Sabemos por dónde va el capítulo I de la saga del señor Jorge Pretelt Chaljub en la Rama Judicial colombiana, a pesar de los escamoteos que ha utilizado para dilatar el proceso penal, creyendo que la honra se lava con rabulerías. Por fortuna, la Corte Suprema de Justicia le negó las catorce nulidades con las cuales pretendió enredarla en minucias adjetivas
Anteayer nos enteramos, por RCN Radio, de que el doctor Pretelt se había internacionalizado, porque conocido el escándalo Lezo se supo que la empresa Recaudos y Tributos, beneficiaria de la tutela que él engavetó por dos años, y que dio origen a otra investigación que adelanta la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes, pertenece a la filial Inassa, que es, a su vez, propiedad del Canal Isabel II, de España, columna vertebral de otra red de corrupción que tiene enlodado al PP de Rajoy.
Recordemos que, por cada mes que permaneció la tutela en la gaveta del señor Pretelt, Recaudos y Tributos cobraba mil millones de pesos. Por 24, son dos docenas de mil paqueticos que no entraban por altruismo del magistrado ponente a la caja de dicha empresa, representada por el doctor Rodrigo Escobar Gil, contratista de Fidepetrol en el primer capítulo de la tortuosa travesía del ‘orgullo’ de Córdoba por la Corte Constitucional. El sueño bianual de la tutela tuvo, de seguro, su retribución.
En el nuevo affaire hay afinidades ideológicas y morales. Conservadores españoles con conservadores colombianos, y malandrinaje de chapetones y de criollos en un haz de maromas en el que hay embolatados, además, si mal no oí, sesenta millones de euros. Simpático el video que muestra a dos empresarios ibéricos con varias bolsas blancas, como tulas, que no llevaban –pesan más que los billetes– vinos de Ribera del Duero o de La Rioja.
Sea lo que haya sido detrás de los ‘obsequios’ traídos de la península, nadie negará que el ingenio de los colombianos imprime, a través de folios escondidos deliberadamente, dinero de circulación cerrada. Sí, tales modelos pueden ser de Montería o de Plato, Magdalena, no necesariamente del Imperio Chibcha o de las crestudas montañas antioqueñas.
Deprimente que hayan tomado el apellido de don Blas de Lezo para bautizar la operación soborno de los reconquistadores hispánicos. Pudieron tomar el del alcalde de Santa Marta que prefirió contratar los recaudos con la esperanza de que el contratista embargara morosos por centenas. O el de Rodrigo de Bastidas, que antes de fundar a Santa Marta quiso, adelantándose a la creación de Metro-Agua, la gemela de Recaudos y Tributos allá, ponerles nombre a las bahías y los golfos del Nuevo Mundo y no a sus poblados precolombinos.
Rodrigo de Bastidas y Rodrigo Escobar Gil engarzaban a la perfección.
Pudieron haberle puesto también la Operación Loyola. Pretelt se llama Jorge Ignacio porque le auguraron un futuro parecido al del asceta de los Ejercicios espirituales. Desde pequeñito tuvo más aspecto de pensador que de bon viveur, cosa de la que el expresidente Uribe estaba seguro al momento de ternarlo para la Corte Constitucional. Al fin y al cabo, de resultar un fiasco, lo que más le interesaba al nominador era que Pretelito votara por el referendo reeleccionista.
El voto de Pretelt por la constitucionalidad del referendo
no le sirvió a Uribe para nada,
pero qué caro le salió a la Justicia colombiana
El voto de Pretelt por la constitucionalidad del referendo no le sirvió a Uribe para nada, pero qué caro le salió a la Justicia colombiana. Por su culpa, la Rama Judicial está más desaprobada que el Congreso, que es mucho decir. Y eso que apenas conocemos los dos primeros capítulos. Faltan los inéditos. No se le pasó por la mente a Uribe, que en todo acierta y en nada se equivoca, que su criatura dejaría la toga en una Corte para ocupar el banquillo en otra como reo de concusión y convicto de desvergüenza.