Somos pocos los colombianos que estamos en un lugar privilegiado en el que podemos compartir sin que se afecte nuestra calidad de vida. Nadie tiene la obligación legal de ayudar; ya discutiremos otro día si hay una moral de hacerlo.
Muchos quieren ayudar, pero no quieren hacerlo sin recibir a cambio algo más que la simple satisfacción de hacerlo. Y eso no es necesariamente malo. Tristemente, hay muchas personas que asumen de entrada que quien pide ayuda (especialmente económica) es un perezoso, alguien que no quiere trabajar. Pero ya sabemos que no siempre es el caso. La pobreza es una trampa en la que muchos caen sin quererlo. Y en el fondo los esperan arenas movedizas que no los dejan salir.
Kiva y funciona como una plataforma de micromecenazgo (o crowdfunding),
pero el dinero que uno presta debe ser devuelto por quien lo recibe,
en un plazo establecido
Hace ya varios años me uní como voluntario a una iniciativa que me parece que ataca estos dos problemas (el de quienes quieren ayudar pero no “dar limosnas” y el de la falta de oportunidades para salir de la pobreza). La organización se llama Kiva y funciona como una plataforma de micromecenazgo (o crowdfunding), pero el dinero que uno presta debe ser devuelto por quien lo recibe, en un plazo establecido. Una vez el prestatario paga sus cuotas, el prestamista decide qué quiere hacer con ese dinero: retirarlo o volvérselo a prestar a otra persona.
Kiva tiene presencia en muchos países del mundo, incluido Colombia. La plataforma funciona así:
1) Se crea una cuenta personal y se carga por medio de la tarjeta de crédito o PayPal con el dinero que se quiera prestar.
2) Se busca un emprendedor que necesite un impulso para su negocio o una persona que necesite dinero para vivienda, medicinas o estudio. Existen muchos filtros de búsqueda, según sean las preferencias (género, país, tipo de negocio, sector). Cada prestatario tiene su historia (en inglés y en el idioma local), en la que se describen características básicas de la persona y su familia, y para qué necesita el préstamo. Kiva proporciona además información acerca de la institución local que administra el préstamo (plazo, y tasas históricas de repago, mora e interés).
3) Una vez encontrado el emprendedor, se procede a prestarle el dinero (mínimo 25 dólares). La idea es que varias personas financien la totalidad del préstamo.
Es importante aclarar que Kiva no se compromete a que el dinero sea pagado de vuelta, es obligación de las instituciones aliadas locales de hacerlo. Sin embargo, al día de hoy y después de trabajar por once años, la tasa de repago es del 98.32%. A la fecha, Kiva ha canalizado USD 838 millones a través de trescientos aliados en 84 países alrededor del mundo.
Nada es perfecto en este mundo, por supuesto, y Kiva ha recibido algunas críticas:
- Aunque no cobra intereses, sus aliados locales sí. En algunos casos pueden ser comparativamente altos. Aunque esto es innegablemente un problema, hay que considerar la opción: es claro que a muchos prestatarios no los dejan ni entrar a un banco “normal”, por lo que tienen que acudir al temible “gota a gota”.
- Aunque Kiva se preocupa por la privacidad de los prestatarios, algunos prestamistas se verán tentados a contactarlos y encontrarán la manera de hacerlo. Ni mencionar los inescrupulosos que se enteren (visitando la plataforma) de que alguien de su comunidad acaba de recibir un préstamo.
- Los aliados locales que administran los créditos, en algunos casos, pueden defender ideologías extremistas o discriminatorias. Por ejemplo, hace algunos años se alió en Kenya con una universidad del Opus Dei, una organización abiertamente homofóbica. Esto le costó a Kiva el retiro de muchos prestamistas (y voluntarios) de esta comunidad (una de las que más dinero presta, por cierto). Yo apoyo completamente a esa comunidad, pero si uno analiza el problema a fondo, se da cuenta de que sería casi imposible encontrar una organización en Latinoamérica que no tuviera estas inclinaciones, considerando la religiosidad de sus habitantes y las posiciones homofóbicas y machistas de sus líderes. Ni hablar de África, Medio Oriente y Asia.
- Se tiende a crear morbo por la pobreza. Los casos que más reciben préstamos son aquellos que mejor la materializan: imágenes de mujeres de ciertos rasgos o colores de piel, casas de bahareque y latón, niños desnudos, etc.
Es importante aplicar una mentalidad crítica, a este y a otros aspectos de la vida. Cada quien analizará y decidirá cómo ayudar, si es lo que quiere hacer. Las historias de personas como Gloria y Jesús, desplazados por la violencia que buscan un mejor futuro a pesar de vivir en un país que se los niega, por supuesto nos conmueven a muchos, que no encontramos otra mejor manera de ayudar. ¿Tiene defectos? Con toda seguridad, pero también ideas bastante interesantes.
Ahora, hay muchas otras plataformas útiles para ayudar, y mucha información disponible para tomar una decisión informada: Zidisha, Against Malaria Foundation, Niños del Sol. Queda faltando la voluntad de hacerlo, y aceptar que “[…] nadie puede ser perfectamente feliz hasta que todos sean felices” (Herbert Spencer).