se destaca el lobby sionista, que también es fuerte en países europeos como Reino Unido y Francia, actuando siempre de manera autocrática, depredadora y proclive a las guerras, a los golpes de Estado y a las operaciones de cambio de régimen en países que no sirven a sus intereses.
El sector universitario parece percibir que el sionismo israelí ha corrompido el mundo entero, provocando guerras, desconociendo las resoluciones de Naciones Unidas, violando los derechos humanos, instaurando políticas de apartheid, violando el derecho internacional con bombardeos a las embajadas, abandonando el concepto de interdependencia que desarrolló la Ilustración y pisoteando los principios democráticos y libertarios que las sociedades occidentales han defendido como una conquista de la humanidad desde el fin de la segunda guerra mundial. El contagio sionista israelí se ha extendido a Estados Unidos y Europa, produciendo un verdadero colapso de los principios que gobiernan los asuntos internacionales a través de las reglas desde el siglo XVIII. Los universitarios consideran esta contaminación, esta israelización de las naciones occidentales, como algo intolerable que debe parar de inmediato.
Ejemplo de ello es la destrucción de la libertad de opinión es países otrora considerados democracias ejemplares como Alemania, Inglaterra, Francia. El aparato de seguridad nacional alemán ahora tiene la intención de silenciar a cualquiera que critique o haga cometarios con ideas críticas hacia Israel, ordenando arrestos y desmantelando conferencias. Francia persigue a los inmigrantes, Inglaterra prohíbe por decreto las manifestaciones palestinas.
En el escenario internacional se hace evidente que el mundo occidental está podrido, su hediondez contamina el mundo entero, y ese tufillo que apesta es anglo-sionista e israelí. La putrefacción del orden mundial basado en reglas y en los deleznables valores occidentales, es patente y calamitoso. Con el mundo sometido a guerras planeadas como estrategias de ajedrez y juego sucio en el entorno geopolítico y geoeconómico, de dignidad no queda nada, absolutamente nada. Sí, las estrategias funcionan para vender armas y generar riqueza, pero sobre las ruinas de poblaciones enteras, la destrucción de culturas milenarias, la pérdida del sentido de humanidad y especialmente sobre miles de cadáveres, montañas de cadáveres de niños, mujeres y hombres inocentes, que hacen decir al diablo con los brazos abiertos: oh dios mío, oh dios mío, sálvame. El genocidio de la población palestina ejecutado por el grupo de judeo-nazis que gobierna el Estado Terrorista de Israel, con la complicidad y desvergüenza de las potencias occidentales, en especial de Estados Unidos, es prueba de la podredumbre del orden internacional vigente, del poder corrupto y putrefacto.
El sector universitario se pregunta ¿por qué el partido demócrata patrocina el genocidio y el apartheid que Israel perpetúa en Palestina? Entonces empieza a descubrir el poder corporativo donde se impone el lobby israelí, y que el gabinete de la Administración Biden está minado de fanáticos sionistas con doble nacionalidad, israelí y estadounidense, o son de origen judío: El secretario de Estado Antony Blinken, la secretaria del tesoro Janet Yellen, el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan, el portavoz del departamento de Estado Mathew Miller, y principalmente el segundo caballero, esposo de la vicepresidenta Kamala Harris, judío y fanático sionista que gobierna en la casa blanca detrás de bambalinas para favorecer los intereses del gobierno de Israel. Además de un cartel de periodistas pro-israelíes de por lo menos dos mil miembros dedicados a la propaganda mediática sionista en los grandes medios.
BIDEN EN CAMPAÑA Y CON DOBLE MORAL
Se espera que estas protestas se prolonguen y tengan tanta efectividad como las manifestaciones contra la guerra de Vietnam en los años sesenta y setenta, y logren desenmascarar además la doble moral, desvergüenza y cobardía del presidente Joe Biden, que mientras simula distanciarse del gobierno judeo-nazi de Netanyahu para salvar su reelección presidencial incrementa su apoyo militar y económico a Israel y acompaña plenamente su agenda política sionista, cínica y genocida. Porque en la casa blanca no manda la Administración Biden, sino las élites económicas y el complejo industrial militar estadounidense que se lucra con las guerras e impone la agenda política a los presidentes, sin excepción, independiente de sin son republicanos o demócratas. Estados Unidos es una plutocracia en toda su expresión, donde manda la oligarquía y prima la razón corporativa sobre la razón de Estado.
