Yo no creo que nadie en este país pueda dudar del esfuerzo de Iván Duque. La prueba es que nadie lo envidia. Debe estar durmiendo dos horas al día. Dicen que está deprimido, que la situación –a quién no- lo supera por completo. En aras de apoyar a los colombianos creó un programa que se llama Prevención y Acción, una especie de Aló Presidente. A diferencia de Chávez Duque carece de carisma. A su discurso en la noche se le notan los hilos, demasiado telepronter. En ese sentido ni se parece a Claudia López que es arrasadora hablando.
Las cifras del programa no pueden ser más lamentables. El domingo, mientras el Facebook Live de los hermanos Gasca llegaba a los 700 mil personas conectadas, nuestro Aló Presidente llegaba a los 3.000. Es que nadie se siente reconfortado con Duque. Nadie a excepción de sus invitados. Es increíble el nivel de zalamería que se maneja en ese espacio. A Duque no lo bajan de gran estadista, como si fuera necesario para tener una conversación con el presidente creer que el manejo que le está dando a la crisis es perfecto.
Hace unas noches su invitada fue una doctora experta en cirugías vaginales. Si, uno queda estupefacto. Todos quedamos preocupados al ver que el presidente pareciera no tener una ruta definida a seguir. No tener plan en este momento es lamentable y preocupante. Sabemos de la presión que tienen dentro del gobierno por parte de los grandes empresarios para levantar la cuarentena pero, dentro del Instituto Nacional de Salud, la tienen clara: no levantarán antes de junio, no pueden exponerse a romper la cadena, sería terrible, los resultados serían devastadores y nadie, ni siquiera Trump, quiere tener ese peso en sus costilas.
Y Duque tiene ese consuelo, ese programa que nadie ve, que a nadie le importa. Ahí al menos se siente útil, al menos ahí recibe los elogios que necesita. Sería respetable y comprensible si no fuera el presidente de los colombianos si, en parte, no saliera de nuestros bolsillos para hacer este espacio inútil, raquítico.
