Es particular que el Día de la Defensa de los Derechos Humanos, en medio de la Semana por la Paz (conmemorada desde hace 33 años), los días 9 y 10 de septiembre se lleven a cabo en la capital y el país actos que a todas luces atentan contra la estabilidad de la paz, la ciudadanía y minan la legitimidad de las fuerzas armadas. No es nuevo el descontento de los ciudadanos hacia estos cuerpos estatales, encarnados bien sea en el Ejército, la Policía o el Escuadrón Móvil Antidisturbios.
No se pueden olvidar los actos que durante tanto tiempo han estado a la cabeza de estas organizaciones: las ejecuciones extrajudiciales, los falsos positivos, la violación de mujeres y niñas, las desapariciones forzadas, la conexidad con grupos paramilitares, en general el uso ilegítimo de la fuerza que conduce a que tengamos que replantear cuál es la función de estos órganos que van dejando a su paso más víctimas sin verdad y sin reparación.
Las palabras y actos del presidente, así como del ministro de Defensa, van en contravía de toda reforma a estas organizaciones, que más que estar al servicio de la ciudadanía y de la estabilidad de la paz, contribuyen a hacer trizas los acuerdos y a seguir las instrucciones de ciertas élites políticas y económicas que se han estabilizado bajo el discurso de la guerra.
No podemos continuar como lo describiera Hannah Arendt teniendo funcionarios que con el objetivo de cumplir instrucciones aniquilen en todas las formas a los ciudadanos. Colombia no puede seguir repitiendo la ruta de la violencia institucional, que en últimas quita la condición de humanidad a las personas y lleva a que hasta los derechos más fundamentales les sean desconocidos.
La alcaldesa propone un acto de reconciliación en la capital, un hecho necesario no solo por el dolor de las familias de las víctimas, sino también por la estabilización del orden en la ciudad. A este evento fue invitado el presidente, al igual que los representantes de las fuerzas de policía, el primero envió representación, aunque debió ir en persona, y los segundos no hicieron presencia, desconociendo así la importancia de la reconciliación y también el cambio estructural que se debe hacer a los organismos de las fuerzas armadas... un acto de reconciliación que queda cojo sin el compromiso por parte de la presidencia en reestructurar a estas organizaciones que se fundan en una doctrina militar autoritaria y fascista.