Como prueba de ello Estados Unidos no sólo acaba de negar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el reconocimiento de palestina como Estado, en contravía de la Resolución de la ONU de 1948 para la creación de dos Estados. Es además cómplice mediante la participación de la CÏA en el ataque de Israel a la embajada de Irán en Siria, que violó impunemente las más sagradas normas del derecho internacional. Con esa operación Estados Unidos logró justificar el envío de armas a Israel luego de la Resolución de Alto el fuego aprobada por el Consejo de Seguridad salvando las apariencias. El Alto el fuego constituyó otra farsa de la política exterior estadounidense porque Netanyahu lo desconoció y siguió adelante con los bombardeos, mientras Biden se hizo el de la vista gorda mostrando un completo desprecio por Naciones Unidas. La aparente moderación de la administración Biden se explicaba porque tenía claro que desafiar esa Resolución de alto el fuego con un apoyo militar directo y descarado a Israel podía ensombrecer la imagen política del presidente en la campaña por su reelección, no porque quisiera proteger a la población palestina. Si le importara detendría de inmediato el envío de armas a Israel.
Estados Unidos también defendió militarmente a Israel en el contraataque de Irán, y sumó el apoyo de Reino Unido, Francia, Arabia Saudita y Jordania en acciones para interceptar los misiles dirigidos a territorio israelí. Además, en lugar de condenar por genocidio a Israel, por violar el Cese el fuego y pisotear el derecho internacional, Estados Unidos terminó premiándolo con nuevas y estrictas sanciones económicas a Irán y revalidando su apoyo económico y militar. Su política exterior y la de todas las potencias occidentales es una farsa. Las mismas naciones que guardaron silencio durante meses y años ante la agresión sionista israelí contra el pueblo palestino se precipitaron a condenar el contraataque de Irán. Contra Irán todas las sanciones y condenas, contra Israel ninguna, pero el que necesita ser condenado, maldecido, escupido, cazado y llevado a juicio por crímenes de guerra en primer lugar es el propio Netanyahu. A Biden sólo le faltó felicitar a Netanyahu y darle besos por su hazaña para distraer la atención internacional sobre el genocidio en Gaza, mientras prepara el plan de desplazamiento hacia Egipto de un millón y medio de palestinos refugiados en Rafah mediante amenazas de exterminio y el bloqueo de ayuda humanitaria, el salto a la multilateralidad del conflicto y el chantaje nuclear.
Con su política terrorista hoy impune Israel ha logrado centrar la atención mundial en el problema humanitario y hacer olvidar el problema político, esto es, la invasión ilegal de Israel a territorio palestino y la Resolución de Naciones Unidas para la creación de dos Estados, uno israelí y otro palestino.
LA AGENDA BIDEN-NETAYAHU ES UNA SOLA
El poder del lobby sionista explica el triste papel de Biden plegándose a la agenda de Netayahu. Se le perdona su senilidad y perdida de la memoria, se le perdona que tenga que leer las respuestas a las preguntas de los periodistas, previamente formuladas para su lucimiento, pero no la pérdida de su integridad. La agenda Biden-Netanyahu ya se ha unificado para esos propósitos en una solución de conveniencia para ambas partes. Tras un aparente distanciamiento ya es evidente su reconciliación como en una pelea de amantes. En un acuerdo tácito, Netanyahu logra su objetivo político de expulsar a la población palestina para la consolidación sionista del Gran Israel con el apoyo incondicional de Estados Unidos, avanza con su proyecto de una nueva ruta de la seda y la explotación de gas en Gaza y garantiza además su sobrevivencia política. Biden por su parte podrá abrogarse el mérito de haber detenido el genocidio anunciado en Rafah y capitalizarlo en su campaña electoral, recibir el apoyo del poderoso lobby judío a la campaña demócrata y garantizar su reelección presidencial. Estados Unidos logra además revalidar a Israel como enclave en Medio Oriente para el logro de objetivos geopolíticos y geoeconómicos. Las élites económicas siguen decidiendo la agenda política y económica, y el complejo industrial y militar sigue imponiendo la agenda exterior, generando guerras y lucrándose con la venta de armas en escenarios de guerra.
El trabajo ya está hecho. Ya se ha convencido a Egipto para recibir en el desierto a los refugiados palestinos de Rafah donde está ingresando ahora el ejército israelí. Para ello se tienen listas 40 mil tiendas de campaña que permiten alojar a 12 familias en cada una de ellas. Así, desde la perspectiva de este par de sinvergüenzas inescrupulosos, todo está bien en el mundo y aquí no ha pasado nada. El proyecto sionista está garantizado, incluso si las protestas de los universitarios en un centenar de universidades estadounidenses alcanzan a comprometer la reelección presidencial de Joe, “el genocida” Biden. Porque Trump es más papista que el papa, más proisraelí que el propio Biden.
Es evidente que la estrategia del gobierno neonazi de Israel mediante la intensificación de los ataques contra la población civil, principalmente niños y mujeres, en términos de genocidio, es criminal pero políticamente efectiva en el corto plazo. Sin embargo, en el mediano plazo el gobierno de Netanyahu está condenado a desaparecer como desapareció el Tercer Reich de Adolf Hitler. Sus líderes serán cazados y llevados a juicio como criminales de guerra.
UNA CONFLICTIVIDAD SOCIAL CRECIENTE
El alcance de las protestas universitarias es impredecible y apunta a provocar una fractura social inminente de la sociedad estadounidense, hoy desintegrada y golpeada por una profunda crisis que los grandes medios de comunicación al servicio de las élites vienen ocultando plegados al lobby anglo-sionista. Es difícil predecir por dónde puede reventar la protesta universitaria. En Estados Unidos la conflictividad social es creciente y no es extraño que conduzca incluso a una guerra civil en el mediano futuro. Por lo menos ese es el diagnóstico del historiador Peter Turchin, autor del libro “FINAL DE PARTIDA- Élites, contra-élites y el camino de la desintegración política” (2024). Basado en modelos matemáticos y en décadas de investigaciones de la historia universal, Turchin afirma que la pregunta no es si habrá violencia en Estados Unidos en una posible guerra civil, sino cuánta sangre se derramará.
Principalmente preocupante hoy es el mal desempeño de la economía por problemas de una gigantesca deuda externa que alcanza los 34,5 mil billones de dólares, una inflación galopante que parece eternizarse, altas tasas de interés que frenan la producción mientras intentan cubrir la imparable emisión de dólares, los crecimientos del PIB son pírricos y ajenos por completo a la demanda interna en tanto sólo tienen soporte en la industria armamentista. Además, el tema de las drogas se ha convertido en una auténtica epidemia. Estados Unidos es hoy una sociedad de drogadictos, tan adicta a la cocaína como lo fue en el siglo XIX China por adicción al opio. La educación ha caído niveles impresentables, siendo notorio incluso en las propias élites. La pobreza es tan alarmante: cuarenta millones de estadounidenses, el 12% de la población. La delincuencia en las tiendas y supermercados se ha disparó un 70% en 2023, Y la concentración de la riqueza es aterradora: el 1% de la población posee el 99% de la riqueza, según el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Es lo que Turchin denomina “la bomba de la riqueza”, que condujo al colapso del Estado en la China Imperial, de la Francia medieval y en los Estados Unidos a la Guerra de Secesión; lo mismo que ocurre ahora en condiciones que llevarán al colapso del Estado plutocrático estadounidense.
La matriz de censura y poder mediático es insuficiente para silenciar la conciencia de los ciudadanos. Los universitarios son jóvenes, pero conocen muy bien su papel histórico: oponer resistencia digna y ejemplar al poder corrupto de las élites políticas y económicas de las potencias occidentales, hoy en estado lamentable de desmoronamiento y putrefacción.
P.D: Celebro que el Presidente Gustavo Petro haya decidido finalmente en nombre de Colombia romper relaciones diplomáticas con el gobierno judeo-nazi, sionista y genocida de Israel. Siento que mi insistente petición pública ha sido atendida. Una medida coherente políticamente con el espíritu democrático de la Colombia Humana y con los ideales revolucionarios del sur global. Aquí seguiremos hablando de Palestina.
(*) Magister en Economía Universidad javeriana. Autor de las obras Teoría General dela Violencia Política” (2017), y “Batalla por la Síntesis Histórica” (2020)